Festejar una muerte es de miserables. Alguien puede
alegrarse en la intimidad de su baño
y hasta alzar una copa en una mesa familiar por el fallecimiento de alguien
detestado, pero salir a las calles y armar un jolgorio es una enfática exhibición de
la oscuridad de su espíritu. Más aún cuando los mortuorios festejantes
están asilados en las entrañas del Imperio que ha producido más asesinatos que
cualquier dictadura del planeta.
Eso, si consideramos que Cuba lo es. El estándar de democracia que se impone
desde la hegemonía mundial no tiene como
objetivo el bienestar de ningún pueblo, sino el sometimiento de todos. Que
una pequeña isla bloqueada, demonizada y con escasos recursos logre el menor número de mortalidad infantil del
continente, un elevado nivel en salud reconocido por la OMS y una bajísima
tasa de delincuencia debería tomarse más
como ejemplo que como blanco de diatribas. Y los que se llenan la boca con
los DDHH, recuerden que el único centro
de torturas de ese territorio está administrado por EEUU.
En fin, la hipocresía es ciega
pero no muda. El final del documental Sicko,
de Michael Moore, es muy ilustrativo
de eso. El periodista se traslada a Cuba con un grupo de rescatistas con severas secuelas por sus tareas después del
atentado a las Torres Gemelas, donde reciben la atención médica que la Nación
que los considera héroes les niega. Entonces, que un país donde el
presidente es elegido con apenas la mitad de sus votantes porque las elecciones se realizan en días
laborables, las corporaciones gobiernan más que los políticos y los
derechos se garantizan de acuerdo al tamaño de la billetera no puede ser la vara para medir la Democracia.
Un país que genera guerras para
facilitar los negocios de sus grandes empresarios tampoco es parámetro de Democracia
y menos aún de humanidad. Que un
gobierno democrático sólo genere desigualdad y destrucción no debería ser una buena publicidad de ese sistema. Y menos aún
erigirse como juez supremo para ponderar o condenar las democracias del
planeta.
Después de tantos intentos por
terminar con su vida y de las muchas veces que anunciaron su muerte, murió
Fidel, uno de los pocos nombres que no
necesitan el apellido. Otros ni siquiera el nombre precisan: con el apodo alcanza, como el Che. Los
dos emergen de la misma isla, como demonios para unos y ángeles para otros. Como oscuridad o como faro, pero
inevitables. Ejemplo de lo que sí y
de lo que no, todo a la vez. Un lugar indiscutible en la Gran Historia que sólo le niegan los que no dan ni para una
historieta.
Hipocresía
de los enanos
Las
condolencias y las condenas inspiraron mensajes que recorrieron el mundo. Los
medios internacionales recogieron las palabras de los principales líderes del
mundo. De Macri, por supuesto, sólo los
propagandistas locales se acordaron. Claro, un tibio pésame para el
gobierno sin acordarse del pueblo no es para lucirse. Y que la canciller, Susana
Malcorra dictamine el “cierre de una
etapa” es buscar más las pullas que
los aplausos en la interpretación de la política internacional. Pero los
PRO son así: cuando se esfuerzan por
disimular el desprecio, lo ponen más en evidencia. De estadistas no tienen
ni una letra; de serviles mayordomos, varios
alfabetos. Una recorrida por los twits que los amarillos y sus acólitos
hicieron circular por las redes sería redundar en prejuicios y desinformación: más aportes para profundizar la grieta.
Muchos se rasgan las vestiduras
por los exiliados de Miami sin recordar los
millones de refugiados y migrantes que genera Occidente con sus bombardeos
indiscriminados y la pobreza a mansalva. Como
si el Capitalismo no excluyera a nadie de las tierras donde clava sus garras.
¿Acaso los mexicanos que arriesgan su vida para cruzar la frontera hacia EEUU
no huyen de la exclusión que genera el
neoliberalismo en su propio país? ¿Cuántos se fueron de Argentina a
principios de siglo cuando la Alianza
nos estaba llevando a la mayor crisis de nuestra historia? ¿Cuántos estarán
preparando sus valijas ahora, que una nueva alianza nos conduce a un colapso
parecido?
