Mientras los medios opositores
se entretienen con un testigo en peligro más
aficionado al estrellato que a la clandestinidad, Argentina se convierte en el primer país del mundo con un Digesto
Jurídico con aprobación parlamentaria. Para el ministro de Justicia y DDHH,
Julio Alak, ésta es “una obra de trascendencia histórica,
la primera en su tipo en el mundo, que democratiza el derecho y lo convierte en
patrimonio de todos los ciudadanos”. Las 31400 leyes producidas desde 1853,
con esta iniciativa, se reducen a 3300, lo que elimina superposiciones,
contradicciones y caducidades. El
secretario de Justicia, Julián Álvarez, sostuvo que “es un paso muy importante en el proceso de simplificación y
actualización normativa” y destacó que se trata de “otro significativo avance en materia de acceso a la información
jurídica”. Pero como esto no sirve
para sembrar la desconfianza del público, las propaladoras de estiércol
continúan mordisqueando con el caso Ciccone y del ex funcionario amenazado en circunstancias
bastante dudosas.
El ya
conocido caso de Guillermo Capdevila, que tuvo que huir del país porque su vida
corre peligro, inundará por unos días
la agenda informativa. Un poco más de
confusión para los ya confundidos transeúntes nunca está de más si el objetivo
es torcer el rumbo que ha tomado nuestro país en mayo de 2003. Paciencia,
ya encontrarán otra cosa para reemplazar este inconsistente hecho. Peor sería
que, de un día para el otro, empiecen a hablar bien de Cristina y su equipo.
Mientras tanto, lo que hay que saber es que Capdevila declaró ante el fiscal Carlos Rívolo el 19 de marzo de 2012 y nada de lo que dijo compromete al vice Presidente Amado Boudou, sino todo lo contrario: lo deslinda de toda responsabilidad en la causa Ciccone. Entonces, ¿de dónde vinieron las amenazas, si las hubo? Si tanto miedo le provocó que dos personas le hayan dicho en el Rosedal que declare bien, ¿por qué esperó 19 días para hacer la denuncia y ponerse a resguardo fuera del país? Si tan traumática fue la situación, ¿por qué no recuerda nada de nada, salvo algunos datos difusos? Si su objetivo es que no lo encuentren, ¿por qué concedió entrevistas en todos los programas a través de su celular sin preocuparse por la posibilidad de ser localizable?
Pero lo que más repugna de esta operación es el uso de la desaparición de Jorge Julio López en medio de los juicios del circuito Camps. El propio Capdevila apeló a esa atroz analogía en su escrito, lo que habilitó que se convierta en lugar común para los voceros del establishment. López es un testigo de un caso de Lesa Humanidad y su desaparición se encuadra en la impunidad de la que gozaron durante muchos años los personeros de la oscuridad. Guillermo Capdevila, en cambio, es testigo de un proceso de investigación por un confuso episodio de corrupción que involucra –no se sabe cómo- a Boudou. Hasta el hijo del albañil que fue secuestrado y torturado en la dictadura y desaparecido en democracia salió a protestar por el atropello: Rubén López aseguró que le da “bronca que utilicen con tanta liviandad un caso como el de mi papá”. Pero ya sabemos que, cuando los exponentes del Poder Fáctico meten sus garras, todo se transforma en podredumbre.
Un país que no se tapa
Quienes piensen que esta operación mediática se pergeñó sólo para minimizar la aprobación del Digesto Jurídico se están quedando cortos. Hace años que fuerzan sus tapas y arriesgan su ya pisoteada credibilidad para convencer a su hechizado público de que estamos peor que nunca. Y como no les sale tan bien, están cada vez más desesperados y ya no les importa traspasar los límites del ridículo. Lástima que sus prejuiciosos seguidores no lo advierten y, muy confiados, no dudan en recitar las consignas que a diario, brotan como hongos desde las tapas, parlantes y pantallas. Y no conformes con eso, parecen satisfechos al andar por la vida con el ceño fruncido y el enojo a flor de piel, después de reciclar viejos prejuicios a fuerza de titulares.
