Si en el ya famoso video, los conceptos de los tres
economistas ligados al PRO estremecen y
hasta asquean un poco, lo que no se ve produce un mayor impacto: el
auditorio. ¿Con qué sentimiento escuchaban
los empresarios presentes, que se han enriquecido como nunca en estos años?
¿Sorpresa, incredulidad, indiferencia? ¿Avidez,
ansiedad, esperanza? La casi paródica intervención de Miguel Ángel Broda, ¿habrá desatado alguna sonrisa o un solemne
gesto de asentimiento? Que alguien considerado un experto diga que todos
los indicadores económicos han mejorado pero hay que hacer lo imposible para
que el país se desmadre debe producir algún tipo de reacción. Si todo marcha bien, ¿cuál es el problema?
Si desde 2003 hemos recuperado derechos, dignidad y soberanía, además de un
crecimiento insólito en la actividad productiva, ¿por qué hay un sector que pugna por regresar a las peores experiencias
del pasado?
Tal vez porque no conocen otra forma de pensar las
cosas; quizá aún no han advertido que la
crisis de 2001 se produjo gracias a sus recetas; o sí, pero no les importa;
o puede ser que quieran provocar una
nueva catástrofe para volverse imprescindibles y recuperar, de paso, algo
de la preponderancia perdida. A lo mejor se sientan desplazados y ya sabemos
que los celos pueden conducir a reacciones impredecibles. Soberbios, cabezotas o malvados. Cualquier cosa se puede pensar de
Broda, Melconian y Espert, menos que son
patriotas comprometidos con el destino de todos.
Siempre con la mirada puesta en los países serios, que respetan religiosamente la
libertad de mercado, aunque su población
se hunda en la pobreza y la desesperanza. Siempre atentos a la emisión
monetaria, el gasto público y la cotización de la moneda pero ajenos al bienestar de los ciudadanos.
Siempre preocupados por recitar preceptos pero desatentos a las realidades.
Como sea, amenazan nuestro futuro y de la mano de un
candidato que se está construyendo como
uno de los más perversos engaños. Ya sabemos que desde hace un par de
semanas el pre candidato a presidente Mauricio Macri pretende conquistar
voluntades prometiendo la continuidad de
aquellas políticas que antes denostaba. Tan obsceno ha sido el giro del PRO
que el diputado Federico Pinedo no sólo asegura que hay que negociar duramente
con los buitres sino que ahora hasta se
atreve a decir que el fallo del juez neoyorkino Thomas Griesa “es un mamarracho”. Por si la memoria falla, algunos meses
atrás decían que había que obedecer ciegamente la sentencia y ahora, hasta parecen reivindicar el desacato.
Lo que algunos no quieren ver
Un poco de desconcierto reina en el flanco de los
opositores. El revuelo producido por el giro discursivo –sólo discursivo- de
Macri permitió que algunos candidatos evanescentes como Sergio Massa surgieran
de sus cenizas. “Vamos a sacarles los
planes a quienes no quieren trabajar” –amenaza en un spot- “con los planes no se roba más”. Tal
vez no sepa que desde hace años no existen los planes que ocultaban la falta de
trabajo. Ahora hay programas que lo incentivan.
Pero como cierta desesperación lo conduce a atrapar bagres en un río revuelto,
promete cualquier cosa, aunque no tenga sustento. Total, como sabe que no va a ganar puede jugar con las incongruencias,
como incentivar la exportación de los “mejores
cortes” y a la vez promover un plan para que la gente “pague la carne vacuna más barata”. Aunque el autor de estos
apuntes no posee una bola de cristal, presiente
que si se libera la exportación cárnica, sólo nos dejarán el bofe y a precio de
oro.
Mientras los postulantes y sus mediáticos promotores
intentan convencernos de que vivimos en el peor país del mundo –como Fernando Niembro,
durante el último partido de River- el
mundo nos observa como si quisiera fotocopiarnos.
Organismos internacionales ponderan las políticas de inclusión que nos han
permitido combatir el hambre y la desigualdad, la moratoria previsional que nos
convierte en un país con cobertura cercana al 100 y el crecimiento de la
inversión educativa y la garantía de gratuidad en todos sus niveles. Estas medidas direccionan recursos a la
base de la pirámide social, lo que permite activar el mercado interno y una
circulación ascendente de las divisas. Si, en lugar de eso, se eliminaran las
cargas impositivas a los sectores de mayores recursos, esas sumas sólo irían a descansar de por vida a una cuenta bancaria
en el extranjero y sin declarar.
Este mecanismo de redistribución del ingreso
permitió que la clase media haya más que duplicado su población, pasando el 32 por ciento, cuando en 2001
apenas representaba al 15. Y esto a pesar de las avivadas de los poderosos que incautan divisas a través del aumento
desproporcionado de los precios que consumimos. Como esto no es un modelo, sino
un proyecto que se construye sobre la marcha, el plan Precios Cuidados apareció para frenar un poco el latrocinio.
A pesar de las zancadillas de los grandes productores y las burlas de los
medios dominantes, el programa se ha instalado en gran parte de la población y
ha logrado contener la ascendente carrera inflacionaria que se había iniciado
el año pasado, después de la devaluación
forzada por los conspiradores de siempre.
Tanto éxito promete esta iniciativa que un grupo de
diputados socialistas de Uruguay tratan de impulsar algo similar, ya que la consideran “eficaz para controlar el aumento de los precios”. Uno de ellos, Gonzalo Civila, presume
que permitirá “poner sobre la mesa las
rentabilidades de cada sector para explicarle a la gente quién se queda con las ganancias cuando aumentan los precios”. Por
lo que parece, los socialistas
argentinos no son tan despiertos como los uruguayos.
Y si algo faltaba para descolocar a la oposición, el
Comité Ad Hoc sobre Procesos de Reestructuración de Deuda Soberana aprobó nueve
principios fundamentales, a pedido de
Argentina y el G77 más China. La batalla contra los buitres y la
resistencia del Gobierno Nacional a los picotazos ha inspirado a la mayoría de
los países del mundo. Estos principios impedirán que un juez embebido de soberbia imperial y adornado debidamente por los
litigantes ponga en jaque a un país que quiere saldar su deuda sin empobrecer
a su pueblo. Tal vez por eso, Macri y todos los integrantes del club PRO hayan
cambiado de posición.
En realidad, no cambiaron, sino
que simulan haberlo hecho.
Pero ya estamos entrenados para distinguir quiénes son los que defienden
nuestros intereses y quiénes los que
quieren atropellarlos. Ya no podemos confundirnos tanto, más ahora que nos
hemos dado cuenta del valor de un Estado
sólido dispuesto a estar de nuestro lado hasta en los peores momentos.
Claro como el agua clara !!! Excelente Gus :)
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