Cuando pegan donde más duele es
porque están desesperados. No hay ni va
a haber tregua en los azotes. Lo que más quieren es desterrar al
kirchnerismo. Cegados por la gula, arremeten a todo o nada, matar o morir. Ya
no intentan ser veraces; ni siquiera coherentes. Hoy afirman lo que ayer negaban. Mañana importará lo que hoy es
desechable. El miércoles será malo quien el domingo era buenísimo. Lo que dicen que sería beneficioso, antes
era perjudicial. O viceversa. Todo así, enloquecedor, ciclotímico, caprichoso.
El mundo de los medios hegemónicos: tan independientes que todos dicen lo mismo
sobre lo mismo al unísono. Un coro de
voces destempladas dirigido por una siniestra batuta. Ahora son los
custodios de los datos genéticos, los encargados de contar y recontar
desaparecidos, los facultados para custodiar una memoria que siempre han
pisoteado. Apuntan a los cuerpos, sobre
todo al de La Presidenta. Las balas de tinta se dirigen a ese cuerpo. El
veneno que destilan anhela recorrer ese cuerpo. El deseo se convierte en odio,
que podría ser amor si Cristina no fuera tan K.
Ellos
apuntan al cuerpo porque es lo que La Presidenta pone a cada paso.
Porque es con su cuerpo como defiende este proyecto. Hay otros, por supuesto,
pero el de Ella es el blanco principal. Aunque disparen hacia otros, después de
los rebotes, llegan a su cuerpo. Porque es mujer y, encima, K. Hay otras mujeres K, pero Ella las
simboliza a todas. Por eso, Chiche Duhalde cuestiona la capacidad de las
mujeres para ocupar cargos políticos. Por eso, una periodista dijo que le daba
vergüenza de género. Si apuntan al cuerpo es porque contra las ideas no pueden.
Por eso hablan del disfraz de viuda, de las carteras y de las calzas. Y si
insisten con eso es porque en cierta forma les da resultado. Porque no es
crítica fijarse en las calzas para ocultar el hecho. En esta mirada criticona
se enganchan los criticones, los prejuiciosos
que nunca entienden pero reaccionan en contra por las dudas.
En la segunda parte de la
entrevista que CFK concedió a la TV Pública, algo de eso se puede advertir.
Allí La Presidenta habló de su familia, sobre todo de Florencia. No es la
primera vez que un personaje público aborda cuestiones personales ni será la
última. Sin dudas, es una forma de mostrar que es de carne y hueso, como todos.
Sin embargo, hay diferencias. Una cosa es contar una anécdota de
catálogo, superficial y sin anclaje político y otra, todo lo contrario. Sin
exagerar, las historias de Cristina tienen cuerpo, historia, emoción. Las de
Mauricio, Sergio, Gabriela y muchos más son superficiales, burocráticas,
estratégicas. Todo lo que hacen tiene
como objetivo esconder la carnadura, como un camuflaje que disimula lo peor de
sí. CFK, en cambio, no puede esquivar la política, porque de cada uno de
sus poros exuda política, así hable de una receta de cocina.
Lejos de mostrarse asustada por
los números de las PASO, estaba entusiasmada. Revertir los resultados de cara a octubre parece más un desafío que un
obstáculo insalvable. Y no será el único que se presente en este fatigoso
tránsito hacia el país soñado. Un poco resignada, aunque no menos enojada, La
Presidenta se refirió a las barbaridades verbales dirigidas a ella, no sólo
ahora, sino cuando estaba embarazada de Florencia. Lo más insultante que se le puede decir a una mujer; lo más humillante
que se puede pensar de un varón. La denuncia como única forma de oponerse
al que no se puede combatir con ideas. Cristina dio aviso de recibo de insultos
como yegua o puta. Lo más bajo. Pero hay
otros insultos que no parecen tales y que tal vez porten mayor gravedad.
Uno de ellos es ‘soberbia’. Con esa palabra se está
diciendo mucho más de lo que parece. A los presidentes que tuvimos desde el
retorno a la democracia se les ha dicho de todo, menos que eran soberbios.
¿Cuál es el problema que se le diga eso a CFK? De más está decir que eso tiene
relación con su condición de mujer. Aunque
parezca una crítica, es un insulto más. Ellos dicen que Cristina es
soberbia porque no obedece no sólo como mujer, sino sobre todo como presidenta.
Una mujer –para el ideario machista del Poder Fáctico- debe ser sumisa,
recatada, discreta; obediente, callada, suave. Lo sentimos mucho, pero Cristina no es nada de eso. Cuando Ellos la acusan de soberbia están
destacando sus principales valores. La fuerza está en su palabra corpórea,
en su enfrentamiento permanente con los enemigos de las mayorías, en los
principios que siempre están a la vista.
Principios que se transforman
en acción. Porque si estamos como
estamos es porque ha habido una voluntad transformadora, comprometida con las
necesidades más elementales de la mayoría. Un círculo virtuoso, no rojo ni
de ningún otro color. Un circuito que
involucra la recuperación de la industria para garantizar trabajo y así
reforzar el mercado interno a través del consumo. Simplificado, suena
sencillo, pero en el medio está lo más controvertido: la sumisión de la
economía a las necesidades del país. Lo que se conoce como intervención del
Estado. Pero, el Estado siempre interviene. El conflicto surge cuando se piensa de qué manera actúa y en beneficio
de quién. En los noventa, el Estado terciaba como cómplice de los sectores
económicos más poderosos, en detrimento de la mayoría. Ahora, las cosas son un
poco diferentes. No estamos atravesando una revolución socialista ni pedimos la
cabeza de los cerdos capitalistas. Simplemente, que compartan lo que
producimos entre todos. Nadie logra nada en soledad. Por más genio que se ostente, los triunfos son compartidos.
Como no pueden reconocer todo
esto, como tratan de negar lo ocurrido en estos diez años de gobierno K, como no pueden contraponer una mejor manera
de lograr un país para todos, apuntan al cuerpo. Al cuerpo de Ella, desde
todos los flancos posibles. Y aunque suene dramático, muchos la están dejando
sola. Muchos confabulan para dejarla expuesta. Otros se dejan llevar por los dicterios mediáticos de los carroñeros.
Por más fuerte que sea, en soledad su cuerpo es tan frágil como el de
cualquiera. Porque es un cuerpo que se
nutre de un colectivo y sin eso muestra su más humana vulnerabilidad, por más
Cristina que sea.
¿Qué pasaría si el 27 de octubre se obtiene un triunfo que supere el quorum?
ResponderBorrar¿Se hablaría de modificar la constitución? Bueno Duhalde, por las dudas, ya comenzó a hablar del tema... Dicen que él sabe mucho de pronósticos previos, de sondeos de opinión... Será por eso que Cristina ya está hablando de la próxima decada a ganar? ...