martes, 31 de marzo de 2020

Idiotas funcionales


Aunque dejó de ser un secreto desde unos días atrás, el Presidente lo convirtió en noticia: a pesar de las presiones mafiosas de los grandes empresarios y los medios de comunicación concentrados, el aislamiento se prolongará hasta después de Semana Santa. Las medidas tomadas por el gobierno nacional de cierre de fronteras y aislamiento ciudadano son tomadas como ejemplo en muchos países. Por supuesto, menos en Brasil cuyo mandatario, el inefable Jair Bolsonaro, alienta romper la cuarentena y asegura que los templos evangélicos cumplen un rol tan importante como hospitales y sanatorios. Un bruto histórico que debería avergonzar con énfasis a los brasileros que lo votaron. Pero no es el único caso de irresponsabilidad en esta crisis sanitaria.
Los defensores y voceros de eso que se conoce como el Mercado están comenzando a alterar el consenso a la cuarentena simplemente porque sus ganancias son un poco menores a lo que pretenden. Las redes sociales se hicieron eco de un hashtag malintencionado que circuló durante el fin de semana contra sueldos de políticos y funcionarios del Estado, que se reforzó después del mensaje presidencial de la noche del domingo. No molestó tanto la extensión de la cuarentena sino el consejo de Alberto hacia las grandes empresas por su afán aumentador y despedidor. Al día siguiente, durante una entrevista radial, como si le estuviera hablando al propio Paolo Rocca –cuya empresa intentó despedir a más de 1400 empleados por una semana de baja de la actividad- Fernández lo dejó en evidencia: “has ganado tanta plata en tu vida, tenés una fortuna que te pone entre los más millonarios del mundo; hermano, esta vez colaborá, y hacelo con los que hicieron grande a tu empresa, con los trabajadores”. No es para menos: Techint es la acerera más rica del país y su titular está en la lista de los más ricos del mundo. Por eso indigna que despida trabajadores porque las obras a su cargo han sido canceladas por la emergencia sanitaria.
Pero más indigna aún que algunos individuos se hayan dejado llevar por la mirada economicista de los medios concentrados, plagado de mercenarios disfrazados de periodistas que se muestran preocupados por las ganancias de sus anunciantes. Esos mismos serviles del establishment que impulsaron la presidencia de Macri y callaron durante cuatro años sus atrocidades. Y esos individuos que hicieron un vergonzoso silencio durante el ruidazo contra los femicidios y que aplauden todas las noches a los agentes de salud, el lunes a la noche cacerolearon desde balcones y terrazas por primera vez contra el gobierno que asumió hace algo más de tres meses. Idiotas útiles que escuchan a esa cloaca radial y televisiva que sólo impulsa la disolución de un Estado que afronta la crisis de manera cauta y responsable para cuidar a sus ciudadanos. En ese cacerolazo se concentra toda la bronca contenida porque el peor presidente de la historia –Macri, por supuesto- perdió las elecciones. En esa protesta encerrada de fin de marzo se sintetiza la ignorancia de los que se dejan llevar de la nariz por manipuladores de cuarta. La antipolítica vuelve a amenazar la salida del pozo en que nos dejó la Revolución de la Alegría más la novedad del coronavirus.
Los antipolíticos son aquellos personajes que encontramos por las calles, que mascullan las incoherencias que asimilan de las usinas de estiércol que consumen, que “nos están robando lo que pagamos de impuestos”, que “hay vagos que cobran planes”, que aceptan sumisos los bestiales incrementos que padecen en sus compras, que rompen la cuarentena como rebelión al gobierno populista. En este río revuelto de la antipolítica ganan los de siempre, los especuladores y fugadores, un puñado de tránsfugas que, hasta en estos dramáticos momentos, no paran de ganar fortunas. Y perdemos, también como siempre, todos los demás, hasta los que se suman a los cacerolazos destituyentes con la convicción de que van a pasar a la historia como ciudadanos ejemplares.

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