El
mejor equipo de los últimos 50 años no
puede exhibir grandes logros en los primeros nueve meses de mandato. Si
siguen así, el primer año los encontrará gateando
a los trompicones y con los pañales cargados de desechos hediondos. Ahora
se alegran porque la inflación tiende a la baja, pero a fuerza de recesión y
después de subirla con la devaluación y la quita de retenciones. Como el que se
alegra por reconstruir el jarrón que acaba de romper, aunque el objeto de su orgullo no sea más que un pegote informe. Las
únicas obras que inauguran son las iniciadas por el gobierno anterior, al que niegan mérito alguno. Los hechos
delictivos traspasan la barrera de silencio impuesta por los medios algunos
meses atrás y los responsables de la Seguridad se muestran desorientados y a los cachetazos como Los tres chiflados. El
desempleo amenaza, la recesión se profundiza y esta revolución alegra a pocos. El descontento de la mayoría se
puede convertir en paro y ninguna
nubecita promete lluvia de dólares. Ya no se puede dudar: aunque muchos
creyeron que era un proyecto de país alternativo, el cambio no es más que anti-kirchnerismo rabioso y el resto, sólo
consecuencias.
Muchos
viven en carne propia la crudeza del ajuste o sienten que la guadaña sisea a pocos pasos. Cualquiera tiene un amigo que ha
sido despedido o que tuvo que cerrar su negocio. Cualquiera escucha la queja de
sus vecinos por lo que ya no pueden
hacer, aunque llene sus oídos con algodones. Cualquiera advierte que en las calles las caras están cambiando su emoticón. Y si no ve en esto el
purgatorio para llegar al paraíso amarillo ni se deja embrollar con la excusa
de la pesada herencia, no le queda más que interpretarlo como una
estafa. Más aún cuando ve a Macri que exhibe con orgullo el jarrón pegoteado como si fuera la más
excelsa pieza. Así hizo en China, vender como el mejor lugar para invertir un
país con desocupación creciente,
economía menguante y conflictos en aumento. Habría que explicarle que los
bailes y los globitos pueden engañar
fácilmente a los votantes, pero no a los inversores, que cuidan sus
billetes como si formaran parte de sus entrañas.
Así
lo hace el Gran Equipo, que en lugar de predicar con el ejemplo y apostar al desarrollo con los recursos del
Estado, ha transferido millones a los que sólo acumulan. Si los propios no invierten, menos lo harán
los extranjeros, por más mini Davos que organicen en la misteriosa Buenos Aires. Tal vez por eso
Macri estuvo en Punta Indio el viernes, para inaugurar una vez más la plataforma de lanzamiento del cohete VEx 5
A. Aunque brindó sólo cinco minutos de inconsistencias y furcios,
su repentino interés por el programa satelital tiene el peor de los objetivos: abrir nuestros cielos a la competencia de
empresas extranjeras sin prioridad
alguna para el ARSAT, que fue el que inició el camino. La pesada herencia sólo sirve para justificar sus errores o para que los demás
hagan negocios.
¿Comensales inapetentes?
Entonces,
la esperanza para salir de la malaria inventada por el Ocupante
Ocasional de La Rosada son las inversiones extranjeras. El empresidente sueña con abrirnos al mundo con la Alianza
Transpacífico, una movida imperial para
pisotear la soberanía y facilitar los negocios de las grandes corporaciones.
Además del Foro de Inversiones que se realizará en la CABA, en pocos días
arribará una misión del FMI a recomendar nuevos
ajustes para que el festín sea más suculento. Uno de los principales
escollos con que se encuentran es el nivel de los salarios, que hasta no hace
mucho eran los más altos de la región. La famosa competitividad necesita trabajadores precarizados y con escasa
protección y en eso Argentina no es un
buen ejemplo. El proyecto PRO requiere sindicatos domesticados y obreros
empobrecidos que acepten cualquier
condición para enriquecer a los patrones. La flexibilización laboral será
la llave para abrir la canilla que no contribuirá al desarrollo, sino a la acumulación de unos pocos,
como hemos experimentado en otras ocasiones.
