El camino hacia las elecciones
plantea algunos dilemas y el primero es
cómo transitarlo. No hace falta mucha suspicacia para suponer que estará plagado de falsas noticias y
operaciones judi-mediáticas que lo harán entretenido y a la vez, tortuoso.
Agotador, también porque siempre habrá que estar deconstruyendo, explicando,
desmintiendo en lugar de apuntalar las
ideas que nos sacarán del profundo pozo en que nos está hundiendo el Cambio.
Aunque sea para refutar las patrañas, siempre
estamos atados a la agenda que proponen los medios hegemónicos y sus
tentáculos en redes sociales. El desafío es, pues, desinstalar la agenda marketinera para instalar una agenda propia.
Y para ello no hay que perder tiempo con cada una de las bombas de humo que
arrojan las propaladoras de estiércol, sino
propagar el truco para desmontarlas.
Los rosarinos sabemos lo que es
portar una etiqueta nacida de una mentira. Lo de comegatos surgió de un
informe falaz pergeñado por el notero Julio Bazán, de canal 13 y TN allá
por 1996, aunque muchos crean que fue tiempo después. En aquel entonces no se
conocían como fakes news, pero ya producían estragos en la opinión pública.
Más de veinte años pasaron de aquel episodio y sin embargo, el mote surge cada
tanto en alguna conversación mantenida a cientos de kilómetros. La pregunta ¿es verdad que comen gatos? debería ruborizar más al preguntón que al
encargado de responderla. Un
montaje que sólo necesitó una parrilla con unos pellejos, un nene con un felino
–vivo- en sus brazos y un puñado de testigos guionados. Eran tiempos en que los televidentes no sospechaban que los
medios podían mentir con fines políticos; que ni se preguntaban para qué
agregaban pedazos de “carne gatuna” en medio de unos tentadores pescados. Si
diez años antes habían creído en las
crónicas de José De Zer sobre extraterrestres o casas embrujadas, ¿cómo no
iban a dar crédito a las elaboradas por su aprendiz en la antesala de una
crisis histórica?
Los tiempos cambian, por
supuesto. Hoy, la TV tradicional ya no
tiene la incidencia de antaño, tal como revelan los números del rating. Las
formas de consumo mediático son diferentes y el usuario cree tener en sus manos el poder de armar su propia agenda informativa.
Sin embargo, los colonizadores de la subjetividad también están en las redes
dispuestos a propalar cualquier falsedad
que sea funcional a su ideario. Una foto y una explicación sintética se
transforman en un hecho que, con una eficaz difusión, puede impactar en muchas cabezas que ni se
preocupan en confirmar su veracidad, si sirve para confirmar prejuicios.
Más aún cuando la novedad no proviene de grandes cadenas sino de las pequeñas, conformadas por amigos, familiares, colegas
tan iguales como el destinatario.
Dosificar
la pantalla
El recorrido es arduo, pero vale la pena. Para dar el primer paso
hay que dejar de creer en todo lo que nos llega. Claro que ese ‘todo’ es
muchísimo. Tanto que no da tiempo a saber de qué se trata cada cosa. Nos llevaría más de un día leer todo lo que
nos llega en un día. Ni videos ni audios se reproducen en su totalidad. Lo
importante es dar “un visto”, poner un pulgar en alto y compartir. Así, se teje
una red asfixiante de contenidos
racistas, procaces, machistas, violentos, agresivos. Con tanta vocinglería,
cualquiera se aturde. La abundancia siempre
empacha.
Esto no significa desdeñar las
fantásticas herramientas comunicacionales que la tecnología pone a nuestra
disposición. Al contrario, se han vuelto
imprescindibles. Pero, como toda herramienta, hay que saber utilizarla para no acabar siendo utilizado. Desde
el primer diario hasta hoy, los medios
ejercen cierto control social. Aunque parezca mentira, con el caos de las
redes también se ejerce ese control. Y, por supuesto, también se manipula, también se coloniza la conciencia con la
sensación de que somos libres.
El primer filtro para evitar esto
es la voluntad de evitarlo. Evaluar si tanto tiempo al día dedicado a la pantalla
no es una rutina más en lo cotidiano.
Considerar si todo lo que nos llega realmente nos interesa. Quizá ese mundo que está tan a mano nos
está aplastando. En medio de todo eso que nos entretiene subyace el pensar dominante; entre
bromas y consignas, se cuela un ideario
que modela una visión del mundo que no es la más beneficiosa. Por tomar
sólo un ejemplo: esos chistes sobre situaciones que pueden malinterpretarse
como acoso no hacen más que debilitar la
conciencia que se está tomando del tema. Con el humor como maquillaje, se refuerza el machismo.
Así con todo. Por eso es
importante tomar las riendas de la
información que necesitamos para descolonizarnos. Algo de eso está pasando.
Por lo menos se ha puesto un nombre –también
colonizador- a la información falaz: ahora llamaríamos fakes news a lo que José De Zer hacía en el noticiero de canal 9 y
a la historia de los comegatos de
mediados de los noventa. La ventaja es
que sabemos que existen y podemos detectarlas al instante para que no se instalen
para siempre en la memoria colectiva.
Tal vez no corresponda pero mi abuelo comió gato (le hicieron el cuento de gato por conejo) y el guisito le pareció rico y, mirando bien, comerse un bicho de ésos tiene su lógica, nos encanta el cerdo y, la verdad, come cualquier porquería que se le acerque (incluídos usted o yo, si se les diera la ocasión) y el gato es delicado, no come cualquier cosa.... o sea, lleva en sí mismo el control sanitario. No sería tan mala idea, en tiempos de malaria, mandarse un par de felinos a la parrilla. Claro, la malaria y sus rebusques y desesperaciones no tienen el mismo sentido que una prensa "creativa" y difusora de prejuicios.... qué quiero decir?, que alguien, sea de Rosario o de Dubai, coma gato porque tiene hambre está bien.... lo que está mal es la manipulación mediática. Dicho de otro modo, es la misma historieta de ese falso dilema "ética mata heladera" en el que la heladera vacía (y morirse de hambre) se compensa con el verso de que estamos "en el camino correcto").
ResponderBorrarHace años que saqué el cable, no tiene sentido pagar para finalmente no ver casi nada, salvo el zapping; a través de internet, la oferta es mucho más variada y atractiva y, de yapa, sirve para confirmar que lo supuestamente "internacional" es norteamericano y sus fórmulas repetidas hasta el hartazgo, ruido, efectos especiales y estupidez crónica. Y los noticiosos, el camino más corto a la indigestión, o casi. Quizás haya sido un mecanismo de autodefensa, de privilegiar mi gusto a la aceptación pasiva de algo que viene configurado por otros y al servicio de otros intereses (mucho antes de la existencia del kirchnerismo, TN me parecía una porquería insoportable, sí, fue asco a primera vista). La mayoría de las personas no razona así, es, si no del todo, igualmente consumidora pasiva y a éso nos enfrentamos, a que cerca de cada uno hay un montón de "repetidoras" de esos medios de desinformación. Menudo laburito, no?.
Tal vez sólo sea una mirada personal, pero creo que de este lado las argumentaciones son excesivamente civilizadas (a contramano del nivel de desprecio y descalificaciones que se recibió y recibe de esta porquería) y cercanas a la ingenuidad con éso de que "la guerra terminó", que alguien les avise que se terminó, porque parece que no se enteraron...
comparto estimado Gustavo-abrazos
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