La campaña da
para todo. Lanata miente extorsionando a
un menor, la Infanta Antonia posa
a regañadientes, Macri se pone guantes protectores al revés para simular empatía con el trabajo, la
gobernadora Vidal inaugura un puente de tres metros construido con tablas, los diputados intentan linchar a De Vido, el juez Claudio Bonadío apresa al contador de
los Kirchner un día antes del inicio de
la feria judicial y Carrió convoca a un boicot a los supermercados para
combatir el abuso con los precios. Y
aunque no es demasiado, Mirtha ofrenda
su vida por el triunfo de Cambiemos en las elecciones. Mientras tanto, por
primera vez en mucho tiempo, el
desempleo se ubica como la principal preocupación, desplazando a la inseguridad,
lo que no significa que se haya solucionado este problema. El cambio pega tan fuerte en la vida cotidiana que los Amarillos no
saben cómo disfrazarlo. Si no fuera porque tienen a los principales medios
como confundidores, a muchos opositores casi como apologistas encubiertos y a los dirigentes de la CGT como dóciles
carneros, todos estaríamos en la calle
clamando por el fin de esta pesadilla.
Aclarar que lo
que estamos padeciendo –algunos más que otros- es el resultado de decisiones oficiales erradas respecto al objetivo
sería redundar con lo muchas veces explicado en estos apuntes. Nada se condice con alcanzar la Pobreza
Cero ni el desarrollo del país y la especulación financiera no es lluvia de
inversiones, sino un vaciamiento de
nuestras reservas. La inclusión al mundo que proponen los PRO no es más que
la pérdida de la soberanía y nos deja a
tres pasos de ser una colonia. Si la desigualdad se incrementó en más de un
23 por ciento, el hambre vuelve a ser una amenaza y el desempleo parece una
epidemia no es por ninguna pesada
herencia. Como tampoco lo es el incremento del déficit fiscal y el endeudamiento atroz con el que nos están
enterrando. Todo lo que se hizo desde diciembre de 2015 ha estado dirigido a producir estos resultados
para justificar ajustes más bestiales que los que estamos experimentando. El cambio está entre nosotros y no tendrá
nunca mejor sabor que el que ya probamos, sino todo lo contrario.
De todos los ingratos
episodios que nos ofrecen a diario, uno de los más esclarecedores es el del
ARSAT 3: allí se conjuga el desprecio a lo soberano, el inocultable afán de lucro, el desconocimiento de la ley, la
adicción al oscuro secreto y la tilinguería de depositar lo propio en manos
de terceros, si son imperiales, mejor.
¿De quién es el Estado?
Con un panorama
de urgencias que incluye la
desprotección de los ancianos, la escasa alimentación de los niños, el precario
horizonte de los jóvenes, la dificultad para completar una canasta y el
inestable presente del trabajador, preocuparse por un satélite parece de
locos. En realidad no lo es: el nuestro no es un país pobre pues tenemos potencial para albergar con holgura
al doble de nuestra población en óptimas condiciones y tener todos los
satélites que necesitemos. Tanto ahora como siempre. El problema histórico –y
tal vez mundial- es que una minoría
egoísta y destructiva pretende desbordar sus arcas con el sudor de la mayoría.
Su nombre científico es ‘oligarquía
rentística’ y sus integrantes son
capaces de cualquier cosa por mantener su parasitario enriquecimiento.
El afán vampírico
los ha orientado a desatar guerras internas, agredir vecinos, explotar, hambrear, fusilar, asesinar, conspirar, destituir,
enajenar, atentar, secuestrar,
torturar, desaparecer y demás
maléficas acciones. Para conseguir el nombre de una avenida, han falseado la historia; para ocultar
sus intenciones, se disfrazan con los
trajes más costosos; para mantenerse en el poder, construyen un relato
inverosímil pero tan tentador que puede convencer
a muchos individuos para que acepten sus reglas de juego. Así, varios de
sus principios se han hecho vox populi, al punto de repudiar lo que más nos
ampara y representa. El resultado de
esto es la pandilla que nos gobierna. Si uno presta un poco de atención,
sus conceptos críticos apuntan a la política y el Estado. Como dicen que los
políticos son corruptos nos han llenado
de ceos y como sostienen que el Estado es ineficiente, quieren privatizar hasta el cielo.
