Ninguna denuncia, todavía. Ningún fiscal se preocupó
por el tema. El Congreso debería convocarlo para que dé explicaciones. Miguel
Ángel Broda, economista del establishment, hizo
un llamado a la sedición, a la alteración del orden público y sigue por la vida
como si nada. El video está en la web; quien aún no lo vio puede
consultarlo. Allí, ante un grupo de empresarios, se lamenta del éxito del plan de Kicillof para contener la crisis
que muchos de los presentes habían contribuido a provocar; poseso por un odio visceral, afirma que para derrotar al
kirchnerismo hay que despertar la venganza de la macro; en criollo, arenga a
favor de un golpe de mercado. Eso no es “pensar
distinto”, sino alterar nuestra vida
y merece alguna forma de castigo. Pero claro, como estamos a merced de los
caprichos de los medios hegemónicos, cualquier medida en ese sentido podría
desatar la creatividad de sus plumas más destacadas y, en defensa del republicanismo, brindar a la opinión pública nuevos
especímenes textuales para la antología del absurdo.
Ya pasó con el juez Claudio Bonadío. No importa que
haya cometido irregularidades
imperdonables, como allanar sin necesidad las oficinas de Hotesur en Río
Gallegos e invadir Santa Cruz con la
Policía Metropolitana; tampoco importa que la recusación sea un recurso
legal cuando una de las partes puede
demostrar la parcialidad de un juez; menos aún interesa que la decisión de
apartar al multi denunciado magistrado haya sido del Tribunal de Casación. El periodismo opositor instaló la idea de
que La Presidenta sacó al juez
que investigaba irregularidades en una empresa ligada a su patrimonio. Eso
permitió que muchos personajes funcionales a los intereses del Círculo Rojo
recitaran frases de catálogo en defensa de la división de poderes. El resguardo de las instituciones siempre
es una buena excusa de la derecha más conservadora cuando sabe que no tiene más
argumentos.
O que sus argumentos han sido descartados por una
sociedad que ha encontrado, una vez más, el
camino hacia el país con el que siempre ha soñado. Que gran parte de los
ciudadanos esté convencido de la importancia del Estado para contener la avidez
de los poderosos y garantizar la distribución del ingreso es una revolución respecto al sentido común
que dominaba apenas quince años atrás. Si en los noventa el Estado debía
desprenderse de sus empresas por el déficit que provocaba en las arcas, hoy decide hacerse cargo de ellas para
garantizar servicios que son esenciales para el bienestar de todos. Que las
ideas de la economía ortodoxa sólo se puedan explicitar en las sombras indica
un paradigma novedoso que no debemos abandonar, sino profundizar si el objetivo es transformar este mundo tan desigual
y convulsionado.
Hedores de la campaña
En cada una de sus apariciones públicas y en los
insípidos spots de campaña, el pre
candidato Mauricio Macri anuncia a los cuatro vientos que de su mano viene el
cambio. El cambio es escuchar, propone como torpe novedad; un candidato tan vacío que no tiene nada para
decir pero se convierte en la Gran
Oreja Nacional. Un cambio que, de acuerdo a los recientes giros de su
discurso parece más una continuidad de
todo aquello que cuestionó durante todos estos años. Un cambio que, según
sus cuatro economistas estrella –Broda, Melconián, Espert y Sturzeneger- no
será más que la restauración del modelo
del ajuste que nos llevó a la ruina: el latrocinio hecho programa de
gobierno; el vaciamiento a gran escala de nuestros recursos; el empobrecimiento más dramático de nuestras
vidas.
El cambio es escuchar pero no decir nada. O decir mucho pero que no se entienda demasiado.
El cambio es disfrazar el discurso y simular
sentimientos, memorizar anécdotas y repetirlas hasta el cansancio, adornar las inmundicias para que parezcan obras
de arte. Como la fórmula ha sido un éxito en la Capital Federal, el Alcalde
Amarillo quiere aplicarla al resto del país. Eso sí, como sabe que sus
argumentos son insuficientes, apela a las necedades sobre las instituciones
que, de tan generales, pueden engatusar
a alguna voluntad desprevenida. Ese versito de respetar al que piensa distinto, la libertad de expresión y la
división de poderes aparece en cada uno de los integrantes de ese club de amigos con forma de partido
político.
Pero si uno mira con atención, la hipocresía de esos tópicos podría descomponer al estómago más
fuerte. Ellos, que han dicho barbaridades de La Presidenta y sus funcionarios,
que han convertido en verdad la caricatura de Máximo adicto a los videojuegos, que han despreciado a las multitudes
movilizadas, hablan de respetar al que piensa distinto. Ellos, que sólo
atienden a los periodistas aliados y utilizan la pauta oficial para suavizar
las críticas, quieren dar cátedra sobre
la libertad de expresión. Ellos, que tienen una tropa de jueces y fiscales dispuestos a entorpecer las decisiones del
Gobierno Nacional, pontifican sobre la división de poderes. Ellos, como se
saben perdedores, simulan desconfiar del
sistema electoral que siempre ha sido incuestionable y anticipan un fraude
que no existirá. Ellos, que han
pisoteado las instituciones cada vez que sus privilegios se han visto
amenazados pretenden erigirse como los paladines de la República.
Ellos, que
quieren restaurar el país de las pesadillas del que estamos saliendo, se
quieren presentar como el cambio. Y como saben que no pueden decir lo que planean
hacer de acceder a La Rosada, deben
apelar a las peores tretas para embaucar al votante. Pero que no se confíen
demasiado: los números no los favorecen. Por lo que parece, estamos inmunizados contra estas viles
artimañas.
Pero además, nos protege el Nuevo Código Civil y
Comercial, que prohíbe la publicidad engañosa. Desde el
sábado, todo lo que anuncie un aviso podemos considerarlo incluido “en el contrato con el consumidor” y genera una obligación del vendedor.
Entonces, si los planetas enloquecen y
Mauricio Macri posa sus sentaderas en el sillón presidencial podemos exigir
que cumpla con todo lo que viene prometiendo desde la casi derrota en el
balotaje: que YPF, Aerolíneas y las jubilaciones seguirán en manos del Estado,
que la AUH es un derecho a mantener y que defenderá
con uñas y dientes nuestros intereses ante los buitres. Ah, y también
aseguró que los tres chiflados del
video no tienen que ver con el PRO. Al menos tenemos un resguardo para que no nos time otra vez un candidato
con ganas de entregar el país, como hizo el Infame Riojano.
Pero en este aspecto, el Código seguirá sin
entrenarse. Sólo un desatino de los dioses puede convertir a Macri presidente.
O una alucinación colectiva, lo que sería más o menos lo mismo. El futuro nos espera tal como nosotros
hemos aprendido a construirlo: sin recetas foráneas ni ajustadores seriales
sino con compromiso, solidaridad y mucha
pasión.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario