Ya sabemos que Macri es una
máquina de decir burradas. Un párrafo de sus tartamudeos es una lección invaluable de lo que no se debe
pensar ni expresar. Su discurso es la exhibición de un ideario que nos
arrastra a lo más oligárquico del siglo
XIX. Aunque su gobierno ya terminó, el daño provocado en estos cuatro años
perdurará por mucho tiempo, no sólo el
económico, sino también el simbólico. Para no dejar de ser él, en Guatemala
dijo tonterías y la más memorable será que –según él- el populismo es mucho más peligroso que el coronavirus. Por
supuesto, trató de explicar esta sandez con más sandeces. Patrañas sin fundamento y mucho cinismo, como que los populistas “necesitan gobernar sin contrapesos para
poder imponer todas las arbitrariedades que niegan los avances
del mundo y de la tecnología”. Esto
dicho por él, que orquestó un sistema de
persecución judicial a los opositores, que desfinanció el Conicet, regaló
el Arsat y boicoteó todo esbozo de investigación para el desarrollo soberano de nuestra tecnología.
En
ese encuentro en donde los consustanciados con el neoliberalismo buscan soluciones para los daños que ellos
mismos provocan, el Ingeniero instó a “ponernos
metas con fechas inamovibles para
mejorar las asimetrías”. ¿Qué sería ‘mejorar
las asimetrías’, profundizarlas?
Quizá sí, porque es lo que hizo durante su mandato. Y lo de las “metas con fechas inamovibles” suena a magia, como si decretara que a
partir de tal día no debe haber más pobres o algo así. Y después, una
confesión: “en la democracia cuesta mucho más tiempo cambiar las cosas”. Claro, por eso desde La Rosada no hizo
más que derogar leyes por decreto, echar de un plumazo a jueces y fiscales
desobedientes y mantener al Congreso lo
más inactivo posible; por eso, para los que son como él, las elecciones son
un gasto o una pérdida de tiempo,
las leyes son un obstáculo y la Constitución Nacional, un viejo libro olvidado
en un sótano; por eso, sus actos
públicos fueron pantomimas televisadas con invitados selectos; y el Estado
es un enemigo cuando no está al servicio
de las apetencias interminables de una minoría privilegiada y angurrienta.
Aunque
Macri ya no está en el gobierno –y esto hay que celebrarlo todos los días- ha
dejado un legado que no sólo está conformado por la monstruosa deuda externa, el
crecimiento de la pobreza y el desempleo, el cierre de miles de Pymes y una
inflación más que duplicada: acostumbró a los más ricos a hacer lo que se les
dé la gana con la plena seguridad de que
nadie reprenderá sus predatorias decisiones.
Durmiendo con el enemigo
Desde
el principio, el Buen Mauricio gobernó
para una minoría y, poniendo el modelo del derrame como excusa, con gran parte de sus medidas incrementó la
brecha entre ricos y pobres. Como dijo en Guatemala, “mejorar las asimetrías”. Erradicar la vil costumbre de multiplicar fortunas poniendo cada vez
menos es un desafío quimérico. No sólo porque los poderosos resisten
límites y controles, sino también porque tienen la capacidad de sumar a su mezquina causa muchos ciudadanos
que nada ganan con sumarse. Claro, los medios de comunicación hegemónicos inoculan confusión en el imaginario de su
desprevenido público.
Pero
no sólo eso: esta semana dos revelaciones confirmaron, una vez más, que los
medios no son sólo intermediarios entre un hecho y el destinatario, sino artífices de una realidad que se
construye a la medida de los intereses de una clase. En primer lugar, el
periodista de La Nación Carlos Pagni confesó en su programa televisivo que las
atroces prisiones preventivas a los funcionarios K fueron resultado de la presión de ese diario, el mismo que está
acostumbrado a publicar con formato de editorial el pliego de condiciones que presentan a cada nuevo presidente.
El
segundo hecho tiene que ver con el lockout que los agrogarcas ejecutarán esta
semana como protesta contra el
incremento del impuesto a las exportaciones que afecta sólo a los grandes
productores y beneficiará a los más pequeños. Esta nueva Rebelión de los Estancieros fue
impulsada por Clarín y convertida en
titular antes de que los protagonistas tomaran la decisión. Por si no se
entiende: el titular ordenó la medida de
fuerza. El presidente de la Federación Agraria, Carlos Achetonni, reconoció
en una entrevista radial que, de no
haber mediado la falsa información del ex Gran Diario Argentino, la entidad
que representa no se hubiera adherido.
Si
la vida del país va a estar ordenada desde la redacción de un monopolio
mediático, la democracia parece cartón
pintado. Si gobiernan los que nunca son votados, las instituciones se desdibujan. Si los poderosos quieren seguir succionando los recursos que son de todos
y las plumas ilustres de los diarios alientan esta pulsión, los lamentos por la
pobreza sólo son superficiales
declamaciones que no buscan transformar nada. Aunque parezca mentira, algo hay que agradecerle al macrismo: que ha dejado en claro quiénes son los enemigos de nuestro futuro
y no hay tiempo que perder para
derrotarlos definitivamente.
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