Como si en lugar de un candidato presidencial fuera
un predicador, Mauricio Macri solicita a
La Presidenta y a Daniel Scioli que pacifiquen el país. Sergio Massa, un
poco más ladino, reclamó que en las elecciones de octubre se utilice el voto
electrónico. La operación está en
marcha: a partir de ahora, estos seguros perdedores apostarán a la
deslegitimación de la voluntad popular. Ellos, que son los tramposos, proponen herramientas para evitar las
trampas que ellos mismos hacen. Ellos, que son los violentos, exigen que no
haya violencia. En medio de este sainete, José Cano demandó nuevos comicios
pero sólo en las categorías en las que perdió. Más allá de estos detalles
vergonzantes, consiguieron la foto que necesitaban: la represión del lunes por
la noche, que confirma la falsa
hipótesis del gobierno intolerante y autoritario con la que construyen su
absurdo discurso.
Claro que el
desborde policial debe ser cuestionado. Los palos, gases y balas de goma
resultan desproporcionados contra bombas de estruendo, piedras y naranjazos. En
todo caso, el jefe del operativo debería haber dejado que los manifestantes
avancen contra la Casa de Gobierno tucumana y rompan algunos vidrios. Entonces, la crítica opositora apuntaría a
la inacción de la policía ante los desbordes de los revoltosos. La trampa
es en estéreo. El oscuro laberinto que proponen como escenario, cualquier camino
conduce a la oscuridad. En la retorcida lógica que ordena el pensamiento de los
agoreros, el hilo de su discurso acaba en un enredo. Si entramos en su juego, acabaremos estrangulados en sus apretados
nudos.
Si seguimos el libreto, terminaremos con los pies en
el pantano con el que sueñan, en la ciénaga
en la que casi nos ahogamos a comienzos de este siglo. La comedia es
predecible. En los días previos a los comicios, anuncian que habrá fraude, por
las dudas. Si ganan, será un ejemplo de transparencia; si pierden, de opacidad. Si los números coronan la victoria
opositora, despliegan globos, papelitos y bailes; si resultan adversos, una catarata de llantos mediáticos y denuncias
compulsivas. Si triunfan, el pueblo se ha manifestado con madurez y
sabiduría; si son derrotados, el
clientelismo y la demagogia ha inundado las urnas. En el medio, disponen
algunos incidentes, travesuras y picardías. Después, serán minimizados o
amplificados, de acuerdo a los
resultados y las necesidades del momento.
Fieras enardecidas
Una manera perversa de pensar la democracia. O de no pensarla, porque estos sectores
quieren prescindir de ella para recuperar el control del país. Claro, ya no es funcional a sus intereses.
En otros tiempos, contaron con una banda de uniformados para voltear gobiernos
adversos o con presidentes que gerenciaron sus negocios. Y también incurrieron
en groseras contradicciones, como impulsar
golpes de Estado para garantizar el funcionamiento de las instituciones o
desbordar sus arcas para beneficiar al país. Como en estos doce años nos
hemos encargado de descubrir sus tretas y conocer sus horrorosos rostros, están
entrando en pánico. Como advierten que
esta vez no podrán engatusarnos, tratan de patear el tablero. Como olfatean
que les daremos la espalda, empiezan a despreciarnos. Como presienten lo que vamos a decirles, se niegan a escucharnos.
Y los candidatos de la oposición son los actores de
este reiterado sainete. Macri se espanta con la quema de urnas pero omite considerar que los sospechosos son
militantes y candidatos de sus propias fuerzas. Massa propone el voto
electrónico cuando sabe que no habrá tiempo para implementarlo. Así, tiende la
trampa. Si, como es predecible, las elecciones de octubre se realizan con el
sistema vigente, el manto de sospecha está
echado. Si el Gobierno accede a implementar el voto electrónico, podrán denunciar improvisación en caso de
que pierdan. Con cualquier sistema y ante cualquier resultado, las elecciones de octubre ya están
deslegitimadas. La grieta se ensancha y ellos, los ensanchadores, se
lamentan por ello.
Lo malo que el sainete puede finalizar en drama. Tanto agitar las aguas y remover el aire
puede terminar en tempestad. Tanto denunciar fraude, la muchedumbre se
exalta porque se siente defraudada, pero no sólo por los sospechosos de
siempre, sino por todos. El camino hacia
la despolitización tiene la alfombra tendida. Cuando los individuos
critican a los políticos, están poniendo
en duda su capacidad de elección y así, ceden el mando a quienes siempre
nos han hecho estampar contra los escollos más duros.
La desesperación del establishment es la que expresa
su candidato favorito, Mauricio Macri, porque
prevé que la CABA será su reducto, o tal vez su prisión. El Alcalde
Amarillo avizora un fracaso en los intentos de extender sus porteñas garras al
resto del país. Sus amigotes y
auspiciantes están ante la peor de sus pesadillas: en los próximos años
deberán seguir lidiando con un Gobierno que se resiste a sus interminables
demandas; deberán seguir remando contra
la corriente que quiere desalojar al capitalismo salvaje para siempre;
deberán resignar muchas de sus angurrias para fortalecer el fin colectivo de
construir un país en el que todos podamos gozar de sus bienes. Estos tipos –que
no han dejado de llenar sus arcas en todos estos años- están desolados porque en el futuro no tendrán un gerente ni un
mayordomo, sino un presidente.
Se abrio una etapa,.la de enterrar el voto popular
ResponderBorrarEso es lo lamentable, el sainete de la oposición, llevando a los argentinos al descreímiento de la clase política, el mismo descreímientos que años atrás desembocara en un golpe institucional y es lo que están buscando. Recomiendo leer completo el inforne de Gustavo Rosa.
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