Ante la menor disidencia, los paladines del diálogo y el consenso
revolean una falsa denuncia, jubilan a la fuerza, orquestan un juicio político,
diseñan titulares mafiosos o esgrimen el
legendario bastón tonfa, relanzado como una novedad. Cualquier cosa menos mejorar la vida de la mayoría.
Hasta un vendedor de sándwiches de salame terminó
saqueado y esposado por efectivos policiales y eso que el ideario amarillo
alienta el emprendedurismo. Menos mal
que, gracias a tanta violencia, el joven
conquistó la fama y su negocio puede volverse próspero. Pero no todas las
víctimas tienen la misma suerte. Sobre todo los que no sobreviven a la
prepotencia de los que parecen más
enemigos que representantes temporales de la voluntad de la ciudadanía.
Una voluntad –vale recordar-
mancillada por falsas promesas de
campaña y mucha manipulación mediática. No sólo de los medios
tradicionales, sino a través de mecanismos
no muy transparentes en las redes sociales con los famosos trolls,
operadores rentados disfrazados de usuarios que se dedican a desviar el entendimiento con noticias falsas. Estas
tretas oscuras resultarían inefectivas si no explotaran los prejuicios de un
público siempre dispuesto a indignarse
con cualquier falacia que los confirmen. Individuos capaces de golpear a una pareja homosexual por tomarse de las
manos o al sospechoso de un robo que no se ha producido; de condenar a los
mapuches por querer recuperar tierras
ancestrales usurpadas por multimillonarios extranjeros; de despreciar a bolivianos,
paraguayos o brasileros que vienen a
nuestro país a encontrar un mejor destino.
Y esto se agrava con el uso
electoral de los datos privados sin el consentimiento de los titulares de las
cuentas. Gustos, afinidades, anécdotas, fobias y poses fueron vendidas por Facebook para que algunos
políticos internacionales puedan conquistar las preferencias electorales.
Uno de los popes de esta estratagema
es Jim Messina, que después de robar información, asesoró a Theresa
May, Enrique Peña Nieto, Matteo Renzi, Mariano Rajoy y, por supuesto, a Mauricio Macri. Así, el candidato sabe a qué fibra
íntima de sus posibles votantes apuntar para conquistarlos, aunque eso no se transforme en medidas
concretas. Por eso los infames exponentes del Cambio se mostraron tan tiernos
durante la campaña. Si hubieran anunciado que pretendían profundizar la desigualdad que estaba disminuyendo, los
resultados habrían sido otros.
Con el perfil de los cibernautas
en sus manos pueden acceder al nivel informativo e intelectual de los destinatarios
de sus nefandas consignas y a las
respuestas que despiertan sus patrañas para amoldar odiadores a su antojo.
Así, se atreven a anunciar con bombos y platillos que ha bajado la pobreza, aunque no hayan movido un dedo para
lograrlo.
Sorpresas
que no sorprenden
En verdad, para creer lo que
dicen los PRO hay que ser un necio o tan
perverso como ellos. O las dos cosas, para lograr que Macri siga ostentando
una inmerecida imagen positiva superior
al 40 por ciento. A pocas horas de que el Observatorio Social de la UCA –el faro del oficialismo cuando era
oposición- advirtió un crecimiento de la pobreza, el Gerente de La Rosada
SA festejó sin bailecito pero similar
parafernalia, que en 2017 bajó al 25,7 por ciento la cantidad de personas
con ingresos insuficientes. Y lo más sorprendente de todo es que la indigencia afecta apenas al 4,8 por
ciento de los argentinos. Si esto fuera cierto, habría que ponerse feliz y
abandonar la búsqueda de la quinta pata al gato, la hiena o el animal que sea.
Pero estos exponentes de la fauna vernácula tienen más patas que un arácnido;
por eso es muy fácil encontrarlas. La trampa está a la vista, porque para
arribar a estos datos toman como referencia una canasta básica total de tan sólo 5130 pesos. Si Guillermo
Moreno tuvo que transitar durante años los tribunales por las cifras del INDEC
para después quedar sobreseído, a estos
tránsfugas deberían condenarlos a varias cuarentenas hasta que dejen de mentir
tanto. Una canasta básica que, hace unos días, el civilizado INDEC de Todesca ubicó este año en 17537 pesos para no ser pobre y en 6987 para no ser indigente. Si
la canasta básica medida por el mismo organismo pasó de 5130 pesos a 17537 en
pocos meses, estamos ante una inflación
galopante y no de entre el 2 y el 3 por ciento que se anticipa o del 15
anual que el Gran Equipo quiere imponer. Hasta
ellos se confunden en la invisible Macrilandia.
Además, cualquiera con media falange de frente puede intuir
que la pobreza no puede bajar en una economía con inflación, tarifazos, depresión del mercado interno y una ola de
despidos que no cesa. Salvo en un país ubicado en una dimensión donde la magia sea realidad. Alguno se puede
ilusionar con las cifras turísticas del fin de semana largo, pero esas
escapadas son posibles para los que aún
no han sido alcanzados por el brutal ajuste amarillo.
Si es posible bajar tres puntos
de pobreza en seis meses mientras los
comedores comunitarios aumentan su concurrencia, también se puede respetar
la independencia judicial amenazando a los jueces que fallan contra
los deseos del establishment, consolidar la República malversando leyes a fuerza de decretos y no perseguir al que piensa distinto controlando con carpetazos a los exponentes de la oposición. También
se puede atraer inversiones a una economía que sólo crece en la timba mientras la mayoría de los funcionarios
guarda su dinero afuera. “Sí, se puede” construir un país más
justo derramando injusticias. Con el Cambio, todo es posible, mientras el
discurso oficial siga entorpeciendo el
entendimiento de la ciudadanía con obscenas mentiras engalanadas con cintas
de dudosa veracidad.
gracias estimado Gustavo, comparto-besos
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