Tan indignados desean estar que son capaces de llenar sus alacenas con productos a precios exorbitantes para no apoyar el programa Precios Cuidados. Y esto a pesar de que varios organismos internacionales coincidieron al decir que esta iniciativa garantiza el acceso a los alimentos y puede evitar la especulación de los formadores de precios. Claro, es más sencillo culpar a Cristina por las alucinadas cifras que adornan las góndolas que enemistarse con los empresarios angurrientos.
Complacidos por estar indignados, tienen sus oídos impermeabilizados para las buenas noticias. Y si se enteran de algo bueno, tratan de olvidarse al instante o tomarlo como una anomalía. Los manipulados expertos niegan la novedad o la reciben con indiferencia. Ante la llegada de nuevas unidades para renovar el sistema ferroviario del transporte, opinarán que llegan demasiado tarde. Con el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y gas no convencional en Chubut, apelarán a su ideario ecologista y dirán que la extracción contamina, algo en lo que no piensan cuando usan el coche hasta para ir al baño. Si se enteran de que el Estado consiguió 72 mil lotes para el plan de viviendas Pro.Cre.Ar, sostendrán que premian a los vagos.
Y así, a cada paso. No es para menos, si los medios opositores se regodearon durante toda la tarde del jueves cuando difundieron la desmentida de la carta del Papa Francisco saludando a Cristina por el aniversario de la Revolución de Mayo. El vocero del Vaticano, el cardenal Guillermo Karcher había considerado esa novedad como una “truchada de mala leche”. Los informativos radiales y televisivos babeaban al desbaratar una mentira más de este gobierno autoritario y populista. Después, cuando la verdad se conoció, archivaron el tema o lo diluyeron a fuerza de creatividad. Un poco extraño que alguien tan cercano al pontífice no sepa que es costumbre enviar este tipo de saludos a los países que están próximos a celebrar una fecha patria. Eso sí, los medios hegemónicos jamás destinarán a la desmentida el mismo espacio que dedicaron a difundir la mentira.
No importa. A esta altura de las cosas, los argentinos sabemos que estas operaciones mediáticas son moneda corriente. Está engañado quien se deja engañar. Quizá no todos estén al tanto de que la estrategia de los voceros del establishment es desalentar estos caminos populares que conducen a la equidad para retornar a los lúgubres laberintos del neoliberalismo. En ellos habrá que invertir más saliva para desengañarlos. Algunos serán convencidos y otros, persistirán en la confusión.
Pero están también los que coinciden con ese nefasto ideario, algo que no constituye una ilegalidad pero tampoco es un mérito. El mayor logro será dejar cada vez más solos, más expuestos, más obscenos a estos infames nostálgicos de la exclusión. El gran triunfo consistirá en desnudarlos cada vez más, despojándolos de sus disfraces de grandes señores. La victoria vendrá cuando estos oscuros episodios se conviertan en graciosas anécdotas del país desigual que estamos dejando atrás.
Mientras tanto, lo que hay que saber es que Capdevila declaró ante el fiscal Carlos Rívolo el 19 de marzo de 2012 y nada de lo que dijo compromete al vice Presidente Amado Boudou, sino todo lo contrario: lo deslinda de toda responsabilidad en la causa Ciccone. Entonces, ¿de dónde vinieron las amenazas, si las hubo? Si tanto miedo le provocó que dos personas le hayan dicho en el Rosedal que declare bien, ¿por qué esperó 19 días para hacer la denuncia y ponerse a resguardo fuera del país? Si tan traumática fue la situación, ¿por qué no recuerda nada de nada, salvo algunos datos difusos? Si su objetivo es que no lo encuentren, ¿por qué concedió entrevistas en todos los programas a través de su celular sin preocuparse por la posibilidad de ser localizable?
Pero lo que más repugna de esta operación es el uso de la desaparición de Jorge Julio López en medio de los juicios del circuito Camps. El propio Capdevila apeló a esa atroz analogía en su escrito, lo que habilitó que se convierta en lugar común para los voceros del establishment. López es un testigo de un caso de Lesa Humanidad y su desaparición se encuadra en la impunidad de la que gozaron durante muchos años los personeros de la oscuridad. Guillermo Capdevila, en cambio, es testigo de un proceso de investigación por un confuso episodio de corrupción que involucra –no se sabe cómo- a Boudou. Hasta el hijo del albañil que fue secuestrado y torturado en la dictadura y desaparecido en democracia salió a protestar por el atropello: Rubén López aseguró que le da “bronca que utilicen con tanta liviandad un caso como el de mi papá”. Pero ya sabemos que, cuando los exponentes del Poder Fáctico meten sus garras, todo se transforma en podredumbre.
