Como los directivos del FMI, el
ministro Nicolás Dujovne se vanagloria
del daño que el Cambio está provocando en la población. No sólo eso: además
se sorprende por la poca resistencia.
En eso hay que darle la razón. Como él mismo dice: “en la Argentina nunca se hizo un
ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno". Si el
descontento no se volvió desalojo es gracias al blindaje mediático y la gobernabilidad regalada por los
opoficialistas ‘racionales’. Si
no fuera por esto, Macri, en lugar de escribir pavadas sobre las inundaciones,
involucrar a su hija en las atrocidades que despliega y probarse productos
capilares, ya sería el peor de nuestros
recuerdos.
Encima, muchos que gruñen en los
medios contra los desastres gubernamentales, a la hora de aprobar, bajan las orejas, gimen como cachorros y
lamen las manos de los destructores. Y luego siguen gruñendo. Como el
dirigente cegetista Héctor Daer, que después de renunciar al susurrado paro por un insustancial bono de 5000 pesos,
se sumó a la mesa del frente opositor que se está gestando para derrotar a los
amarillos. Alguien debería exigir que primero
demuestre ser opositor antes de pegotearse a un frente opositor. Nadie se
ofendería ante una cuota de ingreso tan razonable. Y no es el único, por
supuesto: son muchos los que advierten
la proximidad del abismo pero nada hacer para virar el rumbo.
Como si temieran los titulares
que una acción así pueda merecer; como si prefirieran abandonar a sus representados antes que enemistarse con el Círculo Rojo;
como si la hecatombe que ya estamos percibiendo fuera la antesala de un mundo
mejor. Por supuesto, cualquier cosa es
mejor que esto. La crueldad del plan de despojo que se aprobó en el
Congreso parece atenuarse con las
estudiadas sandeces que recitan los hacedores de La Revolución de la
Alegría. Una leve caricia suaviza los
bofetones que durante meses nos estuvieron destinando. Un partido de fútbol
–por más histórico que sea- no debería distraer de los verdaderos dramas que
muchos conciudadanos están padeciendo. Las
tretas de distracción son tan obvias que sólo un lelo puede caer en ellas.
¿O no se preguntan por qué esta
vez no hubo cruceros televisados en
las zonas afectadas por las lluvias? ¿No les llama la atención que los gomones con movileros conmocionados por
las dramáticas escenas hayan brillado por su ausencia? Claro, después de
tres años de gobierno ya no pueden jugar
con la Pesada Herencia, aunque el
Ingeniero se ocupó de eso de la forma más absurda: Aerolíneas tiene la culpa de las inundaciones. No la deforestación,
el monocultivo ni la urbanización descontrolada, sino la línea de bandera. Un silogismo tan burdo que debería
avergonzar a los que se abracen a la ilógica conclusión.
Merecedores
del desalojo
La felicidad de Dujovne tiene
sentido: el rechazo no es proporcional a
los estragos voluntarios que están produciendo. La empatía simplona de los
ensayados gestos todavía resulta
efectiva para muchos de los afectados. En el contexto del temporal, el
intendente-cocinero de Quilmes se calzó una campera de lluvia, grabó un spot
con cara de preocupación y compromiso y después
se fue a la cancha para disfrutar de la final de la Libertadores. La
gobernadora Vidal ya no usa las botas para chapotear en el barro como en
campaña, pero actúa su dolor con esas
frases tan PRO destinadas sólo a los odiadores. Con un “no somos lo mismo” da por clausurada toda duda sobre el latrocinio
gobernante.
Dujovne se emociona porque "lo
que se ha hecho en estos tres años no se ha hecho nunca en la historia
argentina". Mentira, es
lo mismo que hemos padecido en los dos
aluviones neoliberales anteriores: el primero, con la prepotencia bestial
de la dictadura y el segundo con el disfraz peronista de Menem. La gran
diferencia es que esta vez el proceso de reorganización nacional fue
más acelerado.
¿De qué se enorgullece el Ministro?
