En estos tiempos
amarillos, todo está trastocado. La normalidad macrista altera los conceptos
y desorienta las conciencias. Mientras un funcionario fundamenta su experticia en “El rincón del vago”, la ministra de
Seguridad alienta la justicia por mano propia. Mientras el ministro de Hacienda considera que un desempleado debería sentirse feliz por contribuir al
cambio con su infortunio, demonizan a un propio para después salir a
defenderlo, en una auto-operación
incomprensible. Tan confusa es esta revolución que la alegría parece tristeza y algunos opositores, oficialistas.
Tanto que hasta los chinos se confunden de foto en los folletos de la Cumbre
del G-20. No es para menos, si los que antes
hacían campaña por el PRO ahora no paran de cuestionar sus medidas. Hasta
Miguel Ángel Broda augura que vamos camino al desastre y desmiente la cantinela de la pesada herencia. Hasta el diario El
País, de España, que otrora fotocopiaba los titulares anti K de Clarín, ahora
sentencia que “Macri está poniendo a
prueba la paciencia de los argentinos”. Y sí, tanto desconcierto vulnera la paciencia más resistente y la nuestra no
parece ser de esa clase.
En medio de tanto
barullo fáctico, los actores de este culebrón no saben dónde situarse. La
itinerante Margarita Stolbizer estacionó
su progresismo en el Frente Renovador, una especie de sala de maquillaje
para los que no les da la cara para ser
oficialistas ni les alcanza el cuero para ser opositores. Como una heroína
decimonónica, pasea su humanidad por tribunales y estudios televisivos en pos
de una transparencia supra mundana.
El único problema es que su foto-fóbica mirada sólo dirige sus sospechas hacia
el kirchnerismo y no a la fuerza gobernante, donde encontraría casos más sólidos. Su contribución a la causa
republicana se sintetiza en su último libro, en el que pone toda la carne en el asador y se inmola para destruir a
Cristina.
Su contenido debe
ser tan trascendente que entregó, de
manera ceremoniosa, un ejemplar al empresidente antes de su partida a China, para que alimente su veneno durante el
largo trayecto. La elección del título del libro es lo que desconcierta:
“Yo acuso”, afanado sin pudor de un
testimonio del heroísmo de Emile Zola, que denunciaba al presidente de entonces
una injusticia cometida por el propio
oficialismo al condenar por traición a un inocente. En el libelo de
Stolbizer se trastoca todo porque ella
forma parte del sistema que quiere poner tras las rejas a alguien a quien no le
han encontrado culpabilidad en nada de lo que la acusan. Así es el cambio,
tan cambiante que ahuyenta su comprensión.
Promesas que no fueron
Extraña confusión
la de los chinos en la cumbre del G-20. ¿Cómo van a poner la foto de Franco como si fuera el presidente? Un error muy
sospechoso; comprensible si compartieran nombre de pila, como suele ocurrir en
las familias ilustres. O una venganza muy pueril, por todo lo que Macri ha denostado la alianza estratégica
con China durante los últimos años. Hasta el swap de monedas que terminó usando para financiar la fuga de
divisas fue blanco de sus diatribas. El
pez por la boca muere, decían los abuelos y, en este caso, el castigo fue una cara equivocada. La
sorpresa que se habrán llevado los asistentes cuando el que veían hablar como
presidente de los argentinos tenía un aspecto diferente al que aparecía en los
folletos. El fraude PRO trasciende las
fronteras.
Más sorpresa
habrá sido escuchar la tontería del aislamiento
del mundo en la cumbre de un
organismo del que Argentina participa desde hace años. Puertas adentro puede
haber funcionado para indignar a los incautos, pero ante personajes que han tratado con nuestro país sobre múltiples asuntos
no es más que un absurdo. En una mini-cumbre con empresarios, el Ocupante
Temporal de La Rosada declaró que “Argentina
empezó una nueva etapa porque dejamos atrás una década de aislamiento”. Entre
la confusión de la foto y esta brillante apreciación,
los miembros del auditorio debieron
creen que nuestro país se sitúa en una
galaxia muy lejana.
Y mientras Macri trataba de vender las
bondades del Cambio, los miembros de la Cumbre recibían las noticias sobre la
Marcha Federal, una contundente
manifestación contra esas bondades. Explicar a un observador extranjero la
actualidad argentina sin alterar su
equilibrio emocional es trabajo para nigromantes. Una masiva movilización
opositora desde todos los puntos del país para rechazar las medidas tomadas en los primeros meses de un gobierno
que ganó con el 51 por ciento de los votos ya es difícil de comprender. Si a
eso agregamos que para las voces
oficiales la organización estuvo a cargo de la minoritaria fuerza política que perdió las elecciones, nuestro
oyente ya está listo para el diván. Añadir que la imagen positiva de la ex
presidenta trepa en proporción a la
demonización obsesiva de los medios dominantes sería condenarlo al chaleco
de fuerza. De pura maldad, uno podría aportar que la imagen positiva de Macri
está en picada desde hace meses y que hoy
pende de un cuarenta por ciento menguante. Así, nuestro oyente
internacional se lanzaría por la primera ventana que encuentre.
Ante este
enloquecedor panorama, la lluvia de
dólares no se hará realidad aunque el empresidente
suplique por inversiones y cuando vengan, las concesiones para
tentarlas habrán sido tantas que no
producirán ningún beneficio para nuestro país. De todas formas, aunque
Obama felicite a Macri, los potenciales inversores no soltarán un centavo hasta
después de las elecciones legislativas. Y para nosotros, pensar en las
elecciones es un lujo que no nos podemos dar porque hay muchos derechos que son amenazados ahora. Porque el túnel en el
que nos metieron no nos conduce al lugar
a donde queremos llegar. Porque en lugar de combatir la pobreza están multiplicando a los pobres, en
lugar de defender nuestros intereses nos están
poniendo una bandera de remate, en lugar de proteger a los más indefensos
gestionan para incrementar el poder de
los poderosos.
La Argentina del
cambio es una pesadilla recurrente que desconcertaría a Freud. A pesar de que todos los números son preocupantes, los
miembros del Gran Equipo se muestran exitosos y optimistas. Y los que no se someten al purgatorio
inevitable, son tildados de intolerantes y destituyentes. Una locura: los
que apoyan el golpe de Estado en Brasil pontifican sobre democracia. Si la vida
en Argentina está tumultuosa no es por abundancia de subversivos, sino porque las encantadoras máscaras de la campaña ya
dejan de ocultar el verdadero rostro del cambio. La única promesa que se
está convirtiendo en realidad es la de unir
a los argentinos: cada vez somos más
los que resistimos la ceocracia gobernante. Eso es todo un logro.
Eso de "los que no les da la cara para ser oficialistas ni les alcanza el cuero para ser opositores" me recuerda aquello de "Ni oficialistas ni opositres sino todo lo contrario"
ResponderBorrarRespecto de la foto confundida, me llamó mucho la atención habida cuenta que Franco Macri ha sido un asiduo visitante de las altas esferas gubernamentales chinas y ha sido un pionero en abrir mercados allá.
Estos tipos actúan como improvisados aunque responden a un plan de entrega elaborado fuera de nuestras fronteras. Las corporaciones están gobernando al mundo y los presidentes son apenas piezas desechables. Javier Hernández
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