jueves, 1 de septiembre de 2016

Una restauración que debemos frenar



Mal de muchos, consuelo de zonzos, decían los abuelos. Este refrán puede sintetizar lo que está pasando en la Patria Grande: la derecha está ganando la pulseada y recuperando el control. La derecha no tanto como expresión ideológica sino como pulsión económica. De a poco, los países de la región se están realineando para volver a ser el patio trasero del Imperio y estar a merced de sus requerimientos. Esta es la integración al mundo que muchos añoraban: el retorno al colonialismo pero en versión siglo XXI. Ahora, los colonizadores no son reyes ávidos de oro para financiar sus lujos y sus guerras sino especuladores sin patria que se quieren quedar con todo a costa de doblegar al resto. Amargo destino el de nuestros países, sometidos una vez más a la succión de un puñado de insaciables, gracias a presidentes cómplices, parlamentarios títeres, falacias mediáticas y un público tan distraído como prejuicioso.
Dilma ya no está, pero el sabor a injusticia que ha dejado este proceso y el dolor que queda en sus seguidores auguran que volverá. Sesenta senadores más salpicados por el barro que la enjuiciada tuvieron más poder que los 50 millones que votaron por ella. El poder de la derecha es así, caprichoso, irracional, lapidario. Antidemocrático, más que nada. Con mil excusas y hechos no demostrados, la voluntad popular fue burlada una vez más. No con tanques, como otrora, sino con un arsenal de falacias mediáticas que distorsiona el entendimiento de sus consumidores. Tanto, que terminan denostando a los benefactores y coronando a sus victimarios. El proyecto que colocó al país más desigual en el camino del desarrollo con inclusión acabó claudicando después de la última elección, no para garantizar su permanencia sino para acelerar su retirada.
Allá con la destitución con formato de institucionalidad y acá con una campaña mentirosa que presentó a los monstruos como salvadores. Como sea, los dos países más potentes de la región han sido copados por la ola neoliberal, que ha recuperado su fuerza para asolar derechos en pos de multiplicar privilegios. Después de un paréntesis de más de una década, el subcontinente corre el riesgo de volver a ser el más desigual del mundo. “La historia será implacable con el gobierno golpista”, sentenció Dilma Rousseff en su discurso de despedida. El pueblo también y mucho más rápido, cuando advierta que los beneficios conseguidos en estos años se diluyen con los ajustes de catálogo que acostumbran aplicar las minorías cuando toman el poder.
Las flores de la resistencia
De a poco, en Brasil se acrecentará la reacción. Las movilizaciones de apoyo al PT se irán propagando hasta tornar imposible la permanencia del usurpador Michel Temer. Por más poderosos que sean, los medios de comunicación no podrán invisibilizar el rechazo que comenzó a gestarse desde mayo. La desestabilización está en marcha y, sin dudas, justificada. Por más mentiras que pongan en las pantallas y por más creatividad que inviertan los jueces para las causas persecutorias, la memoria colectiva se encargará de retornar al camino de la justicia social. “Nosotros volveremos para continuar nuestra marcha hacia un Brasil donde el pueblo sea soberano”, prometió la destituida mandataria.
Allá la oligarquía logró sus objetivos con un artilugio de discutible institucionalidad. Por eso algunos países saludaron con timidez al nuevo gobierno y otros hasta retiraron sus embajadores. El gobierno de Macri, en cambio, se situó, sin dudar, del otro lado de la grieta. Si no hubiera ganado el balotaje, habría apelado a un mecanismo similar para destituir a Scioli, después de horadar la legitimidad de la victoria con histriónicas denuncias de fraude. Pero nada de esto pasó. La alianza Cambiemos triunfó con poco margen y las decisiones del Gran Equipo son las encargadas de espantar apoyos. Por más que hablen de subversión y conspiraciones destituyentes, la sensación de un inminente fracaso se instala en el sentir de la ciudadanía. Muchos de los que optaron por el cambio empiezan a percibir que fueron víctimas de un fraude, no numérico, sino conceptual.
La campaña electoral se orquestó en torno a un listado de promesas que nadie pensaba cumplir. Como los funcionarios viven enfrascados en la virtualidad de los medios que le hacen coro, consideran minoritaria e irracional cualquier objeción. Por eso no pueden evaluar el descontento que presienten. Por eso los funcionarios se enredan en incongruentes trabalenguas cuando intentan relatar la realidad que no se preocupan por comprender. “No creo que la gente esté mejor que cuando asumimos –iluminó el JP Morgan Prat Gay- pero podría estar mucho peor si no hubiéramos cambiado el rumbo; es lo que se pudo. Muchos de los que han perdido el trabajo conocen que éste era el único camino”. La ‘gente’ sirve para todo en el vocabulario PRO porque es un amorfo que abarca desde especuladores hasta desposeídos, desde agrogarcas hasta desempleados, desde concentrados hasta fundidos. En este amplio abanico, algunos han ganado y otros han perdido con las medidas tomadas por los ceócratas. Los que no están mejor, seguro están peor, pero no igual que el año pasado. Los otros, son los únicos que ganaron, los que se beneficiaron con el cambio de rumbo. Una minoría que no pierde nunca; que hasta en las más explosivas crisis incrementa su fortuna a costa de miseria y sangre.  
A pesar del tropezón electoral de noviembre, el olfato popular no está atrofiado. Aunque muchos dirigentes se hagan los distraídos o traten de calmar los ánimos, el descontento se advierte en todos los rincones. No es para menos, si los indicadores de actividad están en picada y el desempleo y la inflación no paran de crecer, a pesar de las negativas oficiales. No hay sensación térmica, como recitan los autómatas trajeados, sino un calentamiento de ánimos bien justificado. Aunque Prat Gay desnude su cinismo con la comprensión de las víctimas, nadie salta en una pata por quedar desempleado. No hay alegría posible si la mesa de los argentinos está cada día más despoblada.
Los gerentes de La Rosada intentan mostrar como inevitables sus cruentas medidas. La idea de que el único camino para salir de una crisis en la que no estábamos es éste se ha convertido en un lugar común de las retahílas discursivas de los Amarillos. Mentira. No es lo que se pudo, como dijo Prat Gay, sino lo que se quiso hacer. Este es el principal objetivo de las gestiones neoliberales: empobrecer a la mayoría para enriquecer a una minoría. Nada de lo que han hecho era necesario si querían desarrollar nuestra economía. Si ése es su objetivo, se están equivocando mucho. Como no lo es, están logrando un éxito notable, lo que rompe con el absurdo apotegma “si al gobierno le va bien, al país también”.
La desigualdad se multiplica con modelos como éste, pero pueden ser aceptados para sobrellevar hecatombes económicas, catástrofes climáticas o conflictos bélicos. Nuestra historia tiene algunos ejemplos, como el plan económico de la dictadura y la convertibilidad de Cavallo, que fueron precedidos por desabastecimiento, hiperinflación y altos niveles de desempleo. Pero la Argentina que recibió Macri no necesitaba una sangría o ajustes tan drásticos. No estábamos en el fondo del pozo sino unos escalones más arriba, escapando del abismo de 2001. El Gran Equipo nos pide paciencia en este innecesario sacrificio. El sentido común que intenta construir el establishment nos ilusiona con un derrame que nunca se va a producir. Palabras huecas que no pueden hacer mella en las convicciones de un colectivo que se resiste a abandonar el sueño de un país para todos.

