Macri
baila en Córdoba. Eso sí, a pedido del público infantil que lo rodeaba. Otra vez niños arengados para un momento de
demagogia. Eso es populismo: que un presidente baile mientras todas sus
medidas sumergen al país en una crisis histórica. Macri baila mientras los números indican el declive inevitable al que
nos conduce el Gran Equipo. “No me
arrepiento de este amor” cantaba Gilda desde el más allá que se
materializaba en los parlantes. La
canción que mejor baila. ¿De qué
amor no se arrepiente Macri? ¿Amor a qué? ¿Al
que demuestra en sus decisiones? ¿A las mentiras con las que ganó o a las
que sigue diciendo? ¿Al votante que se
dejó engatusar con el amoroso discurso del paraíso amarillo? ¿A los que
siguen esperando que un mezquino goteo
aminore los golpes de la succión del presente? Macri hace lo que mejor
sabe: continuar con el personaje construido por el marketing. Lo que hay detrás
del disfraz era conocido por muchos y amado por algunos. Si conquistó la
mayoría fue porque el resto creyó en el
disfraz y ni se preocupó por espiar lo que se ocultaba. Ahora que lo están
conociendo, no piensan más en bailes.
Algunos
sí se arrepienten y otros encuentran en
las pantallas apologistas la
justificación de su voto. Los rostros que desfilan en los canales muestran
el alivio que se siente al salir del régimen, el enojo que genera la corrupción K y la alegría que producirá la luz que nos espera al final del túnel. Las voces amigas de la tele se deleitan cuando narran los episodios del
culebrón de Cristina y sus secuaces. Periodistas
tan independientes que hasta llegan a aplaudir cuando un fiscal juega de arqueólogo o un juez imputa a
un ex funcionario a partir de las denuncias de un programa dominguero. Tan
comprometidos con la verdad y la transparencia que se montan de un salto a esta disparatada persecución de delitos
inexistentes. Estos personajes lograron instalar el absurdo “se llevaron todo” como explicación a
los descalabros que el televidente padece. Ellos
hicieron posible el sueño de Macri y la felicidad que expresa con sus
palmípedos pasos. El espectador mira, sonríe, se enoja, se ilusiona,
protesta, pero ya no baila como su
presidente.
Si
él baila y los demás no, algo raro ocurre. Cristina también bailó en muchos de
sus actos, pero el desempleo iba a la baja, la industria crecía, el consumo
asombraba y gran parte del pueblo
bailaba junto a Ella, feliz. Ella bailaba porque había logros colectivos y
porque cada día estábamos mejor. Macri baila sólo acompañado por aquellos que
pueden comprar champagne francés, autos importados sin aranceles y dólares sin
rendir cuentas de dónde han sacado el dinero. Macri y unos pocos bailan porque han eliminado los impuestos a la
riqueza y las retenciones ya son un mal recuerdo. Ellos bailan porque han
puesto a uno de los suyos al frente de la UIF y pueden lavar y evadir lo que
quieran. Por eso baila Macri, porque
está a punto de cumplir el sueño de entregar el país, aunque eso provoque
pesadillas en gran parte de sus gobernados. Su baile es nuestra pesadilla.
En busca de un motivo
Macri
baila porque Gerardo Morales no piensa liberar a Milagro Sala, a pesar de lo que reclaman la ONU y otros
organismos internacionales. O tal vez la amenaza que recibieron tres
militantes de la agrupación Tupac Amaru sea la música que inspira sus danzarines pasos. Quizá la obediencia
ciega de la justicia independiente hace
que su felicidad desborde. Tal vez el
ritmo que marcan las botas de las fuerzas de seguridad -destinadas más a
repartir palos entre los militantes que a proteger a los ciudadanos- haga mover sus pies.
A
lo mejor Macri baila porque logró que Miguel Ángel Pichetto se ubique a su
derecha al hablar de la inmigración
descontrolada. El senador que obtuvo su banca por el FPV se expresa ahora como un perfecto alumno de
la escuela del PRO. Y como en muchos de los asistentes a
las aulas amarillas, el desprecio emerge
cuando suelta la lengua. Que diga “hay
peruanos que trabajan que son buenos” es la forma positiva que enmascara la discriminación en el habla cotidiana,
como el “tengo un amigo judío que es muy
generoso” o “la chica que limpia en casa vive en una villa y jamás me robó nada”. Macri baila porque de las filas de sus
enemigos surgió alguien que piensa peor que él.
Si
Macri baila porque la canasta básica se incrementó un tres por ciento en
octubre y la inflación interanual supera el 47 estaríamos ante el extraño caso de un sujeto que festeja
sus propios fracasos. Quizá el motivo del alborozo sea que sus medidas
ocasionaron una pérdida en la capacidad
de consumo de la población en un 6,6 por ciento. Ya sabemos que, en el
ideario PRO, los sectores de ingresos
medios y bajos sólo son merecedores de consumir lo esencial y que ya no
compren ropa, dejen de comer afuera o no planeen vacaciones en el exterior
produce cierta satisfacción por la
exclusividad de clase. Mezquino motivo para bailar.
A
lo mejor Macri baila porque se convirtió en el mandatario que más endeudó a un país en menos de un año de
toda la historia. O porque el caso de los Panamá Papers no perjudicó su
imagen como reclaman los investigadores que los revelaron. O porque la protección mediática lo mantiene tan inmaculado como un
arcángel. O porque logró obtener una mayoría parlamentaria que no expresa
la voluntad popular. O porque el incremento de la desocupación permitirá que el
salario se convierta más en una dádiva que
en una participación de la renta nacional. O porque podrá transformar el
trabajo en un castigo por haber gozado de
las mieles durante la Década Ganada.
Cuando
un presidente baila en un acto es porque logra
convertir en realidad sus promesas de campaña: distribuir felicidad entre
sus gobernados. Si no es así, estamos en
problemas. Sólo la locura o la burla pueden producir algo así. Ni una ni otra nos conducirá a un buen
final. Para aliviar el tránsito por este oscuro túnel y en pos de alentar
la esperanza, nada mejor que alterar un conocido refrán: el que baila último, baila mejor. Y por motivos más dignos y solidarios.
PARA MACRI SER PRESIDENTE DE LA NACION ES LO MISMO QUE SER PRESIDENTE DE UNA EMPRESA PRIVADA.
ResponderBorrarY PARA MACCRI SER PRESIDENTE DE UNA EMPRESA PRIVADA EQUIVALE A SER EL DUEÑO PERO EN FORMA ENMASCARADA.
BAILA PORQUE PINTA COMO NESECIDAD Y LOGRO DE TODOS, ALGO A LO QUE EN REALIDAD LE HA BUSCADO LA VUELTA PARA QUE TERMINE SIENDO UN CURRO PERSONAL Y POR DECRETO.
Bueno, el tipo bailotea ridículamente, declara zonceras e inventa "avances" inexistentes... el nombre del cuadro podría ser "impunidad" y correspondería que el cuadro de los mirones de ñata contra el vidrio fuera "indignación" pero ésa, todavía se la debo, Gustavo.
ResponderBorrarA mi me parece que éstos están haciendo todo mal a propósito para desatar el enojo de la gente. Ya está tan cansado que piensa dónde va a vivir cuando se retire. En el extranjero para que nadie lo reconozca. No duran mucho. Adriana
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