Un país que no se tapa
Quienes piensen que esta operación mediática se pergeñó sólo para minimizar la aprobación del Digesto Jurídico se están quedando cortos. Hace años que fuerzan sus tapas y arriesgan su ya pisoteada credibilidad para convencer a su hechizado público de que estamos peor que nunca. Y como no les sale tan bien, están cada vez más desesperados y ya no les importa traspasar los límites del ridículo. Lástima que sus prejuiciosos seguidores no lo advierten y, muy confiados, no dudan en recitar las consignas que a diario, brotan como hongos desde las tapas, parlantes y pantallas. Y no conformes con eso, parecen satisfechos al andar por la vida con el ceño fruncido y el enojo a flor de piel, después de reciclar viejos prejuicios a fuerza de titulares.
Tan indignados desean estar que son capaces de llenar sus alacenas con productos a precios exorbitantes para no apoyar el programa Precios Cuidados. Y esto a pesar de que varios organismos internacionales coincidieron al decir que esta iniciativa garantiza el acceso a los alimentos y puede evitar la especulación de los formadores de precios. Claro, es más sencillo culpar a Cristina por las alucinadas cifras que adornan las góndolas que enemistarse con los empresarios angurrientos.
Complacidos por estar indignados, tienen sus oídos impermeabilizados para las buenas noticias. Y si se enteran de algo bueno, tratan de olvidarse al instante o tomarlo como una anomalía. Los manipulados expertos niegan la novedad o la reciben con indiferencia. Ante la llegada de nuevas unidades para renovar el sistema ferroviario del transporte, opinarán que llegan demasiado tarde. Con el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y gas no convencional en Chubut, apelarán a su ideario ecologista y dirán que la extracción contamina, algo en lo que no piensan cuando usan el coche hasta para ir al baño. Si se enteran de que el Estado consiguió 72 mil lotes para el plan de viviendas Pro.Cre.Ar, sostendrán que premian a los vagos.
Y así, a cada paso. No es para menos, si los medios opositores se regodearon durante toda la tarde del jueves cuando difundieron la desmentida de la carta del Papa Francisco saludando a Cristina por el aniversario de la Revolución de Mayo. El vocero del Vaticano, el cardenal Guillermo Karcher había considerado esa novedad como una “truchada de mala leche”. Los informativos radiales y televisivos babeaban al desbaratar una mentira más de este gobierno autoritario y populista. Después, cuando la verdad se conoció, archivaron el tema o lo diluyeron a fuerza de creatividad. Un poco extraño que alguien tan cercano al pontífice no sepa que es costumbre enviar este tipo de saludos a los países que están próximos a celebrar una fecha patria. Eso sí, los medios hegemónicos jamás destinarán a la desmentida el mismo espacio que dedicaron a difundir la mentira.
No importa. A esta altura de las cosas, los argentinos sabemos que estas operaciones mediáticas son moneda corriente. Está engañado quien se deja engañar. Quizá no todos estén al tanto de que la estrategia de los voceros del establishment es desalentar estos caminos populares que conducen a la equidad para retornar a los lúgubres laberintos del neoliberalismo. En ellos habrá que invertir más saliva para desengañarlos. Algunos serán convencidos y otros, persistirán en la confusión.
Pero están también los que coinciden con ese nefasto ideario, algo que no constituye una ilegalidad pero tampoco es un mérito. El mayor logro será dejar cada vez más solos, más expuestos, más obscenos a estos infames nostálgicos de la exclusión. El gran triunfo consistirá en desnudarlos cada vez más, despojándolos de sus disfraces de grandes señores. La victoria vendrá cuando estos oscuros episodios se conviertan en graciosas anécdotas del país desigual que estamos dejando atrás.
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