Los
especuladores disfrazados de organismos internacionales amenazan a Grecia y sus
ciudadanos están ante una decisión crucial. El presente evoca nuestro pasado para que nadie se confunda. Entre
tanto, el parlamento belga sancionó una ley para evitar el ataque de esas
sanguijuelas, que ese país se convierta en una nueva presa y que un juez se
muestre como el chef de un suculento plato. Además, para que a nadie le pase lo
que a nosotros, la ONU está elaborando normas
de convivencia entre los fondos especulativos y los terrícolas. La dramática experiencia que nos sorprendió apenas
comenzado el siglo y la manera en que zafamos de sus garras se ha convertido en una película que quiere
estrenarse en todos los países. Acá debería ser éxito de taquilla pero
algunos prefieren mirar los bodrios que los medios dominantes inventan todos los
días más para alimentar sus arraigados
prejuicios que para tener una mirada sobre las cosas que ocurren.
Y
ni se enteran de estas cosas; o tal vez sí, pero apenas consumen un título
engañoso, que les presenta la crisis griega como si fuera una catástrofe climática o un error estratégico del nuevo
presidente Alexis Tsipras, como si la historia recién empezara. Lo de siempre,
memorizan un amasijo de datos confusos y manipulados que toman como información
confiable. Si alguna vez la verdad les explota a la cara no se enojan con el
que les ha mentido, sino con quien pone
en evidencia el engaño.
Después,
transitan por la vida como ciudadanos bien informados y críticos, seguros al
afirmar que Venezuela es una dictadura que mete preso al que piensa distinto, sin tener en cuenta que el reo había planeado un golpe de Estado,
con el asesinato del presidente incluido. Y sostienen esto ignorando que
las más duras críticas hacia la República Bolivariana provienen de un país con
reyes, príncipes, duques y condesas que
acaba de sancionar una dura ley contra la libertad de expresión. Esos
individuos colonizados por las manipulaciones mediáticas se convierten en un revoltijo difícil de de-construir y
reordenar. Aunque uno gaste saliva en aportar datos certeros, seguirán
recitando que a Nisman lo mató el
gobierno porque denunció a la Presidenta, que hay que cumplir el fallo de Griesa porque lo dice la Ley, que lo
que pasa en Argentina no ocurre en ningún país, que el Gobierno echó a un juez y no respeta la independencia de los
poderes. En vano todo esfuerzo: hay
una minoría que se deja llevar por sus prejuicios, aunque caiga en groseras
contradicciones.
El estreno por venir
A
esta conclusión ya hemos llegado muchas veces, pero nunca vamos más allá.
Esto no significa la búsqueda del
pensamiento único ni nada que se le parezca. Cada uno tiene derecho a
pensar lo que se le da la gana, sin dudas. Eso como individuo. Como persona,
tal vez no. Sentimientos, recuerdos y
sensaciones también deben formar parte del pensar. Y como ciudadano, con
sólo mirar en nuestro entorno podremos advertir que las cosas no están tan mal
como pretenden hacernos creer. Desde el retorno a la democracia, jamás hemos
vivido tantos años sin esos sacudones que nos alteraban la vida. Reconocer eso necesita cierta
responsabilidad social. O al menos, un poco de honestidad. Ahí debe entrar el prejuicio, que es lo que
prima.
El
prejuicio ordena el pensamiento. Admitir que estamos mejor que antes
significaría valorar, al menos, algunos aspectos del proyecto kirchnerista. Con
admitir un logro, el entramado de
repudios que han construido en estos años se desmoronaría como un castillo de
naipes. Con la oscilación de una pieza, el efecto dominó los dejaría
despojados del rechazo que han incrementado con cada titular. Quedarían
desnudos y tal vez deslumbrados por una luz que no habían experimentado nunca. Quizá teman descubrir cuán equivocados han
estado.
Por
eso prefieren la película de los buitres, la de los medios hegemónicos, la que adultera la realidad con sus más
destructores venenos, la que inventa hechos abusando de la libertad de
expresión, la que presenta análisis descabellados a partir de esas invenciones,
la que anuncia desde hace años las
catástrofes más terroríficas. Esa película que muestra el sendero tenebroso
como si fuera el más florido sendero y a los más fieros monstruos como tiernos cachorros. Tercos o masoquistas, prefieren
seguir viendo esa película.
Mientras
tanto, una mayoría creciente no se
entretiene con estas horrendas producciones fílmicas. Hay otra cosa en
construcción: el país que siempre hemos soñado y que recién ahora comenzamos a merecernos. Aunque en el futuro nos guíe
alguien más opaco, ya conocemos el
camino y de alguna manera armaremos una antorcha para apartar las sombras.
De la película que narre esta historia, nos dedicaremos después.
Duele Grecia. Duele...
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