En
años anteriores, los analistas mediáticos
han forzado su imaginación para calificar
a los votantes, para instalar una
explicación sintética del resultado electoral. El voto cuota de los noventa y el voto
bronca de las legislativas de 2001 son los ejemplos más memorables. Y si la
creatividad se ausenta, siempre pueden apelar a la denostadora sentencia “la
gente vota con el bolsillo”. Además de la dificultad física de hacer algo
así, la metáfora fustiga a los integrantes
de las clases medias y bajas que eligen al candidato de acuerdo a su
economía doméstica y no a posiciones
ideológicas o evaluaciones más intelectuales. Además, supone que el resto
–la minoría- incluye otros valores en su elección además de la cuestión
económica. Como si los que se pretenden
dueños del país no votaran al que garantiza el crecimiento de sus fortunas con
el menor esfuerzo. A otro perro con
ese alimento balanceado. Si las clases medias y bajas votan con el
bolsillo, el establishment lo hace con
sus cuentas secretas y sus apetencias incontenibles. Más allá de estos
recuerdos y a siete días de las legislativas, la tentación de buscar una
etiqueta para el que apoyó al Cambio
es muy grande. Sin ánimos de apelar al ojo por ojo, una recorrida por algunos tópicos y algunas especulaciones de
poco rigor científico puede conducir a
una síntesis satisfactoria.
Aunque
el gobierno amarillo no logró obtener la mayoría necesaria en el Congreso, con el aval de las urnas es como si la tuvieran. Más allá de los juegos
numéricos que pueden concluir que la mayoría votó en contra de Macri, la
Gerencia de La Rosada SA hará valer mucho más el terreno conquistado. El
discurso colonizador de los medios hegemónicos y el accionar del grupo de tareas judicial contribuirán para inflar la cotización. El público cautivo hará el resto, dando crédito a las incongruentes fábulas
que consume a diario y reaccionado en consecuencia; convirtiendo hechos
indemostrables en excusas para permitir
que aflore el peor Yo; tomando como bandera la venganza de una clase privilegiada, aplaudiendo la injusta
cárcel y festejando el cercenamiento de
derechos para multiplicar los privilegios. Una multitud virtual que alienta a los leones hambrientos para que
devoren a los indefensos condenados en la arena de un circo romano.
Individuos confundidos que todavía no
sospechan que, en breve, sentirán el aliento de las fieras arengadas por un
público cada vez más menguado.
Un Macri exultante es el alivio de
muchos, que ya reclaman las medidas
necesarias para incrementar sus ganancias: la
baja impositiva y la reforma laboral son las más cercanas; la reforma
previsional y la suba de la edad jubilatoria serán las consecuencias. El Estado que abandona a su población para
proteger los intereses de una minoría es la impronta que se legitimó en las
elecciones del domingo 22; un combo que no sólo se ocupa de incrementar la inequidad sino también
de aniquilar a los que se opongan y desalentar cualquier resistencia. Los
votantes amarillos no saben de esto, porque
estaban mirando el canal equivocado.
El camino a la Nada
En
realidad, hablar de canal equivocado supone la existencia de alguno que no lo
está. Y también suena un poco soberbio, como si uno gozara de sabiduría
mediática, como si uno pudiera evaluar el gusto ajeno. Lejos de eso, es
posible establecer un parámetro en la
función informativa para valorar un medio. Con un relevamiento de las
falacias que difundieron los medios hegemónicos sobre el Caso Maldonado basta para ponerlos en penitencia unos
meses. Y si algún lector sospecha que esto puede vulnerar la libertad de
expresión, que piense qué pasaría si se
intoxican los comensales después de comer en X restaurante. En un caso así,
nadie apelaría a la libertad culinaria,
sino que exigiría una justa sanción del responsable y un resarcimiento a las
víctimas. ¿Acaso los medios hegemónicos no intoxican
el pensar de la población con patrañas, operaciones y tretas interpretativas?
¿No malogran la convivencia con sus demonizaciones cotidianas? ¿No entorpecen a los televidentes con las
forzadas y pueriles conclusiones sobre la realidad que inventan?
Que
alguien se adhiera a un boicot al té artesanal de Sergio Maldonado indica el grado de irracionalidad que
lo envuelve. Que esté convencido de que Santiago se ahogó en un río de un metro
de profundidad por su impericia y no por
el acoso represivo de la Gendarmería es un indicio de colonización. Si no
duda de que a Nisman lo asesinaron sin dejar huellas ni rastros de violencia en
la soledad de su baño y simularon de manera tan perfecta un suicidio, estamos ante una posible víctima de
intoxicación informativa. Si a todo esto sumamos los fervientes aplausos
que destina a los creativos procesamientos,
las imprecisas acusaciones y las prisiones preventivas a pedido para integrantes del anterior gobierno, estamos ante un perfecto manipulado, un
modelo de individuo a la medida PRO. Y si, como frutilla de este explosivo
cóctel, regurgita babas de furia ante las denuncias de la corrupción K pero exuda aristocrática indiferencia ante
el evidente vaciamiento M, no tenemos más que un ser que se piensa ciudadano cuando no es más que un Ego encapsulado
en un mar de toxinas que envenenan su sentir.
