Ya no hay dudas: como están perdidos, nos quieren perder a todos; como se han
enredado en su inconsistencia, nos quieren extraviar en el enredo. Lo más grave de todo esto es que ninguno de
ellos cree en lo que está denunciando. Todos saben que es imposible
implementar un nuevo sistema electoral en menos de dos meses, pero machacan con
el latiguillo del fraude porque no aceptan la derrota, ni la presente ni la
futura. Equivocados o engañados,
pensaron que conquistarían la alternancia. Ahora, como ven que las urnas
serán esquivas, comienzan a desdeñarlas.
Payasos, peleles, marionetas de los enemigos del país. Lo lamentable es que
algunos individuos odiadores se dejan
tentar por esta parodia y siguen depositando su confianza en estos deleznables
mayordomos. Hasta salieron a las calles para clamar, como otrora, “que se vayan todos”.
Pero en el revoltijo que están provocando en este
río algo bueno se puede encontrar.
Lo primero es que hemos descubierto a tiempo esta torpe comedia. Lo segundo es
que con este nuevo entretenimiento, demuestran lo poco que tienen para ofrecer
en el futuro. En tercer lugar, este esfuerzo por sostener el absurdo los
dejará agotados. En cuarto, la
contradicción de continuar con una campaña para esas mismas elecciones que ya
están deslegitimando. ¿Cómo harán para dar un giro discursivo, en el
disparatado caso de que lleguen a ganar? Y terminamos con un quinto hallazgo,
aunque, podríamos encontrar algunos más: mientras
ellos practican este juego, el Gobierno sigue adelante, como lo ha hecho
desde que asumió. Y eso el Pueblo lo
tiene en cuenta a la hora de elegir al que tome la posta.
Esa foto de los opositores jugando con los
principios republicanos no quedará para la historia, sino para la galería del ridículo, un álbum superpoblado de
imágenes como ésta. El juego de la hipocresía en su máxima expresión. Ahora todos reniegan del sistema electoral que
los ha coronado como representantes durante todos estos años porque los
ciudadanos no votan como ellos quieren. El
centralismo metropolitano por una doble vía: los porteños que miran desde
un pedestal como vota la plebe del interior y los capitalinos de San Miguel que
rechazan la decisión del resto de los habitantes de Tucumán. En el medio, las
denuncias que sólo son mediáticas porque la Justicia todavía no ha recibido ni
un papelito.
El telón se levanta
En lugar de zapatear ante las cámaras, deberían
realizar una lectura un poco más seria
del escenario en el que estamos. Como si estuvieran poseídos, rasgan sus
vestiduras por acciones realizadas por sus propios partidarios. Como si un
hechizo obnubilara su entendimiento, creen que denostando la voluntad popular fortalecen las instituciones.
Embriagados por un triunfalismo imposible, reniegan
de los resultados y pretenden atropellar la democracia. No es el fraude lo
que les preocupa ni el sistema electoral que se implemente. En Santa Fe, Salta
y Tucumán se utilizaron tres métodos distintos –boleta única, electrónica y
tradicional- y, como en todas perdieron,
elevaron sus patricias voces de protesta. El único sistema que prefieren es
el que garantice su triunfo, aunque eso
signifique que el país quede a merced de la voracidad de los poderosos.
En lugar de estos espasmódicos pasos de baile,
deberían preguntarse por qué no logran
conquistar la voluntad de todos los argentinos. Sin dudas, los miembros del
PRO, que encabezan esta cruzada
republicana, no se hacen esa pregunta porque saben cuál es la respuesta.
Detrás de sus amables propuestas de concordia y progreso se ocultan las peores intenciones del pequeño grupo al
que quieren favorecer. Mientras el discurso de Macri deambula por
imprecisiones y generalidades, logra embaucar a unos cuantos ciudadanos de a
pie pero, cuando aborda medidas
concretas, la simulación se desmorona y deja al desnudo la crudeza del futuro
que promete.
Ya lo pudimos comprobar no hace mucho, cuando tres
de sus economistas –Broda, Melconian y Espert- sinceraron, ante un grupo de
empresarios, que con el Alcalde Amarillo
retornaría el paraíso neoliberal del derrame, los negocios y la especulación
financiera. Apenas unas horas atrás, otro de sus cráneos, Miguel Kiguel,
consideró que la salida de esta crisis
pasa por bajar los salarios o devaluar
la moneda. En esta retahíla tan habitual en los expertos ortodoxos hay dos interrogantes enormes: ¿dónde está la crisis y a dónde nos
conducirían estas medidas? Para ellos, crisis es todo aquello que impide
llenar sus arcas a paladas y la
redistribución del ingreso, los impuestos y las regulaciones del Estado son los
impedimentos fundamentales. Si se devalúa bruscamente la moneda, los
precios se dispararían, los salarios perderían su capacidad de consumo, el mercado interno se vería resentido,
cerrarían muchos pequeños y medianos emprendimientos, aumentaría la desocupación, el Estado recaudaría menos y
entraríamos en un tobogán interminable. Una
crisis con todas las letras. Pero, los más grandotes, los que gozan de
todos los privilegios verían crecer sus cuentas en el extranjero y tendrían, otra
vez, el país a sus pies. ¿Esto es lo que
quieren provocar?
En medio de los anuncios de esta semana, La
Presidenta aportó una frase esencial para comprender el presente y encarar el
futuro. Después de explicar las propuestas para proteger los activos de la ANSES en empresas privadas y para que
las PYMES ingresen al mercado de capitales, CFK destacó que el crecimiento de estos años favoreció a
todos los actores de la pirámide económica. Además, demandó la inversión
para incrementar las ganancias vía
crecimiento de la oferta y no con el aumento de precios. Como siempre,
haciendo hincapié en el círculo virtuoso y no en el vicioso que siempre pretende el establishment. Cristina
señaló: “hemos construido el piso,
levantamos las paredes y el techo. Creo que vale la pena seguir construyendo una casa que nos cobije a todos los
argentinos”.
La opereta del fraude trata de ocultar este tema
central: el ideario PRO no pretende una
casa que nos cobije a todos sino un
barrio cerrado para habitantes exclusivos. Fuera de sus sólidos muros, los
indeseables, tan invisibilizados como sea posible; debilitados, dóciles,
sumisos, siempre dispuestos a recibir
apenas unas limosnas para atenuar sus padecimientos y aplacar la resistencia.
Este intento de deslegitimar las instancias electorales no tiene nada de republicano. Esta nueva pantomima de los
opositores –que actualiza la dupla civilización-barbarie- busca mimetizar el país desigual que quieren restaurar. Pero, como
son malos actores, el libreto es conocido y estamos más avispados, ya no podrán
engañarnos. A pesar de que la derrota de
esta pandilla ya ha comenzado, seamos prudentes: transitemos seguros este
camino pero sin festejar de antemano, no porque exista la posibilidad de un
tropiezo, sino para acumular lo más
posible la alegría del triunfo. Después, si, explotemos de felicidad.
Trabajaremos para eso Gustavo. Con prudencia, educación, sin contestar agravios y después de Octubre explotaremos de alegría.
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