Hasta a un optimista incurable
le cuesta encontrar el lado bueno de
esta Argentina amarilla. Aprietes, amenazas y venganzas condimentan el
ajuste que padece la mayoría, mientras
una minoría goza las incontables sumas transferidas en estos meses. Si el
Estado hubiera invertido en desarrollo esas cifras siderales no habría
necesidad de ajustes y los aprietes,
amenazas y venganzas quedarían como estertores extemporáneos. Y Macri no
tendría que andar suplicando por inversiones en el foro de los países más
desarrollados, un espacio más adecuado
para los negocios que para la caridad. Tan penoso es el panorama que aunque
el Gerente de La Rosada jure que ha hecho la tarea de normalizar el país, la
ebullición que subyace en los titulares de los medios oficialistas se
percibe desde todos los rincones del planeta. Y si cuesta encontrar un rincón
en algo esférico, más cuesta creer en la
transparencia que la ceocracia gobernante promete cada dos segundos y medio.
¿Quién va a confiar en el futuro del país si el Gran Equipo –que prometió
unirnos- tiene más divisiones que un
manual de Matemática?
Ni transparencia ni unión. Ni
Pobreza Cero ni desarrollo. No porque no han podido, sino porque nada de esto
estaba en los planes. La Revolución de
la Alegría no incluye a todos los argentinos y por eso son pocos sus
apologistas. Si bien en las calles no se aprecia la tristeza de manera
generalizada, los rostros cotidianos
tienen congelada una expresión de metida
de pata. Los contenedores son
visitados con más frecuencia, no tanto como depósitos de desechos sino como un arcón con objetos salvadores.
Los locales vacíos opacan las caminatas y los negocios que quedan tienen a sus
encargados simulando actividad para que
el tedio no los desmorone. Los que aún alcanzan a consumir más allá de lo
imprescindible son atendidos casi desde la vereda por vendedores con síndrome de abstinencia de clientes. Las fotos del
presente tienen escenas del pasado, con más piquetes, filas de postulantes en
los pocos lugares que ofrecen trabajo, caras amargas en las compras diarias, esparcimiento
en retirada y sueldos que insisten en
agotarse antes de fin de mes.
Mientras muchos están
preocupados por el fantasma del desempleo, Macri sigue denostando a los
trabajadores y, como los peores
presidentes de nuestra historia, exige más sacrificio y esfuerzo para sacar
el país del pozo en que nos metió.
Quien siga creyendo que el empresidente
gobierna para todos y que lo que padecemos es culpa de la pesada herencia tiene una distorsión
incorregible en su percepción o es uno de los beneficiados. Quien siga
indignándose con las creativas acusaciones de la corrupción K y justifique o
ignore los inocultables casos del presente no
busca transparencia, sino proscripción. De todos los Ocupantes Ocasionales
de La Rosada, el único no involucrado en
algo turbio debe ser Balcarce, el
perro que encontró su fatídico destino
como mascota del PRO.
Salida
de emergencia
Los estafadores del cambio conquistaron el 51 por ciento en
el balotaje, lograron mantener cierto
consenso en los primeros meses y pudieron torcer la desventaja
parlamentaria para algunas leyes clave a fuerza de presiones, pero la ilusión conquistadora está llegando
a su fin. El Congreso parece comenzar a recuperar su autonomía: el proyecto
de Primer Empleo fue rechazado de plano
en las comisiones de Diputados porque tiene un tufillo a precarización
laboral. Si quieren mejorar la competitividad
a fuerza de horadar los derechos de
los trabajadores se van a encontrar con un colectivo dispuesto a frenar
cualquier iniciativa. Y no serán palos en la rueda, sino defensa de la dignidad. Aunque el senador Federico Pinedo
denuncie intentos destituyentes, esta
vez no podrán avanzar con sus impulsos de abaratar el salario.
