Desde hace un tiempo, la Alegoría de la Caverna de Platón se
utiliza como metáfora de la manipulación
mediática. Las sombras que se proyectan sobre el fondo de la pared
constituyen la única realidad que
experimentan los hombres encadenados desde su nacimiento en el interior de
la cueva. Uno de ellos logra soltarse y sale “al mundo”; lo que ve no se parece en nada a todo lo que había visto. “La verdad está afuera”, decía Mulder en
Los Expedientes X. En la
actualización del mito, los encadenados
son los cautivos de la hegemonía discursiva, que enceguece a fuerza de
engaños y explicaciones caprichosas creadas para apuntalar la razón de los
poderosos. La confusión que
vomitan día a día las pantallas monopólicas consigue que muchos desiguales adopten los principios de los desigualadores. Si
uno a uno los cautivos dejaran de serlo, ese ideario sería patrimonio sólo de los explotadores y no de los explotados.
¿Qué pasaría con el primero de
ellos? ¿Vería lo nuevo como una revelación verdadera o como un engaño más? ¿Querrá volver a la comodidad desinformada de
la cueva o continuar por el incómodo
camino de la deconstrucción de las falsedades que antes consumía como
información? ¿Tomará como sombras las
nuevas percepciones? ¿Pensará en compartir estas luminosas experiencias con
sus ex compañeros de cautiverio, a
riesgo de que lo tomen por loco, cooptado o choriplanero?
Por supuesto, hay que modernizar
la más famosa alegoría de Platón: la
cueva es la burbuja embrutecedora de
Clarín y sus satélites; las sombras, las patrañas cotidianas que dificultan todo entendimiento; los
encadenados son los colonizados,
odiadores, individuos aspiracionales y prejuiciosos caceroleros que
constituyen su público; el que se libera, es el que empieza a desconfiar de la obsesiva demonización que
ejecutan los comunicadores apologistas, aunque simulen cierto desencanto.
Así las cosas, el liberto advierte que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar en el diseño de una realidad
diferente. Aunque lo que ve lo desconcierta, no desea dejar de verlo. Y tanto le fascina el nuevo mundo que vuelve al interior para tentar a sus
congéneres. ¿Qué les contará y cuál será la respuesta?
Monólogo
de Liberto
Aún tiene la marca de las cadenas
y vuelve a la cueva para liberar a sus
compañeros. Ellos mismos deben librarse de las ataduras, tentados por las revelaciones del ex
cautivo. Unos escuchan ilusionados, otros con desdén y los menos,
indignados. Primero, la incredulidad; después, la esperanza, la convicción, el compromiso y finalmente, el enojo
con los que lo han cautivado durante tanto tiempo. Así reaccionan algunos.
Otros se debaten entre continuar con las
absurdas sombras a las que están habituados y la posibilidad de tratar con
objetos palpables y más razonables. Otros se resisten, porque están convencidos de que los fantasmas
sombríos que consumen todos los días son la única verdad existente.
Eufórico, Liberto enumera de
forma sintética y a la vez comprensible algunas
de las ficciones que ha logrado desmentir. Impúdico, desnuda que el fiscal
Nisman no era tan héroe como lo pintaron
y que, desesperado por una encrucijada afectiva y profesional, se suicidó; ante
la mirada atónita de sus oyentes, explica que es imposible el magnicidio porque no hay pruebas del comando
iraní-venezolano-mapuche-gitano entrenado en Cuba, del karateca ni del piolín;
que la tan famosa denuncia es un
mamarracho sin evidencias ni delito. Algunos iluminan su rostro, otros lo
dejan como estaba y los últimos gruñen
como fieras y no cesan de babear.
