Aunque muchos no se hayan enterado, el martes pasado
hubo una protesta en la Capital Nacional
de la Manipulación. Un grupo de
individuos con pretensiones patricias salió de sus sarcófagos para reclamar por
la restitución del juez Luis María Cabral en un cargo que no le corresponde.
Un trámite administrativo despertó una gesta
patriótica. Algunos iluminados gritaron basta
de tiranía, entre otros improperios dirigidos a La Presidenta, blanco de
todos los repudios. Muchos de los
asistentes, ostentaron un odio indisimulable, alimentado a fuerza de titulares
hegemónicos. La más importante de las demandas fue el de la Justicia Independiente,
un ideal que puede parecer muy revolucionario pero, en este contexto, es una soberana tontería.
Quizá puede resultar agotador de-construir ese
reclamo –el de la Justicia Independiente- pero no está demás esbozar una
síntesis como punto de partida. Cuando un sector minoritario plantea la independencia, tanto del Poder Judicial
como de los medios de comunicación, sólo
está buscando resguardar privilegios. Ese término que puede encender el
corazón de un patriota, en boca de estos
personajes congela los buenos sentimientos. En realidad, no lo plantean
como un valor sino como un arma para condicionar a los gobiernos democráticos, como un escalón para recuperar el control
del país. La Justicia como escudo protector y los medios como voceros y
fuerza de choque del Poder Fáctico. Cualquier
cosa que trate de modificar esa lógica será considerada como el gesto
autoritario de una mayoría circunstancial.
Como todavía ostentan poder, pueden hacer cualquier
cosa con las palabras; hasta darles el sentido que mejor les convenga. No sólo
hacen lo que quieren con ‘independencia’ sino también con ‘libertad’. Cuando un
poderoso reclama libertad está
exigiendo, no el fin de una opresión que nos afecta a todos, sino de la contención de sus apetencias por
parte de un Estado comprometido con el bienestar general. Esa libertad no
es otra cosa que el libertinaje para
convertir al país en un coto de caza para llenar sus arcas. Esa libertad que
desean no termina en otra cosa más que en el
avasallamiento de los derechos de la mayoría. Ya la hemos padecido. Esos
reclamos son tan vetustos que intoxican
el aire con sus nostálgicos hedores y por eso logran sumar tan pocos manifestantes.
El compromiso de la construcción
Ahora, hasta el Papa parece mirar hacia un lugar
distinto. Si no fuera por sus pontificales ropajes, parecería el líder de un movimiento revolucionario. O a lo mejor lo
parece por vestir de Papa. Como sea, si los
restauradores del neoliberalismo esperaban encontrar un aliado en la Santa Sede,
con Francisco se llevaron flor de chasco. Porque el pontífice argentino no
habla de la pobreza como sus predecesores, poniendo el eje en la caridad
individual, sino que apunta al núcleo
que genera la desigualdad: el capitalismo financiero, voraz, despiadado y apátrida.
Tal vez sea una nueva estrategia para acrecentar el rebaño, un poco desperdigado
por la decadencia de Juan Pablo II y el tufillo medieval del emblemático Ratzinger,
pero por ahora es funcional para la Patria Grande.
En lo que menos parece pensar el ex Bergoglio es en condenar
a los populismos y aliarse con los nostálgicos de los noventa. La sangría especulativa, el consumismo
ilimitado y los monopolios mediáticos fueron los blancos preferidos de su gira
latinoamericana. Ni una palabra pronunció que pueda utilizarse para un
titular agorero. El Papa ya se está transformando en un indeseable para los enemigos de cualquier patria.
Enemigos que están cada vez más cercados. Tanto, que
ya no pueden disfrazarse de nada. En los foros y coloquios en los que se reúnen
no hacen más que exigir medidas económicas que, si en otros tiempos podían
parecer resultado de sesudos análisis técnicos, hoy sólo muestran la obstinación de los que no entienden nada. ¿O
no es paradójico que, a pesar de que los agro-empresarios reconocen que en
estos diez años les ha ido como nunca, prefieren las medidas del pasado? A pesar del agua que ha pasado bajo el
puente, todavía exigen ajustes, devaluaciones y reducción impositiva. Medidas
que, de tomarse, nos conducirían sin escalas a una recesión con crisis
incluida.
Y tan automatizados están que dicen que estamos
atravesando una crisis. Como si no supiéramos de esas cosas los argentinos. A golpes de mercado, terminamos siendo
expertos en crisis. Las olfateamos cuando apenas se asoman al horizonte. Y
hablan de inflación como si no la recordáramos. Hasta los analistas más opositores reconocen que los precios tienden a
la baja y los más alucinados dibujan un índice que alcanza, con mucho
esfuerzo imaginativo, al 2 por ciento mensual. Sin embargo, siguen hablando de
la inflación como el cáncer que carcome
el salario de los trabajadores. En todo caso, lo que ellos llaman inflación
es el descontrol de los grandes
empresarios que sustrae más de lo necesario de nuestras billeteras.
Succionar nuestros salarios es, para ellos, libertad
de mercado. Ahí no hay propiedad privada que valga. Para esa minoría
insaciable, los principales valores de la República son privilegios de uso
exclusivo. Todo control vulnera su
libertad, su propiedad, su independencia. Sin embargo, Precios Cuidados
incluye ya a más de 500 productos y ha
demostrado ser una eficaz referencia para contener la suba de precios. Y
además, la Agencia Federal de Inteligencia, tendrá entre sus objetivos evitar “las acciones desestabilizadoras mediante
corridas bancarias, cambiarias, desabastecimiento y golpes de mercado”.
Antes no teníamos tan en claro estas cosas. Algunos
todavía siguen recitando la salmodia de los medios hegemónicos, pero parecen cada vez menos. Algo
estamos aprendiendo. Por eso les da
tanto trabajo engañarnos con las mismas tretas. Si en febrero lograron una
conmovedora marcha por la muerte del fiscal Nisman, ahora despiertan pena con
su concentración a favor del juez Cabral. Ellos
hablan de independencia para resguardar sus privilegios, pero nosotros sabemos
cómo construirla para ampliar nuestros derechos. “Este proyecto le ha dado independencia al país –explicó Cristina
en Tucumán- y ha honrado el legado de los
que tantos lucharon”. Así seguimos, armando nuestro país a la medida de
todo un pueblo, mientras un puñado de confundidos se cree iluminado por estar
frente al televisor.
Ese grupete de patricios reclamando la restitución al cargo ¿que cargo? El juez Cabral es juez subrogante, juez suplente. A veces la ignorancia mezclada con maldad e inquina, personalmente me rebela.
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