lunes, 2 de octubre de 2017

Esta época y su clima



Muchos han escuchado lo que dijo Carrió en Rosario o lo han leído en algún diario, salvo los que viven aislados del mundo, atados a los medios que sólo desinforman: “yo quiero con vida a ese joven, yo no quiero, como organizaciones de derechos humanos o sectores del kirchnerismo, que esté muerto”. ‘Ese joven’ es Santiago Maldonado, pero la inasible diputada no sólo evita su nombre, sino que usa políticamente un caso del que pocas veces se ha ocupado, salvo para vomitar las inaceptables pavadas con que cautiva a sus seguidores. Esos caceroleros que reducen todo al denuncismo selectivo con que justifican sus prejuicios y no necesitan pruebas para sentenciar a los que desprecian, validan el accionar despectivo de ese mediático personaje que tanto pontifica sobre la República pero apoya a los que quieren disolverla.
En algún momento de estos dos meses de desaparición forzada –cuando sus eternas vacaciones se lo permitieron- Lilita esputó que Santiago estaba escondido o secuestrado por kirchneristas. Desacreditar, minimizar o burlarse de sus dichos es lo que se ha hecho hasta ahora, lo que permitió que Carrió escale a un podio inmerecido. Casi la mitad de los porteños la ha premiado con votos en las PASO, aunque nada de lo que vocifera llega ni al umbral de un tribunal. Desde hace años ocupa una banca en Diputados, a pesar de que su desempeño parlamentario se reduzca a algunas histriónicas intervenciones para mostrar en un noticiero y a las constantes ausencias de las que nadie se preocupa. Hoy, a tono con el clima de época que plantea la alianza de la que forma parte, intenta desviar la atención de la barbarie desatada desde la asunción de Macri, meses en los que, lejos de unir al país como había prometido, alimenta la grieta para hacerla más profunda.
Quien todavía dude de la responsabilidad de los gendarmes en la desaparición de Santiago es porque no está enterado de nada o –lo que es casi lo mismo- padece intoxicación por el consumo de prensa independiente de toda veracidad. Quizá ya haya incorporado a su ADN que Santiago está en Entre Ríos, Tartagal o cortando sus rastras en San Luis. Tal vez se abrace a la infame frase algo habrá hecho en su versión 2017 o descrea de los testimonios de los mapuches porque son chilenos, terroristas o separatistas. O le parezca inadmisible que un indio pueda expresarse con claridad, tenga derechos o use chismes tecnológicos a disposición de cualquiera. Y hasta festeje las burlas que muchos apologistas mediáticos destinaron a los famosos binoculares de Matías Santana. Probablemente, ni debe haber escuchado los audios que muestran a los agentes hablar sobre el detenido a orillas del río, intercambiar calificativos insultantes hacia los mapuches o averiguar sobre la incautación de esos binoculares en uno de los tantos allanamientos posteriores. Por todo esto, Carrió puede darse el lujo de decir que los kirchneristas y los organismos de DDHH quieren que Santiago esté muerto, aunque en su desaparición estén involucrados gendarmes que recibieron órdenes del ministerio de Seguridad, funcionarios que presionaron al juez y las principales figuras del gobierno del que ella forma parte, que tejieron un obsceno encubrimiento.
Sombras, nada más
 Por todo esto, no debe sorprender que el Gran Equipo siga negando hechos que son más que evidentes, no sólo ante sus gobernados sino también ante la CIDH. Mientras en muchas partes del mundo las plazas claman por la aparición de Santiago, los gerentes dudan de que haya estado en la represión y que se lo haya llevado Gendarmería y hasta cuestionan a los mapuches de Cushamen por obstaculizar la investigación. Eso sí, nada reprochan a Pablo Nocetti, que armó el clima para la represión y advirtió sobre las pericias de las camionetas para que sean limpiadas ni a Daniel Barberis que acondicionó el relato de los gendarmes para proteger la imagen del gobierno. Tampoco cuestionaron al juez Guido Otranto por no realizar un allanamiento en la estancia de Benetton ni ordenar pericias de la ubicación de los teléfonos. Sólo los originarios están en la mira por reclamar la devolución de las tierras usurpadas, protestar por el despojo de sus bienes y reclamar la libertad de su líder, Facundo Jones Huala.
 En la Argentina gobernada por los PRO, hasta lo más elemental está en peligro, desde la alimentación hasta la vida. Y todo para proteger los inconmensurables bienes de los que ni se imaginan lo que es padecer una necesidad. Porque no sólo en el sur ponen las fuerzas de seguridad del Estado al servicio de los terratenientes. Como otrora, en el norte del país, el imperio de Blaquier reclama ayuda policial para someter a los trabajadores del Ingenio Ledesma. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, también ofrenda la provincia para satisfacer la venganza de clase del empresario aliado con la dictadura y acusado de delitos de Lesa Humanidad. En una decisión casi de fin de semana, la in-Justicia jujeña ordenó que Milagro Sala abandone el campo de concentración que llama prisión domiciliaria para retornar a la cárcel en la que estuvo tanto tiempo.
No sólo la alimentación, el empleo, la libertad y la vida están amenazadas por los ceócratas: también la Memoria. Además de llamar curro a la lucha de los organismos de DDHH y destinar sólo hielo a sus dirigentes, Macri pobló La Rosada SA de integrantes, nostálgicos y apologistas de los Tiempos Oscuros. A esto se agrega la bienvenida al llamado 2x1 para genocidas, aunque después tuvieron que simular rechazo. Ellos prometen un mejor futuro pero lo único que ofrecen es el peor pasado. Si algunos de los votantes distraídos no comprenden que, de la mano de Macri y su Gran Equipo, viene el ajuste, la flexibilización laboral, el despojo de los salarios, la desigualdad convertida en norma, el endeudamiento usurero, la mejor síntesis es el homenaje a una figura siniestra: Domingo Cavallo recibido con honores en el Banco Central por su titular, Federico Sturzenegger. Si eso no se interpreta como un retorno a los peores momentos de nuestra historia, ¿qué otra señal necesitan para rechazar el Cambio?
Si no es un retorno con todas las letras, al menos es la reivindicación de un personaje muy dañino. Y si no, será una provocación más, como los irresponsables dichos de Carrió, para medir nuestra paciencia. La Historia nunca se repite por su propia voluntad, sino por la indiferencia de sus protagonistas que, a veces, tienen ganas de convertirse en víctimas.

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