Los panegiristas de la Libertad ni piensan en la opresión que genera la desigualdad del capitalismo más salvaje.
En inspirados análisis, hablan de ciudadanos que no pueden acceder al jabón, a
la carne o a Internet a miles de kilómetros de distancia, sin tener en cuenta a los que están impedidos de hacer lo mismo a pocas
cuadras de donde escriben. Y denuncian lujos
desmesurados de mandatarios socialistas cuando los anunciantes que los mantienen los superan ampliamente. Y de
gran parte de los políticos de la democracia burguesa, ni hablar. O muchos de
los jueces de alto rango, que deben
vivir holgados con sus altísimos sueldos libres de impuestos. Cuando los
capitalistas logren incluir a todos los ciudadanos en una vida digna, recién podrán erigirse como modelo.
Hasta ahora, el camino es a la inversa.
Y si la cuestión es que los
cubanos eligen muchos cargos menos el de presidente, es lo mismo que en muchas de las democracias europeas que se ponen
como ejemplo. ¿O acaso los españoles,
ingleses, holandeses o suecos pueden elegir a sus monarcas? Aunque nadie
los vote, los apologistas de la democracia jamás los llamarán dictadores.
¿Acaso Pinochet no fue recibido con honores en su amada Gran Bretaña y fue uno de los más emblemáticos dictadores
de América Latina? ¿Cuántas dictaduras son bendecidas por el Imperio mientras
sean funcionales a sus intereses? ¿Y cuántas fueron desmanteladas cuando se movieron un milímetro de los lineamientos
imperiales?
Tan democráticos son estos
defensores del capitalismo que conquistan
sus cargos a fuerza de promesas que no piensan cumplir y se lo pasan
mintiendo a sus propios votantes. Y hablan de la pobreza que hay en la Isla
cuando en los barrios de las capitales
que gobiernan la miseria desborda las calles. O se horrorizan con los que
cruzan a Miami cuando en los países que padecen sus gestiones los habitantes cruzan las fronteras para
escapar de la dictadura de las góndolas.
Hipócritas, ignorantes y cínicos.
Bestiales, como el voluntario de Cambiemos, Walter
Gutiérrez, que escribió “Murió Fidel,
falta Cristina”. ¿Qué lecciones
puede dar alguien así? Celebrar las muertes es de miserables pero desearlas en público evidencia un corazón
despojado de toda humanidad. A la sombra de un gigante los pequeños se cobijan
para buscar protección y los enanos refunfuñan
con desesperación, perdidos en la oscuridad de sus oscuros espíritus.
Bueno, sospecho es que por su profunda intolerancia K no puede entender el ansia de superación amarilla, sabido es que cuando muere alguien muy grande, sólo un hijo de puta muy grande (y muy grosero) podrá destacarse... fíjese només en la tristemente incompretente canciller, la susy malcurro apenas sí se le ocurrió decir que Fidel "cerró una etapa". una insignificancia que nunca puede mover el amperímetro pro, además hizo obvia la omisión, la verdad verdadera de verdad amarilla NO ES que se muera nadie en espacial, si no les sirve cuando mucho será disfrute fugaz, lo que sí les sirve, sí les estimula la líbido, la lascivia, los sueños húmedos y alborota las ladillas es que se muera Cristina... y siendo serios, es el tipo de deseos que la mantienen y mantendrán viva...
ResponderBorrarÉso sí, las mías no son razons altruístas ni generosas pero no quiero que se muera ninguna de las alimañas pro, no, que duren en la agonía larga que se merecen, de un país volviendo a ser vivible, lejos de la colonia infecta que ellos representan.
Impecable. Gustavo Lopez
ResponderBorrarCuanta razón. Éstos globoludos que votaron a Macri.
ResponderBorrarMe imagino la potencia de una Argentina con la conducción de Daniel Scioli. Nosotros nos merecíamos a Daniel, y sin embargo no tuvo la chance. Ya va a tener la posibilidad de seguir construyendo y propagando a la república Argentina los resultados de gestión de la provincia de Buenos Aires. Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.