¿De haber más que duplicado la
inflación, cuadruplicado la devaluación, incrementado el déficit, aniquilado el
crecimiento? ¿De que la demanda de servicios públicos haya decrecido un uno por ciento? ¿Acaso es un logro que el uso de la
capacidad industrial instalada haya
retrocedido a un 61 por ciento? ¿O es motivo de orgullo para el funcionario
que el desempleo pueda escalar al 12 por ciento? ¿O se hace merecedor de la
medalla al mérito por degradar el
salario argentino del primer puesto al último en el ranking regional? Mientras
la canasta básica de alimentos se escapa de la mesa familiar y la pobreza se
aleja cada vez más del cero, el Ministro
posa para el cuadro de honor de la rapiña financiera. En lugar de agradecer
nuestra paciencia, se burla de los
padecimientos y nos provoca desde la seguridad de su bunker.
Además de empeorar las
condiciones de vida de casi todos, han
forzado las instituciones para amoldarlas a las apetencias de una minoría
empachada, han comprado voluntades políticas, judiciales y periodísticas;
han transformado las fuerzas de
seguridad en tropas de ocupación y convertido las calles en escenarios de
violencia con impredecible final; se han
perdonado deudas y posicionado a sus empresas entre las primeras como contratistas
del Estado; han convertido el conflicto
de interés en la norma para administrar lo público. Por supuesto, la lista de ‘logros’ es mucho más larga, pero estos párrafos valen como
muestra.
El ministro Dujovne reconoce que merecen ser echados desde el fatídico día del Bailecito en el
Balcón. El inefable funcionario admite que nada puede salir bien cuando la
primera imagen que se difundió desde las usinas confundidoras oficiales es la de un perro sentado en el Sillón de
Rivadavia. El obsecuente Nicolás asume que no sólo han decepcionado a muchos de sus seguidores sino que han
traicionado la voluntad popular.
Y que nadie venga con el verso de
la convivencia democrática porque eso se rompió cuando Macri empezó a hacer todo lo contrario de lo que había prometido en
campaña. Aquel histórico primer debate presidencial debería ser un documento irrefutable para despedir a
esta banda de embusteros. Por eso el 15 de noviembre tendría que convertirse
en el Día Nacional de la Mentira. “No
hemos hablado nunca de ajuste”, “hay que
desarrollar, no ajustar”, “vamos a crear dos millones de puestos de trabajo”,
“ningún trabajador pagará impuesto a las
ganancias” y muchas más promesas que no pensaba cumplir.
Si
todavía están en funciones es porque sobran los alelados:
votantes que no se atreven a aceptar el
error que han cometido, opositores que no atinan a oponerse para no ser etiquetados con la K, ajustados
que creen hacer un sacrificio patriótico, aliados
que temen romper, traidores, cobardes, timoratos y muchas especies más de esta
fauna desorientada. El Gran Equipo es
tan echable que hasta sus integrantes se sorprenden de su permanencia. Pero
esta vez no basta con desalojarlos: debemos convertir en bandera el rechazo a
futuro de cualquiera que pretenda desigualar,
colonizar, desguazar y convertir nuestro patrimonio en una presa fácil de los
carroñeros imperiales.
Una cosita, Gustavo, usted es muy exigente con el pobre quetejedi y no tiene en cuenta que no puede ser que una minúscula infanta de 7 años tenga ideas más serias sobre Aerolíneas....ella hablando de déficit y el pobre celoso relegado necesita inventar esa idiotez de que Aerolíneas es "culpable de las inundaciones", hay que entenderlo, pobrecito, así le menoscaban la autoridá.... ¿a usted le gusta que lo dejen sin la palabra definitiva?
ResponderBorrarQue el ministro baldío sea suelto de lengua, un jetón, bah!, es totalmnte normal en el actual ambiente, el cinismo y el desparpajo son la marca de distinción amarilla y el coso abre el hociquito, larga el bocadillo y se gana el lugarcito de empleadito del mes o la quincena (sabe que está "disponible" para que lo rajen a la primera, es descartable)... no tendriamos que ocuparnos de esta asquerosidad, si al fin y al cabo, es muy chiquita; mucho peor fue y sigue siendo esa "oposición" que no quiere ser, no, mentira, se oponen... pero a CFK.
Ahora que empezó el show de las encuestas, no sé usted pero a mí me gustaría una que mida el nivel de persistencia (o reincidencia en la estupidez odiosa) de los "alelados" que votaron esta porquería y que expliquen los otros "pisos y techos" que resulten....
y bueno debe ser culpa de aerolíneas que este sea un país de votantes imbéciles, cuanto poder "los avioncitos", excelente como siempre Gustavo! comparto! abrazos
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