Algo envalentonado, Liberto
dispara que los cuadernos no existen, no
demuestran nada ni fueron escritos por el chofer; que los arrepentidos son
extorsionados y hay audios que lo demuestran; que esta absurda causa no se verá afectada si el fiscal Stornelli se
presenta a declarar ante el juez Ramos Padilla; que todas las instrucciones y
procesamientos del juez Bonadío son
caprichosas y plagadas de anomalías con destino de basurero. Para fundar su
afirmación, cita al Papa Francisco, preocupado "por una nueva forma de
intervención exógena en los escenarios políticos de los países, a través
del uso indebido de procedimientos
legales y tipificaciones judiciales". Liberto, después de
felicitarse por haber reproducido bien la frase memorizada, explica que esto se
conoce como Lawfare y se usa para perseguir opositores. También
aclara que los jueces que participaron de ese encuentro en el Vaticano no eran K, fanáticos ni polémicos. Después
de escuchar tanto fundamento, unos sacuden sus cadenas para aflojarlas, otros
se quedan como estaban y los menos las
abrazan como un bien preciado.
Alentado por la reacción, Liberto
arremete con otro tema más complejo: la Cámara Federal de General Roca sigue
afirmando que el Cabo Primero Francisco
Pintos asesinó por la espalda al joven mapuche Rafael Nahuel sin
enfrentamiento ni “armas capaces de
cortar árboles de cuajo”, como aseguró la ministra Bullrich; que hay responsabilidad política de los funcionarios por encubrimiento y
apología; que no existe la RAM ni los mapuches quieren formar una república
aparte; que sólo quieren recuperar las
tierras ancestrales que les pertenecen usurpadas por terratenientes
angurrientos, como Joe Lewis y Luciano Benetton. Unos empiezan a aflojar
los grilletes, otros siguen como si nada y los menos salen en defensa de los nobles extranjeros que invierten su dinero en
nuestro país.
Decidido a dar fin a su
elocución, Liberto se precipita en una
enumeración de hechos que las sombras omiten: que los jubilados pasaron de “nuestros
queridos abuelos” a ancianos indigentes, que la Pobreza Cero no está ni
cerca, que cierran 50 pymes por día, que el
fin de mes empieza el 15 y que ni pan se puede comprar. Al instante, advirtió
que podía perder público con semejante
obviedad experimentada por casi todos los presentes. Entonces, se dispuso a
aclarar que todo eso no fue producto de herencias
pesadas, tormentas, tesoros satelitales ni impericia; que tanto sacrificio
nos empobrecerá cada vez más; que no
debemos sentirnos culpables por querer vivir mejor. Los que lograron romper
las cadenas, corrieron al exterior y lloraron de emoción. Algunos de los
impávidos comenzaron a observar con
recelo los grilletes y otros quedaron igual. Los menos insultaban al Liberto y a los que se iban.
Finalmente, los encadenados quedaron
solos y se fueron tranquilizando ante el
embrujo de las sombras. Afuera, algo bullía. La historia sigue porque
algunos libertos regresan para compartir tantas revelaciones y con empeño consiguen que algunos más
sacudan sus cadenas. No sólo para las elecciones que vienen, sino para que nunca más esas sombras vuelvan a oscurecer
nuestro futuro.
te leo desde afuera de la caverna estimado Gustavo-besos y comparto
ResponderBorrarPuede ser que un relato mitológico, metafórico, sirva para buscarle alguna explicación al despliegue cotidiano de la porquería que nos toca padecer.... pero me temo que es una explicación demasiado amable, hay en todo ésto una serie de cosas, para nada metafóricas, primero que nada, creo yo, que no hay "engañados".... podemos pensar que algunos serán víctimas por pereza mental, por no tomarse la molestia de sumar 1+1, pero son los menos, lo que se pudo y aún puede percibirse es un cóctel de necedad, desprecio, cinismo, racismo, hipocresía y, claro, odio, odio "generosamente" sembrado pero en el terreno fértil de las virtudes antes citadas y no es que uno sea santo, es que esos otros son peores y les importan un comino, exactamente las cosas que nos importan.
ResponderBorrarHasta el lenguaje los deschava, Mucho "queridos abuelos" mientras los estafan y les aceleran la muerte (la verdadera "solución" según madam lagarde.
Siguiendo al personaje de la historia son tipos que no volverían a salvar a nadie, no, celebrarían haberse salvado solitos y solos....
El panorama es sombrío, de éso no hay dudas, aunque se lo presente colorinche y "divertido", pero bueno, están celebrando...