Macri no habló en
inglés ante la asamblea anual de la ONU como muchos suponían, sino en un castellano de teleprompter y como si la
campaña no hubiese terminado. El empresidente
aprovechó a fondo su visita a Nueva York, no sólo para suplicar inversiones
en Wall Street y la fundación Bill Clinton sino para posar junto a Juliana
Awada en fotos más acordes para una
estrella que para un político. También protagonizó un papelón diplomático
respecto a la soberanía sobre las Islas Malvinas, algo que sugiere su poco interés en el tema. Interés
patriótico, porque el económico sobra.
Las islas son para él una fuente de riquezas que quiere compartir con los invasores, muy necesitados de ingresos
extras ahora que han roto con la Unión Europea. En verdad, todo el país es
pensado de esa manera por quien fue elegido para representarnos: como un sustancioso botín para ser explotado por
cualquiera menos por los argentinos.
El ingeniero cree
portar una magia irresistible. Algo
de eso debe haber, si no resulta
imposible explicar que haya llegado adonde llegó. Sin embargo, fronteras
afueras no tiene el mismo efecto. Aunque declare que con su arribo a La Rosada
las cosas se han transformado de raíz, los
inversores se hacen desear a la hora de desatar la tan prometida lluvia de
dólares. Sonrisas de cortesía y palmadas en la espalda es todo lo que
recibe después de sus casi desesperados clamores. Tal vez la zigzagueante
historia de Argentina los haga desconfiar
de la eficacia del control amarillo. O el prontuario de la familia Macri,
que incluye complicidad con la dictadura, evasión impositiva, contrabando y
lavado de dinero, espante a algunos con historial parecido, pero temerosos de toparse con competidores de
tamaña envergadura.
Quizá el recelo
provenga del doble discurso que
despliega cada vez que abre la boca. Un
país con pesada herencia jamás puede
ser una gran oportunidad para hacer negocios. La constante denostación a
los gobiernos anteriores parece referir a una nación arrasada, lo que no coincide con los informes presentados
ante los potenciales inversores. Un país desendeudado, con industria
creciente y casi pleno empleo es una
oportunidad de negocios para cualquier emprendedor. Más aún con las riquezas
naturales de nuestro territorio y la calidad laboral de sus habitantes. Sin
embargo, las inversiones ni se asoman.
Otra gran
contradicción se produjo entre lo
relatado en Wall Street en comparación con su recitado en la Asamblea. Si
ante los especuladores pide “al mundo que
apoye a su gobierno en la meta de dejar
atrás décadas de populismo”, resulta inadmisible que en la ONU declare
que “en los últimos años Latinoamérica
hizo grandes esfuerzos para reducir la pobreza, gracias a políticas sociales robustas”.
La indecisión entre abandonar el populismo
o valorarlo desconcierta a cualquiera.
¿Torpezas o traiciones?
Además de las
incoherencias de Macri, lo que desalienta a los inversores es la impericia del “mejor equipo de los últimos 50 años”. Ante los líderes del mundo, el empresidente aseguró que “en
la Argentina nos hemos planteado como horizonte tres grandes objetivos: la
primera meta es avanzar hacia pobreza
cero, el segundo objetivo es derrotar
al narcotráfico, la tercera meta es unir
a los argentinos a través del diálogo, el respeto a la ley y el
fortalecimiento de la democracia”. Si disminuir la pobreza es destruir empleos, derrotar el
narcotráfico es facilitar la fuga de
divisas y unir a los argentinos es demonizar
opositores, las inversiones estarían desbordando los cálculos más
optimistas. Aunque han logrado frenar la inflación provocada por sus primeras
medidas, el camino transitado en estos
nueve meses no auspicia un futuro armonioso. Mientras el Ingeniero asegura
ante los micrófonos internacionales que los argentinos aceptamos con beneplácito los innecesarios ajustes impuestos, el descontento
se hace notar todos los días.
¿Quién puede
creer en sus intenciones dialoguistas cuando gobierna con la prepotencia de un conquistador, cuando las causas
judiciales se transforman en proscripción
política, cuando los periodistas acólitos no cesan de ocultar sus estropicios? ¿Quién puede confiar en el
respeto a la ley de alguien al que le
descubren empresas fantasmas y cuentas off shore todas las semanas? ¿Quién
puede tomar como sincero el compromiso de fortalecer la democracia de alguien
que engañó a sus electores para
conquistar la presidencia? ¿Qué inversión puede estar segura en un país
gobernado por alguien capaz de
traicionarlo?
Además de todo
esto, está el papelón diplomático producto de su mentirita respecto a la discusión sobre la soberanía de Malvinas.
Nada de eso hablará con la Primera Ministra británica Theresa May sino de la manera de sacar el mayor provecho
posible de las riquezas del Atlántico Sur. “No es atribuible a la maldad –razonó CFK ante los estudiantes
reunidos en La Plata para celebrar su día- Apenas es explicable desde la estupidez”. Para suavizar un poco el clima,
agregó: “es apenas una muestra de mediocridad”. Las tres
cosas se combinan en el Gerente de La Rosada: maldad, estupidez y mediocridad. Virtudes
que se derraman a los funcionarios y apologistas, que ya no saben cómo
disfrazar los desaciertos ni frenar la catástrofe por venir.
Aunque se ha
convertido en un fiel exponente de los intereses internacionales, el vértigo de su gestión y la torpeza de
sus disimulos no garantizan demasiada estabilidad. Y como tampoco Brasil
tiene un tránsito muy armonioso, la
región puede tornarse muy convulsionada. El triunfalismo de los
restauradores es un poco apresurado: el
dulce sabor de los derechos conquistados resistirá con fortaleza cuando la
avaricia despiadada de los neoliberales destile su hiel por las gargantas de la
Patria.
muy claro y tristemente cierto
ResponderBorrarEl papelón que hizo Macri demuestra que es un mentiroso serial y cree que la protección mediática es todo terreno. Avergüenza un presidente así. Hay que acelerar los tiempos. Excelente el blog.
ResponderBorrarGermán Ibarra
"Se puede mentir a pocos mucho tiempo, se puede mentir a muchos poco tiempo, pero no puedes mentir a todos todo el tiempo". muy buen comentario. saludos!
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