Pero
todavía no hemos completado este recorrido que nos permitirá sintetizar al apoyador del Cambio. ¿Por qué tanta
gente decidió avalar la gestión amarilla, a
pesar del visible deterioro institucional, político y económico que ha
provocado? ¿O todos esos votantes no se han visto afectados por la inflación imparable, los avarientos
tarifazos y la recesión amenazante? ¿O no perciben que la represión
compulsiva y la persecución política no
son los ingredientes más adecuados para unir
al país? ¿O no advierten que con la monotonía discursiva, el blindaje
informativo y la sofocación de los medios críticos no puede existir la pluralidad de
voces tan cacareada? Tal vez no se han enterado que la pauta oficial ahora sí se distribuye con plena
generosidad para los comunicadores cómplices y absoluta mezquindad para los que no lo son. Quizá ni sepan la
cantidad de dinero que se destina a operar
en las redes sociales con los inefables trolls. Con el dinero que pagamos casi todos.
¿O
saben todo esto pero no les importa? ¿O
con un sacudón de hombros basta para legitimar este camino a la perdición?
A pesar de que el recorrido iniciado parece no terminar nunca, los pacientes
pasajeros ya pueden avizorar algo en el horizonte: un muestrario de etiquetas capaces de calificar al votante PRO.
Algunas son despectivas, otras estigmatizadoras y el resto un poco ofensivas. Tal vez no sea adecuado elaborar una lista
que condicione la imaginación del lector o supere la extensión de este apunte.
O quizá no sea la solución pegar etiquetas en nuestros pares para sortear este desliz histórico. Un
intercambio de rótulos no sellará la tan mentada grieta ni conquistará a los agrietados. Tampoco aporta demasiado remasterizar cada tanto el binomio civilización-barbarie porque siempre
conduce a la demonización del Otro. Ni
vendepatrias ni choriplaneros. Ni manipulados ni populistas. Una etiqueta no
despabila: inmoviliza o pone a la
defensiva al destinatario. Muchas dudas ante un mañana que no será florido. Muchas preguntas que debemos responder si
queremos evitar un futuro que se parece
mucho a los peores pasados.
En una de ésas, cuando tratamos de definir al votante promedio (bajo, pa`colmo) de la porquería amarilla nos equivocamos, al hablar en serio, al tomar datos, sacar cuentas, sumar , restar y, lógicamente todo aderezado con el condimento ideológico que nos caracteriza.... y le pifiamos, porque omitimos lo central, ese votante promedio es medio tonto, superficial y fácilmente manipulable...... durán barba (el sumo pontífice amarillo) lo tiene muy claro, zoológicamente claro; "...son simios emocionales....". Y si lo dice él. ¿vale la pena discutirle? si las elecciones parecen darle la razón...
ResponderBorrarPara oponerse a ésto no alcanza con ser muchos ni, tampoco, con tener mejores ideas, mejores actitudes ni logros a mostrar..... siempre será insuficiente para un "simio emocional" (que además de emocional, mediáticamente mantienen "enojado"); hay que esperar un poquito, a que se aviven, a que lo "simio" les duela, los ofenda y obviamente les descubra que dejar de ser "simio" (o más barrialmente, boludos) es defensa propia.
La sensación de la blitzkrieg amarilla, imparable es asquerosa pero, el avance así, rápido, duro, también les aumenta el grado de exposición a derrotas màs "relampagueantes". La Historia nos enseña cómo terminan de mal las blitzkrieg exitosas, desde atila al adolfo h., ¿por qué no mau?, tiene coronita? (ya quisiera)...
De acuerdo, pero no nos olvidemos de la máxima que reza: Los pueblos tienen el gobierno que se merecen".
BorrarY en nuestro pueblo tenemos solamente dos clases sociales que refuta todo análisis socio político sesudo y profundo que se pueda hacer. A veces una clase crece mas, y gana; a veces la otra crece más y gana.
Que cuales son esas clases sociales argentas? Fácil Los más hijos de p y los menos hijos de p.
Alberto
No, èse es un reduccionismo al nivel de las pavadas de carrió . No se puede - ni se debe - incluir como hijo de puta a aquellos que son manipulados y estimulados en sus prejuicios y tonterías a ir contra sus propios intereses y los de la mayorías, no son "menos hijos de puta", NO SON hijos de puta, son giles, si quiere y siempre terminan avivándose. O los avivan de prepo (los hijos de puta dendeveras son insaciables....)
BorrarDel otro lado están los que sí son, fueron y serán hijos de puta en grado superlativo y hoy arrasando el estado.... pero ahí no hay engaño, hay una manipulación exitosa, que para nada implica cargarle a la víctima la hijoputez del victimario.
Por historia se sabe que ésto dura lo que dura, hasta que los giles se aviven o los prestamistas corten el chorro del festival de pagarés. Tropezar seguido con la misma piedra, no te hace hijo de puta, te confirma estúpido, que en una de ésas es peor.
Esa es la teoría del ciudadano siempre inocente, aunque haya colaborado hasta con la dictadura mas asesina de nuestra historia y votado a los más crápulas. Acordate "flaco no te vayas flaco veni" le cantaban en el 78 a videla 70 mil ¿giles? en el estadio.
BorrarPuteaban a los que hacian cola para presentar las carpetas con los parientes desaparecidos a la Comisión de Derechos Humanos, ese mismo año.
Yo no soy militante por lo que no estoy obligado a comprender a la basura, como a una clienta, negra hija de puta muerta de hambre que se me caga de risa porque meten preso a Boudou y a fin de mes a la ex presidenta porque se robaron todo me dice, y se burla.
Saludos
Alberto
gracias Gustavo y comparto-besos
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