Mientras
nos entretienen con pantomimas
judiciales y los funcionarios de Seguridad demuestran su inoperancia, los
ceócratas que supimos conseguir seducirán
a los empresarios en el tan denostado Centro Cultural Kirchner. El edificio de
Correos -un símbolo de la corrupción de
la familia presidencial- se convertirá en la gran bandeja de la comilona que
se viene. Con trajes elegantes y gestos amables, los PRO actúan como cuatreros. Con un vértigo sorprendente, estamos
viviendo los noventa resumidos en un tráiler. Hay que estar muy distraído para
no advertir el saqueo que se viene.
Atento
a esto, el ex miembro de la Corte Raúl Zaffaroni brindó la charla “Repensando Argentina, hacia una institucionalidad popular”, junto
a panelistas como Jorge Taiana, José Urtubey, Leopoldo Moreau y Sonia Alesio.
Ante un público exultante, Zaffaroni advirtió que “es hora de despertar de
doscientos años de colonialismos, de elaborar obstáculos institucionales a
eso”. Y después de sintetizar la historia de los golpes de Estado, concluyó
que los grupos concentrados “ahora
entraron por nuestras brechas constitucionales, esta etapa del colonialismo les salió gratis”. No es el único
que ha comparado este penoso traspié
electoral con los golpes que
permitieron a la oligarquía gobernar el país. El ideario es el mismo,
aunque el camino para acceder al poder siguió las formas dispuestas por la
Constitución. Claro, la Carta Magna no prohíbe
el engaño durante una campaña ni advierte sobre la facultad de los medios
hegemónicos de mentir sin pausa para
posicionar a un candidato.
La
experiencia que estamos padeciendo es insólita: desde el retorno a la
democracia ningún gobierno produjo tanto
daño en sus primeros meses de gestión. Además del aumento del desempleo, de
la caída en el consumo, de las persianas que se bajan, de los sueldos que no
alcanzan, de la burla permanente,
debemos presenciar las amenazas de los que, envalentonados por la prepotencia gobernante, pretenden imponer sus
caprichos a fuerza de solicitadas. “¿Dónde
queda la República y lo representativo?”, se preguntó Zaffaroni.
Desde
el 10 de diciembre, Macri y sus secuaces están rematando el país. Tan obscena es la intención que nadie se
atreve a aceptar el convite. Ante el shock de confianza que asegura brindar
el empresidente, hay un exceso de prudencia por parte de los inversores internacionales.
“Cuando la limosna es grande, hasta el
santo desconfía”, decían los abuelos y el paquete que está preparando el
Gran Equipo destila un tufillo que puede
ser explosivo para narices exquisitas. Debajo del florido envoltorio hay un pueblo que no acepta el deterioro al
que nos están sometiendo los mayordomos
de La Rosada. El tentador banquete puede convertirse en un dolor de cabeza para
los carroñeros que decidan engrosar sus
buches a costa de nuestra dignidad. Antes de padecer indigestión, siguen
mirando desde afuera hasta ver cómo termina esta infausta historieta. Y el
final debemos escribirlo nosotros,
dueños indiscutibles del país que –por un ratito- parece que perdimos.
Muy bueno y esclarecedor este apunte. Lo que noto es que hay un bloqueo en el acceso a esta página porque tuve que intentar varias veces. Se ve que los que venían a garantizar la libertad de expresión están censurando a lo pavote. Abrazo enorme. Esteban Ruiz
ResponderBorrarcreo que el empresidente sabe que en cuanto los grupos concentrados lo suelten de la mano no le queda mas camino que el helicóptero y sabe que no falta mucho por eso el comportamiento de elefante en un bazar. Tambien creo que el establishment está ya preparando el recambio con Sergio Massa a la cabeza.Por eso la toma de distancia tan violenta de éste ultimo. Necesitamos voces como la suya para no volver a caer en la trampa.Excelente el articulo que copiaré y pegaré en mi muro de facebook. Gracias
ResponderBorrarGracias Gustavo por seguir abriendo mentes. Parece que también a mí me perjudicó el bloqueo como si eso los ayudaría a manetenernos callados. ABRAZO SINCERO DESDE LA LINDA.
ResponderBorrar