Muchas
cosas pueden cuestionarse de la ceocracia
gobernante, pero sus integrantes tienen algunas virtudes destacables: sorprenden todos los días con sus
exabruptos, sus provocaciones nos mantienen activos y sus falacias ejercitan nuestras
neuronas. Si en lugar de engañar a los electores durante la campaña presentándose
como ángeles salvadores se hubieran
propuesto como entrenadores sociales habrían sacado más votos. Pero todos los
días demuestran que no tienen en mira la
construcción de un país armonioso y equitativo, sino que buscan resucitar una colonia convulsionada y
desigual. La metáfora del ministro de Educación Esteban Bullrich los
muestra como conquistadores sin espada,
el apoyo de Macri a los ciudadanos
justicieros sugiere el exterminio
y la orden de Bonadio para incinerar las cunitas
evoca la inquisición. Si lo que estamos padeciendo es un período de
adaptación hasta que aprendan, todo
bien y cabe la paciencia. En cambio, si así serán los más de tres años que nos
quedan por delante, que no se enojen si
cada tanto poblamos las calles para ponerles un límite.
Y no hay dudas de que lo necesitan. Que un ministro de Educación –o
cualquier funcionario- evalúe como
positivo un genocidio impune como la llamada Conquista del Desierto, es de una gravedad pasmosa. Pero que
considere que en nuestro país todavía
quedan bárbaros a los que se debe civilizar
es como un vuelo sin escalas al
ostracismo. ¿Quién escribe sus libretos? ¿Tan invulnerables se sienten que dicen cualquier cosa en un acto oficial,
como si estuvieran en la mesa de un bar, rodeados de botellas consumidas y
jugando un truco insomne en una madrugada de otoño?
Tal
vez sea producto del sinceramiento, uno de esos conceptos Zen que utilizan a diario para justificar sus desmanes. Ellos
piensan la vida desde el binomio civilización-barbarie y como son tan sinceros,
no lo pueden disimular. Con la grasa
militante y los caudillos
provincianos de Prat Gay y la
necesidad de eliminar la mala ideología
de Hernán Lombardi, pasando por las imprecisiones numéricas sobre los
desaparecidos, parecen fieras
hambrientas babeando ante la visión de una presa. “No hay que ahorrar sangre de gaucho”, escribía Sarmiento, desde su
decimonónica sinceridad. En sintonía con esto, Macri y algunos de sus adláteres
hasta parecen aplaudir cuando un
ciudadano, en un exceso, mata a un delincuente en un dudoso caso de legítima defensa. Por estos episodios y
muchos más podría afirmarse que llevan
esa frase en su ADN, aunque truequen el sustantivo ‘gaucho’ por el enemigo de
ocasión.
Si
no pueden conquistar al retobado, que la
ciudadanía lo linche por delincuente o por K, que al fin y al cabo son la
misma cosa desde su oligárquica visión. Después, habrá que eliminar todo rastro de la epidemia con el fuego refundador de
Bonadio sobre inocentes cunas. Finalmente, con la mitad de la población aún en pie y la tierra asolada por el saqueo que
Ellos mismos alentaron, podrán sembrar las semillas para la colonia que
sueñan.
A todo gas
Los
PRO conquistaron el sillón de Rivadavia –o de Balcarce, la mascota
presidencial- a fuerza de engaños infames, asumieron
dispuestos a apagar un incendio que no existía y ahora están actuando como pirómanos descontrolados. Cada uno de
ellos tiene en sus bolsillos una caja de fósforos para encender la mecha del cóctel
explosivo que están alimentando. La audiencia pública por la tarifa del gas
realizada durante el fin de semana fue una muestra de eso. Hasta se
suspendieron los partidos del ascenso en la CABA para tener más efectivos policiales para la ocasión.
La Usina del Arte se convirtió en una fortaleza que dejó afuera a gran parte de los que se habían anotado para
participar de las deliberaciones. En Córdoba, Rosario, Salta y Neuquén se
vivieron episodios tensos por la restricción del acceso al público. El
cumplimiento de la orden de la Corte Suprema fue en realidad una puesta en escena
para concretar la estafa que están
pergeñando para los usuarios.
