lunes, 25 de febrero de 2019

Un discurso engañoso


En estos días, tres periodistas desbocados tropezaron con sus incoherencias. Primero, Jorge Lanata y Nicolás Wiñazki, junto a los medios en donde vomitan sus fabulaciones, fueron condenados a pagar 600 mil pesos por involucrar a Norberto Yauhar en un caso de narcotráfico. Poca plata para tanto daño y cinco años es mucho tiempo para castigar una mentira tan evidente. La Justicia debería actuar con más rapidez para evitar que la falsedad se convierta en norma y altere la vida democrática, como ocurrió con Aníbal Fernández, imputado mediáticamente en un triple homicidio. El otro caso es el de Mercedes Ninci y sus monstruosidades tuiteras sobre la muerte de Natacha Jaitt. Los administradores de Twitter cancelaron su cuenta con una rapidez ejemplar. Que nadie apele a la libertad de expresión en estos casos, porque las injurias y calumnias no deberían tener espacio en la comunicación pública.
Cuando la opinión se construye a partir de los caprichos imaginativos de periodistas hegemónicos, no hay democracia que aguante. Además, la vara de la verdad termina casi en el piso. Estos tres comunicadores –y muchos más- son víctimas no inocentes de la impunidad de los dueños de los medios en los que trabajan. Clarín y La Nación se han ganado el lugar de inventores de hechos sin pagar consecuencias, algo que habrá que resolver en un futuro inmediato. En el afán de actuar en política con la pátina de independencia y objetividad, han intoxicado a la parte de la sociedad que aún confía en ellos; con sus difusoras multimediales legitiman cualquier cosa, por más absurda que sea.
Y así habilitan a los demás medios para competir con la menor responsabilidad posible. La foto trucada de CFK muerta que publicó la revista Noticias es, además de una nefasta expresión de deseos, una muestra de pésimo gusto para alimentar al público odiador. Si no existe una ley que ponga límites a estas atrocidades, deberán ser los lectores los que empiecen a rechazarlas, por el bien de la convivencia y de sus propios espíritus. 
El discurso oficial está lleno de estas cosas; lejos de la promesa de “unir a los argentinos” los amarillos tratan de atomizarnos; en lugar de reparar la grieta, no paran de ensancharla; en vez de buscar una sociedad en armonía, alimentan el encono entre los conciudadanos. Los PRO exudan clase por todos sus poros, hasta cuando pretenden hacerse los buenos visitando a los Cachos y las Marías en los timbreos ensayados con pretensiones de espontaneidad.
Lo peor en un dibujo
El simulacro es lo esencial y la demagogia al palo: decir lo contrario de lo que se hace, ponderar resultados inexistentes, alentar el optimismo aunque nada auspicioso se asome en el horizonte, hipocresía sin pudor y cinismo como emblema. Después de fingir empatía con los que desprecian, difunden una despreciable ilustración para promover una rebaja impositiva: el sueño eterno de la oligarquía rentística y parasitaria.
El dibujo ya es conocido y ha circulado en las redes, con críticas demoledoras y parodias certeras creadas por los usuarios. Siete rubies elegantes se esfuerzan para sostener a una multitud de morochos: una imagen que se sintetiza con la cacerolera frase “con mis impuestos mantengo a un montón de vagos”. Claro que muchos de los que la repiten a toda hora –la evidencia de un lugar común- se identifican con el grupo al que jamás pertenecerán. Los blancos son una élite, no gente del montón y su vestimenta no es propia de empleados, trabajadores ni comerciantes: son ejecutivos, operadores de la city, empresarios improductivos.
  La imagen coloca una minoría generosa y solidaria como cimiento del resto, aunque la intención sea fundamentar la pulsión egoísta de los más ricos. Los que integran la parte de arriba no son pobres, como muchos interpretaron, sino gente común, vestida con sencillez y con expresiones sin rostro que no denotan padecimiento alguno. Así se ven los menos, como piedra basal de la sociedad, como víctimas de un sistema “desordenado”.  En realidad, esos que engrosaron el inusitado caudal electoral de Cambiemos están en el grupo de arriba, aunque los educaron para despreciar a sus iguales e identificarse con lo que no son.
El original esquema propuesto no representa ninguna realidad. Cualquier abstracción sobre las sociedades utiliza una pirámide –más o menos empinada- para sugerir la desigualdad y son las mayorías las que generan las riquezas que disfruta la minoría. La equidad se alcanza con redistribución y la igualdad con una revolución.
Pero así son los amarillos porque vinieron a dar vuelta todo para empeorar las cosas: para hacer de los valores una herramienta de dominación; para convertir la dignidad en mercancía de lujo; para hacer de las instituciones tugurios para sus pillajes; para transformar la Justicia en guardia pretoriana. Cada día está más claro quiénes son, qué representan y a qué vinieron. Casi todos somos estorbos para sus planes. El gran problema es que todavía quedan giles que van a tardar mucho en avivarse.

2 comentarios:

  1. La impresión de la "condena" a lanata y cía, deja gusto a poco, primero porque apelarán por los siglos de los siglos para no pagar y después porque ya pasó mucho tiempo y el estropicio ya se olvidó, perdido entre los miles de estropicios cometidos y que les restan por cometer... claro, quedan las víctimas pero para ellos, es la filosofía de estos tiempo alegres, que se jodan.
    Lo del dibujito es otra forma del típico sinceramiento amarillo, si son unos románticos del nazismo, pero claro, como no son taaaan sinceros, quieren razonar (es un decir) como nazis pero que no se note, son raros estos chicos, lo raro y notable es que los nazis dendeveras eran tipos que laburaban mucho, producían mucho (incluso en la maldad) y nuestros héroes son alérgicos al trabajo y cultores de la vacación y el relajo... buena pilcha, buenos autos y vocación de felpudo pa'l extranjero (sí, nazis medio herejes o truchos, digamos), en fin, en el barrio los conocemos como parásitos nomás, de lomo virgen y los dineros a salvo, lejitos.... lo más increíble es que presuman de pagar impuestos, los evasores químicamente puros, ni capusotto, vea...
    Pero bueno, ya hay respuestas al dibujito que colocan las cosas en su lugar, los pitucos no sostienen un carajo porque no producen NADA y son los morochos (y otros no morochos e incluso rubios) que son los que sostienen todo, que producen todo y que pagan todos los impuestos (incluso la parte que ellos evadirán sistemáticamente).
    De todos modos hay que ser agradecidos, sin el dibujito por ahí necesitábamos explicar mucho el asco que dan, así es más fácil y directo.

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  2. comparto Gustavo, muchas gracias siempre-abrazos

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