viernes, 10 de julio de 2015

Independencia a medida



Aunque muchos no se hayan enterado, el martes pasado hubo una protesta en la Capital Nacional de la Manipulación. Un grupo de individuos con pretensiones patricias salió de sus sarcófagos para reclamar por la restitución del juez Luis María Cabral en un cargo que no le corresponde. Un trámite administrativo despertó una gesta patriótica. Algunos iluminados gritaron basta de tiranía, entre otros improperios dirigidos a La Presidenta, blanco de todos los repudios. Muchos de los asistentes, ostentaron un odio indisimulable, alimentado a fuerza de titulares hegemónicos. La más importante de las demandas fue el de la Justicia Independiente, un ideal que puede parecer muy revolucionario pero, en este contexto, es una soberana tontería.
Quizá puede resultar agotador de-construir ese reclamo –el de la Justicia Independiente- pero no está demás esbozar una síntesis como punto de partida. Cuando un sector minoritario plantea la independencia, tanto del Poder Judicial como de los medios de comunicación, sólo está buscando resguardar privilegios. Ese término que puede encender el corazón de un patriota, en boca de estos personajes congela los buenos sentimientos. En realidad, no lo plantean como un valor sino como un arma para condicionar a los gobiernos democráticos, como un escalón para recuperar el control del país. La Justicia como escudo protector y los medios como voceros y fuerza de choque del Poder Fáctico. Cualquier cosa que trate de modificar esa lógica será considerada como el gesto autoritario de una mayoría circunstancial.      
Como todavía ostentan poder, pueden hacer cualquier cosa con las palabras; hasta darles el sentido que mejor les convenga. No sólo hacen lo que quieren con ‘independencia’ sino también con ‘libertad’. Cuando un poderoso reclama libertad está exigiendo, no el fin de una opresión que nos afecta a todos, sino de la contención de sus apetencias por parte de un Estado comprometido con el bienestar general. Esa libertad no es otra cosa que el libertinaje para convertir al país en un coto de caza para llenar sus arcas. Esa libertad que desean no termina en otra cosa más que en el avasallamiento de los derechos de la mayoría. Ya la hemos padecido. Esos reclamos son tan vetustos que intoxican el aire con sus nostálgicos hedores y por eso logran sumar tan pocos manifestantes.
El compromiso de la construcción
Ahora, hasta el Papa parece mirar hacia un lugar distinto. Si no fuera por sus pontificales ropajes, parecería el líder de un movimiento revolucionario. O a lo mejor lo parece por vestir de Papa. Como sea, si los restauradores del neoliberalismo esperaban encontrar un aliado en la Santa Sede, con Francisco se llevaron flor de chasco. Porque el pontífice argentino no habla de la pobreza como sus predecesores, poniendo el eje en la caridad individual, sino que apunta al núcleo que genera la desigualdad: el capitalismo financiero, voraz, despiadado y apátrida. Tal vez sea una nueva estrategia para acrecentar el rebaño, un poco desperdigado por la decadencia de Juan Pablo II y el tufillo medieval del emblemático Ratzinger, pero por ahora es funcional para la Patria Grande.
En lo que menos parece pensar el ex Bergoglio es en condenar a los populismos y aliarse con los nostálgicos de los noventa. La sangría especulativa, el consumismo ilimitado y los monopolios mediáticos fueron los blancos preferidos de su gira latinoamericana. Ni una palabra pronunció que pueda utilizarse para un titular agorero. El Papa ya se está transformando en un indeseable para los enemigos de cualquier patria.  
Enemigos que están cada vez más cercados. Tanto, que ya no pueden disfrazarse de nada. En los foros y coloquios en los que se reúnen no hacen más que exigir medidas económicas que, si en otros tiempos podían parecer resultado de sesudos análisis técnicos, hoy sólo muestran la obstinación de los que no entienden nada. ¿O no es paradójico que, a pesar de que los agro-empresarios reconocen que en estos diez años les ha ido como nunca, prefieren las medidas del pasado? A pesar del agua que ha pasado bajo el puente, todavía exigen ajustes, devaluaciones y reducción impositiva. Medidas que, de tomarse, nos conducirían sin escalas a una recesión con crisis incluida.
Y tan automatizados están que dicen que estamos atravesando una crisis. Como si no supiéramos de esas cosas los argentinos. A golpes de mercado, terminamos siendo expertos en crisis. Las olfateamos cuando apenas se asoman al horizonte. Y hablan de inflación como si no la recordáramos. Hasta los analistas más opositores reconocen que los precios tienden a la baja y los más alucinados dibujan un índice que alcanza, con mucho esfuerzo imaginativo, al 2 por ciento mensual. Sin embargo, siguen hablando de la inflación como el cáncer que carcome el salario de los trabajadores. En todo caso, lo que ellos llaman inflación es el descontrol de los grandes empresarios que sustrae más de lo necesario de nuestras billeteras.
Succionar nuestros salarios es, para ellos, libertad de mercado. Ahí no hay propiedad privada que valga. Para esa minoría insaciable, los principales valores de la República son privilegios de uso exclusivo. Todo control vulnera su libertad, su propiedad, su independencia. Sin embargo, Precios Cuidados incluye ya a más de 500 productos y ha demostrado ser una eficaz referencia para contener la suba de precios. Y además, la Agencia Federal de Inteligencia, tendrá entre sus objetivos evitar “las acciones desestabilizadoras mediante corridas bancarias, cambiarias, desabastecimiento y golpes de mercado”.
Antes no teníamos tan en claro estas cosas. Algunos todavía siguen recitando la salmodia de los medios hegemónicos, pero parecen cada vez menos. Algo estamos aprendiendo. Por eso les da tanto trabajo engañarnos con las mismas tretas. Si en febrero lograron una conmovedora marcha por la muerte del fiscal Nisman, ahora despiertan pena con su concentración a favor del juez Cabral. Ellos hablan de independencia para resguardar sus privilegios, pero nosotros sabemos cómo construirla para ampliar nuestros derechos. “Este proyecto le ha dado independencia al país –explicó Cristina en Tucumán- y ha honrado el legado de los que tantos lucharon”. Así seguimos, armando nuestro país a la medida de todo un pueblo, mientras un puñado de confundidos se cree iluminado por estar frente al televisor.

1 comentario:

  1. Ese grupete de patricios reclamando la restitución al cargo ¿que cargo? El juez Cabral es juez subrogante, juez suplente. A veces la ignorancia mezclada con maldad e inquina, personalmente me rebela.

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