Mal de muchos, consuelo de zonzos, decían los abuelos. Este refrán puede sintetizar lo
que está pasando en la Patria Grande: la
derecha está ganando la pulseada y recuperando el control. La derecha no
tanto como expresión ideológica sino como pulsión económica. De a poco, los países de la región se están
realineando para volver a ser el patio
trasero del Imperio y estar a merced de sus requerimientos. Esta es la
integración al mundo que muchos añoraban: el
retorno al colonialismo pero en versión siglo XXI. Ahora, los colonizadores
no son reyes ávidos de oro para financiar sus lujos y sus guerras sino especuladores sin patria que se quieren
quedar con todo a costa de doblegar al resto. Amargo destino el de nuestros
países, sometidos una vez más a la
succión de un puñado de insaciables, gracias a presidentes cómplices,
parlamentarios títeres, falacias
mediáticas y un público tan distraído como prejuicioso.
Dilma
ya no está, pero el sabor a injusticia que ha dejado este proceso y el dolor que queda en sus seguidores
auguran que volverá. Sesenta senadores más
salpicados por el barro que la enjuiciada tuvieron más poder que los 50
millones que votaron por ella. El poder de la derecha es así, caprichoso,
irracional, lapidario. Antidemocrático,
más que nada. Con mil excusas y hechos no demostrados, la voluntad popular fue burlada una vez más. No con tanques, como
otrora, sino con un arsenal de falacias mediáticas que distorsiona el
entendimiento de sus consumidores. Tanto,
que terminan denostando a los benefactores y coronando a sus victimarios.
El proyecto que colocó al país más desigual en el camino del desarrollo con
inclusión acabó claudicando después de
la última elección, no para garantizar su permanencia sino para acelerar su
retirada.
Allá
con la destitución con formato de institucionalidad y acá con una campaña
mentirosa que presentó a los monstruos
como salvadores. Como sea, los dos países más potentes de la región han
sido copados por la ola neoliberal, que ha
recuperado su fuerza para asolar derechos en pos de multiplicar privilegios.
Después de un paréntesis de más de una década, el subcontinente corre el riesgo
de volver a ser el más desigual del mundo. “La
historia será implacable con el gobierno golpista”, sentenció Dilma Rousseff
en su discurso de despedida. El pueblo
también y mucho más rápido, cuando advierta que los beneficios conseguidos
en estos años se diluyen con los ajustes de catálogo que acostumbran
aplicar las minorías cuando toman el poder.
Las flores de la resistencia
De
a poco, en Brasil se acrecentará la reacción. Las movilizaciones de apoyo al PT
se irán propagando hasta tornar
imposible la permanencia del usurpador Michel Temer. Por más poderosos que
sean, los medios de comunicación no podrán invisibilizar el rechazo que comenzó
a gestarse desde mayo. La desestabilización está en marcha y, sin
dudas, justificada. Por más mentiras que pongan en las pantallas y por más
creatividad que inviertan los jueces para las causas persecutorias, la memoria colectiva se encargará de
retornar al camino de la justicia social. “Nosotros
volveremos para continuar nuestra marcha hacia un Brasil donde el pueblo sea
soberano”, prometió la destituida mandataria.
Allá la oligarquía logró sus
objetivos con un artilugio de discutible
institucionalidad. Por eso algunos países saludaron con timidez al nuevo
gobierno y otros hasta retiraron sus embajadores. El gobierno de Macri, en
cambio, se situó, sin dudar, del otro
lado de la grieta. Si no hubiera ganado el balotaje, habría apelado a un mecanismo similar para destituir a Scioli,
después de horadar la legitimidad de la victoria con histriónicas denuncias de
fraude. Pero nada de esto pasó. La alianza Cambiemos triunfó con poco margen y las decisiones del Gran Equipo son las
encargadas de espantar apoyos. Por más que hablen de subversión y
conspiraciones destituyentes, la
sensación de un inminente fracaso se instala en el sentir de la ciudadanía.
Muchos de los que optaron por el cambio empiezan a percibir que fueron víctimas de un fraude, no numérico, sino
conceptual.
La campaña electoral se
orquestó en torno a un listado de
promesas que nadie pensaba cumplir. Como los funcionarios viven enfrascados en la virtualidad de los
medios que le hacen coro, consideran
minoritaria e irracional cualquier objeción. Por eso no pueden evaluar el
descontento que presienten. Por eso los funcionarios se enredan en
incongruentes trabalenguas cuando intentan relatar la realidad que no se preocupan por comprender. “No creo que la gente esté mejor que cuando
asumimos –iluminó el JP Morgan Prat Gay- pero podría estar mucho peor si
no hubiéramos cambiado el rumbo; es lo que se pudo. Muchos de los que han perdido el trabajo conocen que éste era el único
camino”. La ‘gente’ sirve para todo en el vocabulario PRO porque es un amorfo que abarca desde especuladores
hasta desposeídos, desde agrogarcas hasta desempleados, desde concentrados
hasta fundidos. En este amplio abanico, algunos
han ganado y otros han perdido con las medidas tomadas por los ceócratas.