En estos meses, en el reparto
de la torta que cocinamos entre todos ya
hemos retrocedido unos cuantos puntos y la capacidad de compra del salario
registra una caída de casi el ocho por ciento, la merma más importante de los últimos trece años. Cuando la
mayoría pierde, sólo unos pocos ganan. Hasta Ellos reconocen que estamos atravesando
una situación difícil producto de sus
experimentos des-igualadores. Después de negar durante meses el problema
del desempleo, ahora aceptan números que no pueden ocultarse. Si el Banco
Central informa que hay en el país 500 mil cuentas
sueldo menos es porque se ha perdido
una cantidad similar de puestos laborales.
Y ante números que se resisten
a brindar una esperanza, los funcionarios amarillos nos llenan de regaños por lo que no es nuestra culpa y nos someten
a una austeridad que no practican. Y
predican sobre una meritocracia que
no aplican: Oscar Aguad está al frente del ministerio de Comunicación y, además
de cobrar más de 240 mil pesos, se
sorprende porque se pueden enviar radiografías por mail. Por si esto fuera
poco, instalaron en la Oficina Anticorrupción a Laura Alonso, una ferviente
militante del PRO cuya única función es hablar mal del gobierno anterior, justificar las andanzas off shore de Macri
y guardar un obsceno silencio sobre las sospechas que caen sobre la
vicepresidenta. De la incompatibilidad de casi todos los funcionarios por tener
intereses en el área que gestionan sólo
tartamudea algunas excusas ante los medios cómplices. Tanto desenfreno nos
gobierna que hasta Cormillot aparece involucrado en chanchullos inadmisibles.
Eso sí, con el fin de
entretener a su público -siempre sediento de sangre- buscan alguna víctima para
arrojar sobre la arena del circo. La
favorita es Cristina, la mujer más odiada por las fieras gobernantes y sus seguidores, a la que tratan de endosar las más curiosas acusaciones para despellejarla
desde todos los micrófonos acólitos y extinguirla para siempre en los
tribunales. Como no pueden demostrar ningún delito económico, extravagantes magistrados excavan
apolillados cajones para desempolvar la absurda acusación de Nisman. Un
coro de autómatas firma solicitadas en contra de Daniel Rafecas, el juez que la
desechó de plano por inexistencia de
delito. Parece mentira: hasta en eso fallan. Los que venían a respetar las
instituciones son los que quieren
tenerlas a su servicio, aunque deban
violentar su esencia. Los que se llenaban la boca al hablar de una justicia
independiente, son los que pugnan por volverla
dependiente de sus caprichos. Los
que condenaban perseguir al que piensa
distinto son los que impulsan la
proscripción del kirchnerismo.
El cambio es una estafa de tal
magnitud que su ilegitimidad es evidente.
Más temprano que tarde, deberán demostrar
la intención de cumplir con sus promesas de campaña, puesto que no pueden
explicar cómo con sus medidas
destructivas podrán hacerlas realidad. El escalón del que venimos es muy
alto y no nos van a empujar tan fácilmente. El túnel ya nos asfixia y la luz ni se asoma: si no nos sacan
cuanto antes, tendremos que fabricar
nuestra propia salida.
al final del gran magnanimo and beutiful tunel ma que proscripción KK lo que terminaron proscribiendo son los negocios pero tal como dice uste: de clientes!!!
ResponderBorrardejo un cantito:
Son una consultora la puta que lo pario son una consultora la puta que lo pariu!!!
Claro que tenemos que salir por nuestra cuenta, una vez que se despierten los engatusados por los globos y los dirigentes se pongan los pantalones largos. Si no los frenamos pronto, nos destruyen para siempre. Un apunte muy valiente. Felicitaciones. Juan Carlos Ramires
ResponderBorrarEs necesario construir la unidad para la salida de esta pauperizacion forzada. Pero en ese camino, debe evitarse la argaMASSA del engaño: no hay lugar para un per*nism* de comodín, descafeinado. Esa es la baraja que prepara el Poder.
ResponderBorrarImpecable exposición. De quienes me anteceden en comentarios suscribo "apunte valiente" y "debe evitarse la argamassa.. Es la baraja que prepara el Poder". Comentario valiente. Criterioso. Sin descalificar ni insultar. Basado en hecho reales. Felicitaciones!!!!
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