lunes, 10 de junio de 2019

Mucho más que sombras


Desde hace un tiempo, la Alegoría de la Caverna de Platón se utiliza como metáfora de la manipulación mediática. Las sombras que se proyectan sobre el fondo de la pared constituyen la única realidad que experimentan los hombres encadenados desde su nacimiento en el interior de la cueva. Uno de ellos logra soltarse y sale “al mundo”; lo que ve no se parece en nada a todo lo que había visto. “La verdad está afuera”, decía Mulder en Los Expedientes X. En la actualización del mito, los encadenados son los cautivos de la hegemonía discursiva, que enceguece a fuerza de engaños y explicaciones caprichosas creadas para apuntalar la razón de los poderosos. La confusión que vomitan día a día las pantallas monopólicas consigue que muchos desiguales adopten los principios de los desigualadores. Si uno a uno los cautivos dejaran de serlo, ese ideario sería patrimonio sólo de los explotadores y no de los explotados.
¿Qué pasaría con el primero de ellos? ¿Vería lo nuevo como una revelación verdadera o como un engaño más? ¿Querrá volver a la comodidad desinformada de la cueva o continuar por el incómodo camino de la deconstrucción de las falsedades que antes consumía como información? ¿Tomará como sombras las nuevas percepciones? ¿Pensará en compartir estas luminosas experiencias con sus ex compañeros de cautiverio, a riesgo de que lo tomen por loco, cooptado o choriplanero?
Por supuesto, hay que modernizar la más famosa alegoría de Platón: la cueva es la burbuja embrutecedora de Clarín y sus satélites; las sombras, las patrañas cotidianas que dificultan todo entendimiento; los encadenados son los colonizados, odiadores, individuos aspiracionales y prejuiciosos caceroleros que constituyen su público; el que se libera, es el que empieza a desconfiar de la obsesiva demonización que ejecutan los comunicadores apologistas, aunque simulen cierto desencanto. Así las cosas, el liberto advierte que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar en el diseño de una realidad diferente. Aunque lo que ve lo desconcierta, no desea dejar de verlo. Y tanto le fascina el nuevo mundo que vuelve al interior para tentar a sus congéneres. ¿Qué les contará y cuál será la respuesta?
Monólogo de Liberto
Aún tiene la marca de las cadenas y vuelve a la cueva para liberar a sus compañeros. Ellos mismos deben librarse de las ataduras, tentados por las revelaciones del ex cautivo. Unos escuchan ilusionados, otros con desdén y los menos, indignados. Primero, la incredulidad; después, la esperanza, la convicción, el compromiso y finalmente, el enojo con los que lo han cautivado durante tanto tiempo. Así reaccionan algunos. Otros se debaten entre continuar con las absurdas sombras a las que están habituados y la posibilidad de tratar con objetos palpables y más razonables. Otros se resisten, porque están convencidos de que los fantasmas sombríos que consumen todos los días son la única verdad existente.
Eufórico, Liberto enumera de forma sintética y a la vez comprensible algunas de las ficciones que ha logrado desmentir. Impúdico, desnuda que el fiscal Nisman no era tan héroe como lo pintaron y que, desesperado por una encrucijada afectiva y profesional, se suicidó; ante la mirada atónita de sus oyentes, explica que es imposible el magnicidio porque no hay pruebas del comando iraní-venezolano-mapuche-gitano entrenado en Cuba, del karateca ni del piolín; que la tan famosa denuncia es un mamarracho sin evidencias ni delito. Algunos iluminan su rostro, otros lo dejan como estaba y los últimos gruñen como fieras y no cesan de babear.
Algo envalentonado, Liberto dispara que los cuadernos no existen, no demuestran nada ni fueron escritos por el chofer; que los arrepentidos son extorsionados y hay audios que lo demuestran; que esta absurda causa no se verá afectada si el fiscal Stornelli se presenta a declarar ante el juez Ramos Padilla; que todas las instrucciones y procesamientos del juez Bonadío son caprichosas y plagadas de anomalías con destino de basurero. Para fundar su afirmación, cita al Papa Francisco, preocupado "por una nueva forma de intervención exógena en los escenarios políticos de los países, a través del uso indebido de procedimientos legales y tipificaciones judiciales". Liberto, después de felicitarse por haber reproducido bien la frase memorizada, explica que esto se conoce como Lawfare y se usa para perseguir opositores. También aclara que los jueces que participaron de ese encuentro en el Vaticano no eran K, fanáticos ni polémicos. Después de escuchar tanto fundamento, unos sacuden sus cadenas para aflojarlas, otros se quedan como estaban y los menos las abrazan como un bien preciado.
Alentado por la reacción, Liberto arremete con otro tema más complejo: la Cámara Federal de General Roca sigue afirmando que el Cabo Primero Francisco Pintos asesinó por la espalda al joven mapuche Rafael Nahuel sin enfrentamiento ni “armas capaces de cortar árboles de cuajo”, como aseguró la ministra Bullrich; que hay responsabilidad política de los funcionarios por encubrimiento y apología; que no existe la RAM ni los mapuches quieren formar una república aparte; que sólo quieren recuperar las tierras ancestrales que les pertenecen usurpadas por terratenientes angurrientos, como Joe Lewis y Luciano Benetton. Unos empiezan a aflojar los grilletes, otros siguen como si nada y los menos salen en defensa de los nobles extranjeros que invierten su dinero en nuestro país.
Decidido a dar fin a su elocución, Liberto se precipita en una enumeración de hechos que las sombras omiten: que los jubilados pasaron de “nuestros queridos abuelos” a ancianos indigentes, que la Pobreza Cero no está ni cerca, que cierran 50 pymes por día, que el fin de mes empieza el 15 y que ni pan se puede comprar. Al instante, advirtió que podía perder público con semejante obviedad experimentada por casi todos los presentes. Entonces, se dispuso a aclarar que todo eso no fue producto de herencias pesadas, tormentas, tesoros satelitales ni impericia; que tanto sacrificio nos empobrecerá cada vez más; que no debemos sentirnos culpables por querer vivir mejor. Los que lograron romper las cadenas, corrieron al exterior y lloraron de emoción. Algunos de los impávidos comenzaron a observar con recelo los grilletes y otros quedaron igual. Los menos insultaban al Liberto y a los que se iban.
Finalmente, los encadenados quedaron solos y se fueron tranquilizando ante el embrujo de las sombras. Afuera, algo bullía. La historia sigue porque algunos libertos regresan para compartir tantas revelaciones y con empeño consiguen que algunos más sacudan sus cadenas. No sólo para las elecciones que vienen, sino para que nunca más esas sombras vuelvan a oscurecer nuestro futuro.