La alianza del “sí, se puede” nos llena de nosepuedes
destinados exclusivamente a los que pensaron que sí se podía. Mientras se
puede renunciar a la recaudación tributaria de los que más tienen, no se puede sostener aquello que más
debería interesarnos: el bienestar de la mayoría. Mientras se puede condonar la deuda de 70 mil millones de
pesos que la empresa presidencial mantiene con el Estado, se puede rebajar
el impuesto a los bienes personales y devolver
lo tributado dos años atrás y multiplicar las tarifas de los servicios
públicos sin ofrecer nada a cambio, no
se puede mantener todas las ayudas a los más vulnerables. Mientras sí se
puede especular, despedir y fugar,
los trabajadores abandonados de una fábrica no pueden defender sus derechos. Mientras sí se puede subsidiar la
acumulación de fortunas no se puede invertir en el desarrollo tecnológico.
Ellos sólo consideran gasto aquello que
no los beneficia. La
transferencia de recursos que se ha producido en estos 18 meses de succión
amarilla no es un gasto, sino normalidad.
Ellos sólo consideran gasto al salario y no
la tasa de ganancia de los grandes empresarios, que es lo que produce la
mayor distorsión en los precios. Hasta convencieron a los que nunca habían
visto un dólar de la importancia de
comprarlos con absoluta libertad y, ahora que podemos adquirir millones, padecemos
el cepo a la leche, la carne, la luz, el gas, las vacaciones, el 0km y
muchas otras cosas más. Con el verso de
la libertad de mercado, nos ponen un cepo a la dignidad. Y encima se nos
ríen en la cara al aconsejarnos que disfrutemos
de la incertidumbre, aprendamos a pilotear drones y nos dediquemos a
fabricar cerveza artesanal.
Ante el caos
planificado que el Gran Equipo despliega, cuesta
entender que algunos no hayan entendido el juego, que se sometan a las
tretas confundidoras de los medios hegemónicos, que no sospechen siquiera el engaño del que son víctimas, que se
abracen más a las excusas que a las razones, que se sumen a la persecución implacable de unos jueces
que mancillan la Justicia. El Estado no debe ser el enemigo de los pueblos
ni estar al servicio de los que insisten en saquearlo. Si el Estado no es de todos ni para todos, la historia nos advierte que
terminaremos muy mal.
Y se quedó corto, Gustavo, porque toda esta cosa del ARSAT (más la yapita del desguace nuclear), además de demostrar la monumental ineptitud y entrega virreinal, además de ese núcleo de la pesadilla, demuestra sin lugar a ninguna duda que la banda de CEO's no sirven ni para ganar plata (ganar, digo, no confundir con afanar, manotear, etc.) porque ningún neoliberal con un poquito de autorespeto puede rifar un negocio así, porque la alta tecnología es negocio, es plata y desarrollo aquí, allá, en todas partes.... y se busca, se roba, se defiende, se hace la guerra, todo, todo, menos regalarla .... salvo en macrilandia, claro.
ResponderBorrarPero bueno, no desesperemos, prontito, cuando la conviertan en fraudelandia, veremos la luz.
gracias Gustavo, brillante apunte, lastima sea verdad que esto este ocurriendo, vengo todas las noches de regreso del trabajo caminando por las mismas calles desde la parada del colectivo hasta mi casa y cada vez veo mas personas durmiendo en las veredas de mi barrio-triste todo-besos y lo comparto
ResponderBorrarUna descripción excepcional de lo que nos toca vivir.- Estoy en un todo de acuerdo.- Gracias por expresar lo que muchos pensamos pero no sabemos describir .-
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