8 comentarios:

  1. Es verdad! tenemos que salir a la calle y tomar el país! El otro día en la marcha de la resistencia faltó un poco de gente, pero a eso vamos.
    A mostrarles a través de la violencia, porque si no no entienden, que nosotros fuimos lo mejor que dio la Argentina.
    A pesar de la inflación y de haber dejado 10 millones de pobres luego de 12 años de gobierno, somos los que representamos la igualdad.

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  2. Aja. Por fin lo comprendés. Este gobierno multiplicó la inflación y la pobreza. Esto es peor que aquello. Te felicito por tu apertura

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  3. Claro. 2 meses más de inflación alta ya vale para decir que el gobierno multiplicó inflación y pobreza.

    Si para algo sirve tu blog es para entender que necesitan gente con poco conocimiento, poco interés, ignorantes dependientes del estado.

    El kirchnerismo tuvo 12 años para terminar la pobreza. Sabés por que no lo hicieron?
    Necesitaban esa masa de pobres para que alguien los vote.
    Triste, no?

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    1. Tu mente está desbordada de perjuicios. Obvio que el kirchnerismo no logró eliminar la pobreza, pero la redujo en más de un 50 por ciento. Y hubiera sido mas si otros sectores hubieran acompañado. Los mismos intereses que antes confabulaban para impedir la distribución del ingreso hoy están en el gobierno.

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    2. No son dos meses de inflación, sino nueve. Y la inflación más alta desde 2002. Hay como cuatro millones de nuevos pobres según la UCA. La industria en baja y el mercado interno deprimido. Ni Miguel Ángel Broda habla bien del gobierno. Arturo Córdoba

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    3. Tanto como cuatro millones no. "Apenas" un millón y medio en unos meses. En un año si llegan a esa cifra.

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  4. Gracias, Gustavo, por difundir de manera clara y ordenada lo que muchos pensamos alborotadamente - una pluma al servicio de la causa nacional, abrazón!

    Pablo López

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  5. Cómo siempre brillante con tus comentarios, un abrazo gustavo.

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