Los que no están mejor, seguro están peor, pero
no igual que el año pasado. Los otros, son los únicos que ganaron, los que se beneficiaron con el cambio de rumbo. Una minoría que no pierde nunca; que hasta en las más explosivas crisis incrementa su fortuna a costa de
miseria y sangre.
A
pesar del tropezón electoral de noviembre, el olfato popular no está atrofiado.
Aunque muchos dirigentes se hagan los distraídos o traten de calmar los ánimos,
el descontento se advierte en todos los
rincones. No es para menos, si los
indicadores de actividad están en picada y el desempleo y la inflación no paran
de crecer, a pesar de las negativas oficiales. No hay sensación térmica, como recitan los autómatas trajeados, sino un
calentamiento de ánimos bien justificado. Aunque Prat Gay desnude su
cinismo con la comprensión de las
víctimas, nadie salta en una pata por quedar desempleado. No hay alegría
posible si la mesa de los argentinos está cada día más despoblada.
Los
gerentes de La Rosada intentan mostrar como inevitables sus cruentas medidas.
La idea de que el único camino para
salir de una crisis en la que no estábamos es éste se ha convertido en un
lugar común de las retahílas discursivas de los Amarillos. Mentira. No es lo que
se pudo, como dijo Prat Gay, sino lo
que se quiso hacer. Este es el principal objetivo de las gestiones
neoliberales: empobrecer a la mayoría
para enriquecer a una minoría. Nada de lo que han hecho era necesario si
querían desarrollar nuestra economía. Si
ése es su objetivo, se están equivocando mucho. Como no lo es, están logrando un éxito notable, lo que
rompe con el absurdo apotegma “si al
gobierno le va bien, al país también”.
La desigualdad se multiplica con
modelos como éste, pero
pueden ser aceptados para sobrellevar hecatombes económicas, catástrofes
climáticas o conflictos bélicos. Nuestra historia tiene algunos ejemplos, como
el plan económico de la dictadura y la convertibilidad de Cavallo, que fueron precedidos por
desabastecimiento, hiperinflación y altos niveles de desempleo. Pero la Argentina
que recibió Macri no necesitaba una sangría o ajustes tan drásticos. No estábamos en el fondo del pozo sino unos
escalones más arriba, escapando del abismo de 2001. El Gran Equipo nos pide
paciencia en este innecesario sacrificio. El sentido común que intenta
construir el establishment nos ilusiona
con un derrame que nunca se va a producir. Palabras huecas que no pueden
hacer mella en las convicciones de un
colectivo que se resiste a abandonar el sueño de un país para todos.
Es verdad! tenemos que salir a la calle y tomar el país! El otro día en la marcha de la resistencia faltó un poco de gente, pero a eso vamos.
ResponderBorrarA mostrarles a través de la violencia, porque si no no entienden, que nosotros fuimos lo mejor que dio la Argentina.
A pesar de la inflación y de haber dejado 10 millones de pobres luego de 12 años de gobierno, somos los que representamos la igualdad.
Aja. Por fin lo comprendés. Este gobierno multiplicó la inflación y la pobreza. Esto es peor que aquello. Te felicito por tu apertura
ResponderBorrarClaro. 2 meses más de inflación alta ya vale para decir que el gobierno multiplicó inflación y pobreza.
ResponderBorrarSi para algo sirve tu blog es para entender que necesitan gente con poco conocimiento, poco interés, ignorantes dependientes del estado.
El kirchnerismo tuvo 12 años para terminar la pobreza. Sabés por que no lo hicieron?
Necesitaban esa masa de pobres para que alguien los vote.
Triste, no?
Tu mente está desbordada de perjuicios. Obvio que el kirchnerismo no logró eliminar la pobreza, pero la redujo en más de un 50 por ciento. Y hubiera sido mas si otros sectores hubieran acompañado. Los mismos intereses que antes confabulaban para impedir la distribución del ingreso hoy están en el gobierno.
BorrarNo son dos meses de inflación, sino nueve. Y la inflación más alta desde 2002. Hay como cuatro millones de nuevos pobres según la UCA. La industria en baja y el mercado interno deprimido. Ni Miguel Ángel Broda habla bien del gobierno. Arturo Córdoba
BorrarTanto como cuatro millones no. "Apenas" un millón y medio en unos meses. En un año si llegan a esa cifra.
BorrarGracias, Gustavo, por difundir de manera clara y ordenada lo que muchos pensamos alborotadamente - una pluma al servicio de la causa nacional, abrazón!
ResponderBorrarPablo López
Cómo siempre brillante con tus comentarios, un abrazo gustavo.
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