Esta
semana se difundió el spot de campaña de Máximo Kirchner como candidato a
diputado en Santa Cruz. En él aparecen dos
mentiras de Clarín y la declaración de
principios del pre candidato Mauricio Macri respecto a los fondos
buitre. Los soldados del monopolio apelaron una vez más a su descomunal
cinismo, pero reforzado. No sólo no se disculpan ante su público por haber
inventado las falacias sino que ahora
dicen que nunca han dicho lo que dijeron. Pero no son sólo éstas las
manifestaciones de su estertor. La opereta de Bonadío y el allanamiento del
departamento de Víctor Hugo Morales pueden pensarse como muestras de un poder en decadencia pero también como el anticipo
de lo que será el futuro si la presidencia del país llega a manos del emisario
del establishment.
En
verdad, hay que ser muy desmemoriado para no evocar esa insistente pantalla en
bares y salas de espera. El televidente que tiene estos medios como única
fuente de información no deberá estar
muy agradecido por sembrar semejante confusión en su sesera: ¿habrá soñado,
entonces, las denuncias de las cuentas en el extranjero o el exagerado sueldo
de Kicillof?; ¿quién valora, entonces, tanta
saliva empeñada en denostar este proyecto en el colectivo, la oficina o la
cola del banco? Un desprecio sin igual a
la inteligencia del público que se somete a diario a la prejuiciosa
desinformación del casi monopolio.
Pero
los manotazos van para todos lados, impetuosos, agónicos, impotentes. Ya no pueden, como otrora, convocar un
cacerolazo memorable. Y eso que intentan a diario incrementar la indignación republicana a fuerza de
prejuicios y patrañas disfrazadas de noticias. Y eso que tienen peones y sicarios en sectores estratégicos,
dispuestos siempre al ridículo con tal de satisfacer al diabólico Amo. Un día
promueven una protesta por un trámite administrativo y al otro convocan a la conmemoración del voto no-positivo.
El
capítulo de Bonadío les salió bastante bien, al menos si se lo piensa como una provocación. El procedimiento
protagonizado por el cuestionado juez es antijurídico desde donde se lo mire.
Una solicitud por correo hubiera sido lo más lógico, pero no habría alimentado
titulares. No, la búsqueda del impacto mediático necesitaba
la invasión de una jurisdicción con policías municipales. El éxito es el
apartamiento de la causa porque eso, según dicen ahora, confirma las denuncias
y les permite pontificar sobre la independencia del Poder Judicial. Independencia
que significa, para ellos, que un grupo
de jueces se dedique a proteger intereses y privilegios de los integrantes del
Círculo Rojo.
Promesas de pasado
Los
que más claman por las garantías republicanas son los que las manipulan a su
antojo. Los que más exigen transparencia
son los más oscuros. Los que más se rasgan las vestiduras por el
funcionamiento de las instituciones son los que las tienen a su servicio. Los
directivos de Clarín y La Nación están, desde hace años, protegidos por una soldadesca tan obediente que ya no despiertan
envidia, sino vergüenza ajena. La ex Tribuna
de Doctrina debe al fisco una fortuna desde hace más de diez años pero goza de la protección de la Corte Suprema
de Justicia. El ex Gran Diario Argentino no sólo tiene
impunidad para mentir sino para ocultar
los delitos de Lesa Humanidad cometidos por sus propietarios y evadir fortunas
al extranjero. Algunos jueces se niegan a citarlos y otros obedecen ciegamente sus órdenes. Y encima están los que prolongan su poder con medidas cautelares
que facilitan el incumplimiento de las leyes.
Así
no hay gobierno, democracia o país que aguante. No hay pueblo que soporte
semejante pisoteo. No hay paciencia tan
infinita. No hay futuro posible con esta caterva de conspiradores o si lo
hay, pinta tan tenebroso que da escalofríos. Dos de los episodios de esta semana podrían convertirse en postales del
mañana. El juez federal Claudio Bonadío debería haber solicitado la
información que precisaba a vuelta de correo pero decidió hacerlo
personalmente. Claro, no con fuerzas federales, como correspondía, sino con la
policía metropolitana, prestada por Mauricio Macri. El Alcalde porteño proporciona sus tropas para una intromisión
jurisdiccional. El Ingeniero Amarillo invade otra provincia, como si fuese
un gobernante del siglo XIX, con un
impulso unitario para someter a los bárbaros. ¿Y después se quejan porque
apartaron al juez de la causa? Por ahora, la sacaron barata los que pergeñaron esta parodia de los sangrientos episodios
de la construcción de nuestro país.
El
otro episodio ineludible, doloroso y repudiable fue el apriete mafioso padecido por Víctor Hugo Morales y su familia. No
hace falta relatarlo porque está en la memoria de todos. Sí es necesario
resaltar la similitud con los
procedimientos de la dictadura, aunque también en tono de parodia. Los
abogados de Clarín, sobre todo Damián Cassino, pueden provocar risa con el
rictus serio pero la intención fue atemorizar.
En los dos episodios están las intenciones: imponer e intimidar. Así
gobernará el emisario de estos siniestros personajes. Así han gobernado en
el pasado. Pero ahora es distinto porque ya los conocemos. Ahora es diferente
porque tienen que dar la cara y exhibir su bestialidad. Ahora es más fácil
porque han perdido toda sutileza pero
sobre todo porque hemos aprendido a derrotarlos.
Hola Gustavo comentando espaciado pero sin dejar de leer tus apuntes. Yo en la CABA despues de pensarlo mucho y a disgusto ( algun momento debetemos hacer un serjo analisis de lo q pasa en CABA) decidi hacerme los rulos antes de hacer crecer el monstruo Abzo
ResponderBorrarjpierantoni
Está bien. Si yo viviera en la CABA haría lo mismo aunque sin hacerme los rulos porque no tengo con qué. Espero que Macri haya aprendido a bailar la marcha fúnebre
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