jueves, 21 de febrero de 2019

El cotejo del siglo


No es cualquier año electoral, sino uno especial. En las urnas se enfrentarán un modelo muy dañino con muchas promesas de empeoramiento contra un proyecto que pretende recuperar algo de lo arrebatado por el Cambio. Continuidad hacia el desastre o una interrupción de la decadencia. Algo de eso hay, porque el nerviosismo reina en las filas amarillas. Encima, el radicalismo se está abriendo, por fin, de tanta barbarie. Tarde se agrieta una alianza que nunca debería haber existido y los que la gestaron deben quedar manchados para siempre por haber facilitado que Macri se convierta en presidente. El año empieza a pura represión y revancha, como si la violencia fuera lo único que puede salvar a la patota gobernante de una estrepitosa caída.
De las peores experiencias siempre se saca alguna buena enseñanza. Que votar a los ricos no enriquece al conjunto, sino todo lo contrario. Que no es con honestidad cómo han amasado su fortuna. Y que no se caracterizan por su generosidad, precisamente. Y si, además de ricos son malvados, votar por ellos es de suicidas. Después de estos años en el recurrente infierno, cualquier sociedad aprende a no volver a quemarse. Según las encuestas, menos la nuestra. Que el Gerente de la Rosada SA mantenga su intención de voto en torno a los 30 puntos es un indicio de eso. Mucho para unos tipos que coparon el gobierno para hacer negocios y poner el país a los pies del Imperio.
Ese porcentaje está compuesto por los beneficiarios, esos que están bien parados ante cualquier catástrofe y por los que se la pasan viendo programas de chimentos y van a las urnas con desinformación supina. Los primeros jamás han tenido una necesidad porque les sobra todo; los segundos consideran que el deterioro que experimentan es el castigo por haber gozado de cierta holgura o un sacrificio patriótico para estar mejor.
El que no olfatea la catástrofe en puerta es porque no quiere. Si hasta Coca-Cola está en problemas. La caída del consumo supera los 7 puntos interanuales y eso lo padece tanto el que vende como el que compra. En primer lugar, ese número es un promedio porque los sectores medios y bajos deben restringir sus gastos mucho más. En segundo lugar, afecta a alimentos y bebidas, lo que demuestra que muchos conciudadanos deben renunciar a lo esencial. Claro, no es lo mismo abstenerse de la carne o la leche que de un viaje a Miami. Antonio Toledo, titular de una cadena de supermercados marplatense, debe formar parte del segundo grupo. Alarmado, el supermercadista advierte que “esto no da para más; no sé si llegaremos a mayo o junio”, pero, a pesar de esto, volvería a votar por Macri. Un suicida.
Una receta sencilla
Si no miramos a los que nos rodean, de ésta no salimos. Si vivimos mirando nuestro ombligo, terminaremos con la columna doblegada. Si nos la pasamos aceptando los argumentos de los colonizadores, acabaremos colonizados. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne –que duró más de lo que pensábamos- está feliz con el superávit primario. Esto quiere decir que en enero se gastó menos de lo que ingresó al Tesoro. El famoso déficit cero que tienen los neoliberales como meta esencial. “El sendero hacia el equilibrio de las cuentas fiscales se está transitando de manera ordenada y sostenida”, aseguró el funcionario.
Un desprevenido podrá considerar esto como una buena noticia. Un orden algo extraño que deja un tendal de excluidos. Un orden que se lleva la tercera parte de nuestros ingresos en servicios. Un orden que limita la vida de los ciudadanos, que deben hacer malabares para llegar a fin de mes, que no saben cuánto podrán destinar a la comida ni cuándo perderán su empleo. Un equilibrio que desequilibra la vida de la mayoría. Un equilibrio con una inflación que roza el 50 por ciento, que alienta la especulación y la fuga de capitales, que sólo distribuye miseria, que sólo nos endeuda por décadas. Un equilibrio que deja a millones por debajo de la línea de pobreza.
Un equilibro logrado con palos para los descontentos. ¿De qué sirve el déficit cero si reprimen a los productores de verduras por querer vender más barato o a los trabajadores gráficos que reparten cuadernos? ¿De qué sirve el equilibrio fiscal si apalean a los fotógrafos que cubren una protesta? ¿Alguno creerá que Bernardino Ávila golpeó con su cámara a un policía? ¿O creerá que tomar la imagen de la anciana recogiendo berenjenas es una provocación K?
El desafío para estas elecciones es superar los versos que vomita el oficialismo desde sus 300 cloacas mediáticas. El reto es empezar a rechazar las caprichosas propuestas que presentan los amarillos para conquistar distraídos, como la extinción de dominio o la baja en la edad de punibilidad. La solución no pasa por fusilar a un motochorro o encarcelar a un opositor. La salida está en lo que más molesta a la minoría gobernante: repartir con más equidad lo que producimos entre todos. Si nos convencen de lo contrario, estamos verdaderamente fritos.

2 comentarios:

  1. En teoría, que sea "año electoral" no debiera importar demasiado, simplemente y por un tiempo predominaría un proyecto, un modo de ver las cosas y uno, haría su vida en lo suyo.
    Claro, no es éso lo que nos está pasando con el gobierno del "cambio", que es cierto, cambiar, cambió todo y para mal y, de ganar las elecciones (en ésta disiento, Gustavo) no hay promesa de empeoramiento, hay CERTEZA de empeoramiento y amplio empeoramiento, digámoslo para ser por lo menos claros.
    Acá (Y ahí sospecho que está lo terrible de la situación) no están enfrentados modelos de país, modelo de país hay sólo uno, imperfecto, complicado, contradictorio incluso pero propio y donde más o menos tenemos lugar todos.... lo otro, que vendría a ser la continuidad de la presente porquería es un no país, una vulgar colonia de 3er. orden y donde la mayoría sobramos y/o no tenemos lugar y, menos, una voz queriendo que se la escuche. Un no país y un no futuro (un eterno presente calamitoso). Éso y no otra cosa es lo que hay que elegir y, a pesar de que los haya, no hay matices, es blanco, negro sin avenidas-senderos del medio ni "revoluciones" resueltas en asambleas o despelotes (ése el el universo soñado por doña malbec, sus rambos, sus tásers y todo lo peorcito desplegado ante nuestros ojos).
    Hay imágenes que valen mucho, sintetizan mucho, ahí está la viejita de las berenjenas, los intrépidos rambos que la "escoltaban" y, claro, los que después aporrearon al fotógrafo..... o sea, nadie puede alegar inocencia, que no sabía, que no entendió, que lo engañaron, nada.... se puede ser antiperonista, masoquista, necio, es a gusto y paladar, pero después que no pongan cara de "no me avisaron". La clase de país en que uno quiere vivir es divisoria de aguas, la verdadera grieta y se decide este año.

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