Una
vez más, los hechos demuestran que el versito del aislamiento del mundo no tiene
sentido. Ahora, hasta el Imperio podrá degustar nuestras carnes, después de
reconocer que están libres de aftosa. Un capricho que se prolongó durante más
de siete años y que significó una
pérdida de casi 2000 millones de dólares en exportaciones. Y una chicana más
que pierden los agoreros en plena campaña electoral. Por lo que parece,
sólo les queda Cabral, más como emblema que como conflicto real. Aunque la
Corte Suprema le dio la espalda y la Cámara de Casación aceptó el nombramiento
de los nuevos jueces, los desconcertados
miembros de la oposición seguirán presentando este enredo como un atropello
institucional. Y, sin razón, tratarán de movilizar cacerolas no ya para
derrotar a un proyecto imbatible sino, al menos, para verificar que no están tan solos en el ridículo en que han caído.
Oportunistas
como son, tal vez puedan orientar el timón hacia otra causa justa y, en lugar de salir a las calles por la restitución de
Cabral, porten carteles que clamen Yo soy Xipolitakis. Sobre todo ahora que Aerolíneas
demandará a la modelo por su travesura
con los pilotos en el vuelo de Austral y que la Justicia pone su ojo en el novio rosarino. Como dice un viejo
refrán: fue por lana y salió trasquilado.
O, en un lenguaje más terrenal, arrojaron barro y acabaron embarrados. Nada importa si el objetivo es demostrar
que el kirchnerismo es malísimo.
Pero
no les sale. Apenas pueden mantener la indignación de un manojo de individuos a
fuerza de alimentar prejuicios. En eso, no se puede negar que son algo
efectivos: imponer a Rodríguez Larreta
como candidato preferido es todo un logro. ¿Qué convicción o garantía puede
impulsar el voto por alguien así? No es locuaz, simpático ni demuestra
inteligencia. En blanco y negro, parece un golpista de los ’50. En una película
de superhéroes, sería el perfecto asistente del villano. Cualquier cosa puede parecer el delfín de Macri, menos un candidato a
Jefe de Gobierno de la capital de un país.
Porque
Lousteau es más engañoso. Tanto, que logró ser ministro de Cristina. Hasta
puede despertar fantasías nocturnas. Con ocultar el oscuro financiamiento de su campaña a fuerza de desmantelar el
Hospital de Clínicas basta para conquistar algunas voluntades. Más allá de
los adornos y los rulos, los dos
candidatos representan el mismo modelo del que no sólo nosotros estamos
escapando. Pero el gobierno de la CABA es un problema de los porteños, que
seguirán enredados en un irresistible hechizo. El futuro del país es algo más
serio y no puede orientarse al amarillo
porque, ya sabemos, se tornará muy oscuro.
Bifurcación a la vista
No hace falta ser muy sagaz para detectar estas
amenazas en el discurso macrista. Aunque trate de disimularlo, por sus poros escapan el afán privatista y
su afición a los recortes. Instinto neoliberal, que le dicen. Cuando
quiere, abandona su mirada descontextualizada de la vida para abordar una caprichosa
lectura de la historia, de acuerdo a lo
que le dicte su ventrílocuo. En la sede de la UIA –ante algunos empresarios
nuevos y otros resucitados- planteó que en estos tiempos, “sólo existe un intento de reindustrialización, no hay gran avance
respecto de 1989”. Si los números confirmaran esto, habría que advertir que
después de ese año llegó la década del Infame
Riojano tantas veces elogiada por el patricio Alcalde. Un poco más claro:
si desde el punto de vista industrial estamos como 1989 es porque perdimos
tiempo hundiéndonos en el fango
neoliberal que Mauricio Macri quiere restaurar.
Con su famoso equipo –ponderado con empalago por
Domingo Cavallo- en breve desembocaremos en una crisis similar a la de 2001. O
peor, porque en estos años nos hemos
acostumbrado a vivir con una modesta dignidad. Si falla la memoria –como puede
apreciarse en algunos cincuentones- con sólo dirigir la mirada hacia la
malograda Grecia se comprenderá fácilmente de qué estamos hablando. Recortes, recesión, corralito y aprietes
por parte de los organismos financieros. Menos mal que desde allá sí saben
mirar y tienen la oportunidad de elegir su destino con una consulta popular. Nosotros no tuvimos esa posibilidad y nos
despojaron de todo derecho.
Ahora sí podemos elegir entre volver al ’89 o seguir
para adelante; entre tomar el atajo que
nos conduce a una eterna calesita o seguir por este camino que ya está
mostrando sus jugosos frutos.
Muy bueno como siempre Gustavo.
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