Hace un tiempo, un veterano
periodista obsecuente comparó a Macri
con Nelson Mandela, después, con Perón y ahora con el Che Guevara. O el empresidente no tiene personalidad o
Majul traspapeló los parámetros. O ambos
son cualquier cosa menos lo que dicen ser. Tal vez, de tanto confundir, los voceros del establishment padecen un
extravío crónico. Tanto, que hasta entran en pánico porque el modelo por el
que bregaron está provocando una crisis
histórica. Ni siquiera les sale la pueril demonización del kirchnerismo,
desmontada de un plumazo cuando algunos
jueces se acuerdan de las leyes. Si no fuera por la desinformación que orquestan
las usinas mediáticas, los amarillos no
durarían ni un suspiro o lo que demoren los individuos que confiaron en
ellos para descubrir el engaño del que
han sido víctimas y reaccionen en consecuencia.
Mientras el Gran Equipo provoca
desastres para beneficiarse con el fatal desenlace, las tapas, editoriales y
zócalos hegemónicos siguen pataleando contra
el gobierno anterior. Y eso que los secuaces de Macri despliegan su oscuridad para protagonizar miles de titulares. Pero,
como “la realidad se puede tapar o se
puede hacer tapa”, Clarín, TN y
todos sus satélites insisten con explotar la credulidad de su público cautivo.
Y los mercenarios disfrazados de periodistas –esos que despotricaban contra la
militancia de 678- babean su bilis ante las cámaras porque la represalia justiciera que tanto han abonado no llega a buen puerto.
Las prisiones ilegales que han aplaudido con frenesí empiezan a abrir sus
puertas para que recuperen la libertad
los que lucharon por la dignidad del pueblo. Las patrañas que amplificaron
para condenar los logros de la Década Ganada se tropiezan con sus torpes patas.
Y algunos jueces y fiscales se atreven a
contradecir los deseos vengativos del Poder Real representado por el
macrismo.
Justo el Día de la Memoria Carlos
Zannini y Luis D’Elía salen de las sombras para marchar por las calles junto a miles de gargantas que repudian
la amnesia oficial, la domiciliaria para genocidas y las propuestas de reconciliación
que cada tanto vomitan. No basta con las frases veganas de la gobernadora Vidal ni los balbuceos de Macri leídos del telepromter para simular
compromiso. Difícil olvidar que el Gerente de La Rosada SA prometió terminar
con “el curro de los DDHH” y que el
año pasado calificó a la Dictadura como “algo
terrible que nos pasó”, como si
hablara de un terremoto o un tornado. Por más que recite ante los
asistentes a la inauguración de la Asamblea Anual del BID “Nunca Más a la violación de los derechos humanos, a la violencia y al
terrorismo de Estado”, su padre, él y muchos empresarios se beneficiaron con las políticas de
endeudamiento y represión de las Juntas Militares.
Antorchas
en el túnel
Los banqueros y financistas deben
haber aplaudido la hipócrita frase del Ingeniero sin tener en cuenta que el
modelo que ejecuta es el mismo de
aquella época, recrudecido pero con mejor maquillaje, sin desaparecidos pero con asesinados, sin torturados pero con
muchos excluidos, con represión
sincerada, amenazas constantes y persecución permanente. Aunque Mauricio trate de conmover con un fingido Nunca Más, de las 592 causas
judiciales por delitos de lesa humanidad, la
mitad permanece en instrucción desde hace tres años y las restantes están
estancadas. Aunque finja repulsa, postula como procuradora general a Inés
Weinberg de Roca, cuyo marido –además de ostentar apellido conquistador- fue funcionario de Onganía y Galtieri,
dos dictadores emblemáticos. Aunque haya abandonado la intención de anular el
feriado, desmanteló las áreas de DDHH en
las dependencias del Estado. Por más que se ponga una máscara de ocasión, no puede disimular la incomodidad con estos
temas ni la coincidencia con el ideario de los genocidas.
Además de la hipocresía, los PRO exudan contradicciones.
Mientras Cristina, Timerman, Zannini y muchos más están procesados por el inexistente encubrimiento en el
memorando con Irán, los verdaderos encubridores del atentado a la AMIA disfrutan
de un prolongado juicio que sabe a
impunidad. Claudio Bonadío -separado
a pedido de Alberto Nisman por encubrir a los encubridores- es el que se
encargó de convertir la absurda denuncia
del suicidado fiscal en un dictamen rumbo a un insostenible juicio oral. El juez encubridor acusó por
encubrimiento a los que propusieron interrogar a los sospechosos con un
mecanismo que ya se había utilizado en
dos ocasiones. Y los que prometían no perseguir a los que piensan distinto utilizan el martillo de los jueces para
abollar disidencias.
Al aire fresco que significan las
advertencias de algunos jueces camaristas y de la Corte Suprema sobre la difusión de escuchas ilegales y la
distribución arbitraria de encarcelamientos –doctrina Irurzun- se suma la
visita de un personaje iluminador:
el ex presidente de Ecuador, Rafael Correa. En todas las entrevistas, Correa
exhibió sus convicciones y alertó sobre los
duros momentos que vive América Latina por el retorno de las políticas
neoliberales. Para eso, el establishment puso en marcha “un nuevo Plan Cóndor contra ex
presidentes”, para impulsar “denuncias
falsas de corrupción”, destruir su
reputación y “dejarlos afuera del juego electoral”.
Esta estrategia de proscripción
–aseguró el ecuatoriano- no sería posible “sin la complicidad de los medios de
comunicación” que priorizan
el lucro por sobre su rol informativo. Y aportó una frase para orientar los
pasos: “hemos cambiado el Estado de derecho por el Estado de opinión”, gracias a la docilidad del público
cautivo. Para que no queden dudas, sentenció que “una buena prensa es vital para la democracia” pues la que estamos padeciendo de manos de las
corporaciones es fatal. Y para que no queden dudas, concluyó que “si hoy no te sometes a los medios, ellos te muestran con más ganas quién es el
que manda; eso se llama manipulación”.
Aunque el descontento creciente
sea alentador y el hit del verano brote en todos los rincones, aunque la
canción anónima de los partisanos Bella Ciao –popularizada por la serie
española La casa de papel- se haya
transformado en Macri chau y circule
por las redes, todavía falta mucho para
que retorne la luz de la conciencia colectiva. Mientras queden creyentes en
la Pesada Herencia, despreciadores de manifestantes y
colonizados televidentes, el camino
hacia el país de todos y para todos no está garantizado. Reconocer el error
del voto es un paso necesario pero no
sirve de nada si siguen alimentado su confusión con las infundadas falacias
de las usinas de estiércol, si continúan regalando rating a los propaladores de prejuicios disfrazados
de amables comensales, si prefieren potenciar
su cautiverio con recicladas denuncias de corrupción. Para encontrar la luz, hay que abandonar la oscuridad. Pero todavía
falta un poco para eso.
excelente Gustavo! comparto y besos
ResponderBorrarEstremecedor... Mucho... pero, reconfortante porque alguien reproduce la realidad, y, sin más... Gracias!!!...
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