2 comentarios:

  1. te leo desde afuera de la caverna estimado Gustavo-besos y comparto

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  2. Puede ser que un relato mitológico, metafórico, sirva para buscarle alguna explicación al despliegue cotidiano de la porquería que nos toca padecer.... pero me temo que es una explicación demasiado amable, hay en todo ésto una serie de cosas, para nada metafóricas, primero que nada, creo yo, que no hay "engañados".... podemos pensar que algunos serán víctimas por pereza mental, por no tomarse la molestia de sumar 1+1, pero son los menos, lo que se pudo y aún puede percibirse es un cóctel de necedad, desprecio, cinismo, racismo, hipocresía y, claro, odio, odio "generosamente" sembrado pero en el terreno fértil de las virtudes antes citadas y no es que uno sea santo, es que esos otros son peores y les importan un comino, exactamente las cosas que nos importan.
    Hasta el lenguaje los deschava, Mucho "queridos abuelos" mientras los estafan y les aceleran la muerte (la verdadera "solución" según madam lagarde.
    Siguiendo al personaje de la historia son tipos que no volverían a salvar a nadie, no, celebrarían haberse salvado solitos y solos....
    El panorama es sombrío, de éso no hay dudas, aunque se lo presente colorinche y "divertido", pero bueno, están celebrando...

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