Todo
estaba cocinado. El ministro Aranguren –en
una clara muestra del lado de la grieta en donde está- expuso un alucinado
cuadro tarifario con el precio del gas en boca de pozo ya sentenciado. Y el
atroz incremento del 203 por ciento lo anuncia como una buena noticia porque
dio marcha atrás con el saqueo de más
del 1000 por ciento que proponía antes. El gobierno amarillo retirará los
subsidios del gas importado –que es el 26 por ciento de lo que consumimos-, de
la producción base y de la incremental. Si con la renuncia del Estado a cobrar
retenciones a la exportación agropecuaria y minera transferimos recursos a los que no lo necesitan, con el retiro de
los subsidios a la tarifa de gas terminamos financiando la exploración y explotación de las empresas a las que
Aranguren representa. Y si a través de facturas y precios exagerados logran
que consumamos menos de todo, beneficiaremos
a los que quieren engrosar sus cuentas bancarias con los cuantiosos recursos de
nuestro país.
Hacer
un recorrido por las exposiciones de los representantes de usuarios resultaría
excesivo para este modesto espacio. Casi
todos manifestaron su oposición, como
corresponde. El presidente de Consumidores Libres, Héctor Polino, expresó
su rechazo al incremento propuesto porque “implica
una ganancia extraordinaria a las
empresas y además no se corresponde con las posibilidades de pago por parte
de la mayoría de la población”. Otros, como Axel Kicillof, pusieron en
evidencia la dolarización de lo que se
produce acá, una distorsión que puede resultar fatal. Pero quien dio en la
tecla con la síntesis del cambio cultural que está produciendo el Gran Equipo
en Argentina fue Osvaldo Bassano, de Adduc. “El mercado no puede dominar al
Estado”, que de acuerdo al fallo de la Corte “debe garantizar el acceso al consumo”, explicó Bassano y advirtió que
“cercenar
derechos es alterar la paz social”.
Durante
años, estos candorosos pacificadores que
ahora gobiernan denunciaron a Cristina por ser la generadora de la famosa grieta, un artilugio geológico para nombrar la resistencia de las corporaciones
económicas a ceder parte de la renta que generamos entre todos. Ahora que
coparon La Rosada, no les importa que el
número de pobres y desocupados se haya incrementado, que las Pymes y los
clubes de barrio estén tambaleando, que millones de integrantes de la clase
media deban descender un par de
escalones, entre muchas otras consecuencias de sus nefastas medidas. Según
la soberbia mirada de los que se creen dueños de todo, éstos no son conflictos
ni profundizan grieta alguna, sino que es el
camino necesario para la republiqueta feudal con la que sueñan.
Mientras
entretienen al público cautivo de los medios acólitos con fábulas persecutorias
del que piensa diferente, están rematando el país en pos de una integración
que no será beneficiosa para la mayoría. En tanto que el periodismo
cómplice trata de presentar como maravillosa la hecatombe venidera, la deuda externa se incrementa como nunca
en tan poco tiempo, llegando a superar el monto alcanzado por Brasil,
México, Perú y Colombia en conjunto. Mientras el empresidente se mueve como
pez en el agua en las cuevas financieras del Imperio, los emisarios del FMI
vienen a revisar las cuentas para recomendar nuevos ajustes. Esta película ya
la vimos y el final incluye un incendio.
Ellos tienen los fósforos, manejan el gas y no les faltan intenciones de disciplinarnos con los palos que desde
antes de asumir quieren sacudir sobre nuestra resistencia.
Estos tipos provocan permanentemente con su pose clasista y egoísta. Nos conducen a un abismo como el que padecimos a principios de siglo. Cuantos se dejaron engañar. Espero que esta pesadilla termine pronto
ResponderBorrarMirtha Álvarez
Gustavo: tu nota? Excelente, gracias!
ResponderBorrarImpecable descripción. Gracias Gustavo!
ResponderBorrarDisfruté muchísimo cada línea, cada forma . Muy distendida me sentí en la lectura, un remanso.
ResponderBorrarGracias.
@aMonicaLuz