Agradecidos
vs mal nacidos
El fin de semana pasado
apareció el espécimen político más extraño del que se pueda dar cuenta en
nuestro país. Decir político es demasiado, aunque fue por dos veces gobernador
de Santa Fe y permanece atornillado a
una banca de senador sin producir demasiado. En realidad, es más empresario
que parlamentario. Parco, escueto y sigiloso, cuando Reutemann irrumpe en la
escena provoca un poco de oleaje. Nadie sabe por qué, pero muchos reverencian
su figura como si fuera una deidad. Detrás de él no hay política, sino rosca y
de la peor especie. Siempre surge desde
las sombras en momentos electorales y sólo para producir daño. Y algunos se
acicalan las pestañas para destinar una caidita de ojos. La sinuosa Roxana
Latorre ya se lo imagina como vice de Massa. El candidato a diputado Jorge
Obeid le dedicó algunas sonrisitas. ¿Qué le ven a un personaje tan insípido? ¿Qué
le encuentran de atractivo a alguien tan siniestro? Sin embargo, con su media sonrisa indescifrable baja y sube pulgares como
un emperador de la Antigua Roma. Mantiene intacto un prestigio inexplicable
y muchos bailan a su silencioso ritmo. Su encuentro con el intendente de Tigre
y los destituyentes angurrientos del campo agitó fantasmas que creíamos
desterrados.
Para los kirchneristas
santafesinos cuesta digerir a Obeid como candidato. Más aún cuando manifiesta
tan poco, como si estuviera cavilando dónde alinearse en el futuro. Y esto hace que muchos tengan dudas. No
será la primera vez ni la última que alguien conquista una banca por un partido
y una vez asumido, se pasa al opuesto. El
drenaje ocurrido en el oficialismo durante los oscuros tiempos de la Rebelión
de los Estancieros es una experiencia lastimosa que debería llamar a la
reflexión. Y una pregunta cabe a esta altura del apunte: ¿a quién pertenece
una banca conquistada, al partido o al candidato? ¿No sería más sano que si un diputado deja de tener coincidencias con
la agrupación, renuncie a la banca? Eso permitiría que la identificación
partidaria sea más un compromiso que una simple especulación.
Pero las mutaciones pueden ser
contagiosas y en momentos tan cruciales como los que vivimos, amenaza con convertirse
en epidemia. Algunos tratan de minimizar la importancia de las elecciones que
se vienen, incluso los que simpatizan con el proyecto de país en curso. Sin
embargo, que los candidatos de La
Presidenta obtengan números más significativos en octubre puede facilitar el
tránsito hacia 2015 y, seguramente, la continuidad de este camino. La
reconstrucción no ha terminado y el derrumbe de las PASO puede provocar su
interrupción. Y eso sería un retroceso enorme. Si en agosto el kirchnerismo hubiera conquistado un 40 por ciento a
nivel nacional, muchos ninguneos, amenazas y humillaciones no se hubieran
producido. Los Supremos habrían apurado el fallo sobre la LSCA de manera favorable, en
lugar de retener la pelota para patearla hacia el lado del triunfador. Y los especuladores
del campo no esconderían sus productos para forzar una devaluación. Y Reutemann
no habría asomado el hocico de su madriguera. Como expresó un incalificable
periodista rosarino en un canal porteño: el aroma a cadáver hace excitar a los
carroñeros. Y muchos votantes
facilitaron que estos personajes siniestros se envalentonen.
Mauricio Macri, fiel a su
inconsistencia intelectual, calificó al Gobierno Nacional como el “más autoritario de los últimos cincuenta
años”. Una estupidez que ni él cree
pero le permite posicionarse como el más opositor de los opositores. Y
ganar unos centímetros de fama. No es necesario aclarar que en medio siglo hubo
gobiernos autoritarios en serio. Basta mencionar la última dictadura para
desmoronar la sandez verbal del Alcalde Amarillo. En estos casos, la subjetividad produce una distorsión conceptual. La
opinión corrompe el concepto. Uno puede observar una taza y decir si le
gusta o no, si le parece linda o fea. Lo que no puede afirmar es que sea un
plato. No vale la aclaración “bueno, para
mí es un plato”, porque la
convención lingüística define ese objeto como taza. En el caso concreto del
dudoso ingeniero, denuncia como autoritario un gobierno que no lo es. Y a
partir de ahí, nada de lo que diga puede tomarse en serio, sobre todo porque se considera como un
extraterrestre que viene a salvar la tierra de una catástrofe inevitable.
Otro salvador del apocalipsis
es Sergio Massa que, como su par de la CABA, aspira a interrumpir la recuperación del país con la restauración
conservadora afirmando, paradójicamente, que es portador de lo nuevo. El
intendente de Tigre, creador del monstruoso Frente Renovador, salió a
cuestionar cosas que antes ponderaba. Medidas
de inclusión que, cuando no era anti-K, beneficiaron al territorio que comanda.
Indudable que cada vez más se muestra como es. Si continúa liderando las
preferencias es porque el electorado bonaerense se ha dejado convencer por
alguien que de un plumazo borraría las conquistas logradas en estos años. Egoísta sería quien con su netbook en las
manos, impida con su voto que otro la consiga. Ingrato quien dé la espalda
al modelo que permitió alcanzar un poco de bienestar.
Y en este punto, un argentino
del mal llamado interior necesita manifestar su enojo. No es exagerado afirmar
que el 60 por ciento de los recursos se
destinan a contentar al 40 por ciento de la población que se amontona en la
provincia de Buenos Aires. Un porcentaje similar de las inauguraciones,
obras, iniciativas se destinan al mismo territorio. A pesar de eso, los
candidatos opositores al kirchnerismo, en conjunto, conquistan a gran parte del
electorado. ¿Qué les pasa? ¿Encima que
reciben una porción mayor de los recursos votan en contra? No parecen
merecedores de tantas atenciones. Quizá por esto los números hayan sido
escuetos también en gran parte del país. La idea con un poco más de claridad: por concentrar los esfuerzos en un solo
territorio, han descuidado un poco al resto. Y esto no quiere decir que no
se hayan hecho cosas en las provincias, pero
la desproporción duele. Y duele
también tanta ingratitud. Porque además de recibir mucho, con su voto
exigen más. Y con el riesgo de perder todo.
Para mejorar los números, CFK
ha decidido conceder entrevistas para que sea su palabra la que llegue, sin
intermediarios ni manipuladores, a quienes deben escucharla. Los ciudadanos son los que votan. Los individuos eligen la
claudicación y el sometimiento. Tanto Néstor como Cristina han sido los
presidentes más federales desde el retorno a la democracia, pero a veces se han
dejado tentar por la tracción unitaria. Que La Presidenta empiece a recorrer
más las provincias puede garantizar una recuperación numérica. Como decía algún
abuelo, es de bien nacido ser agradecido.
Entonces, los ingratos pueden ser considerados, sin dudas, como mal nacidos. Que los bonaerenses hagan lo que quieran,
aunque después todos debamos pagar las consecuencias.
buenísimo, gracias !!! Veris Bali
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