Ya
no hay dudas de que la pandemia modificó
nuestras vidas: cualquier encuentro es asociación ilícita o peligrosa
aventura; las demostraciones de afecto mantienen la distancia; el aislamiento es la norma. Siempre
están los exagerados que untan alcohol en gel hasta a las empanadas, pero son
los menos. Para la mayoría, la higiene
de las manos se ha convertido en un hábito que no hay que perder. La
facilidad en la transmisión del covid 19 hace que seamos precavidos en la cotidianeidad. Lo que será más difícil es
concientizar a la población de que esto
no termina el 31 de marzo, sino que nos estamos entrenando para los meses
venideros.
Así
es: de poco sirve tanta preocupación si
creemos que dentro de unos días volveremos a la normalidad. Lo que pocos
dicen es que esto no es más que un
entrenamiento para cuando llegue el invierno, que es el momento más
propicio para la propagación del virus. Esto no significa que vamos a vivir en
cuarentena hasta que llegue la primavera. Pero sí asimilar que deberemos mantener durante muchos meses las
restricciones y cuidados que estamos teniendo ahora. Y empezar a distinguir entre lo que es necesario de lo
que es inútil. Los encuentros masivos son tan riesgosos tanto ahora como dentro de un par de
semanas. Entonces tendremos que acatar todas las regulaciones que se diseñen para espectáculos y fiestas privadas.
El uso de guantes de látex por la calle, por más pintoresco y obsesivo que
parezca, es absolutamente inútil porque
es lo mismo que andar con las manos al desnudo. Lo más importante que
debemos comprender es que el 1 de abril
no es una fecha mágica para comenzar a relajarnos, sino todo lo contrario.
Lo
que también hay que restringir –y quizá sea lo más importante- es la circulación de estupideces y
declaraciones irresponsables. Que la ex modelo y actual diputada provincial
de Santa Fe, Amalia Granata explote la
pandemia para su campaña contra la IVE, debería ser sancionado. Y más aún
que se burle con su tuit: "Quisieron
legalizar la muerte y la muerte vino a
visitarlos… El virus afecta a niños y tuvieron que suspender la ley de asesinato seguro y gratuito. ¿Casualidad?”. Después
vienen a declarar que el coronavirus debería contribuir a superar la Grieta. Una vergüenza que la portadora de tanta
malicia sea representante de parte de los ciudadanos santafesinos.
Otro
que debería quedar fuera de juego es el pastor Héctor Giménez por prometer un alcohol en gel milagroso a
cambio de mil pesos. Ni hablar de los genocidas condenados que, a casi nada
del Día de la Memoria, solicitan el
arresto domiciliario para evitar permanecer en la cárcel. También los que
violan la cuarentena y, a pesar de haber
regresado del extranjero se muestran en reuniones y fiestas como si nada.
Un caso emblemático es el de Fernando Riccomi, empresario rosarino dueño, entre
otras, de Medicym, una prepaga que no
merecería poseer. Y, por supuesto, los formadores de precios que aprovechan la angustia colectiva para
incrementar sus ganancias. Esos sí son viles y llama la atención que, recién ahora, las autoridades estén
elaborando un listado con precios máximos para productos de primera necesidad, lo que deberían haber hecho desde el primer
día, porque los que especulan con los consumos básicos de la población
actúan desde siempre.
Estar
aislados puede ser agobiante, pero es
necesario para evitar que el virus se haga imparable. Quizá estemos ante un
desafío que debemos superar en comunidad, a
pesar de estar en nuestras casas. Un desafío que no comprendieron los que
pensaron en tomar la suspensión de actividades como unas vacaciones imprevistas o los que esperan laxitud en los
controles para burlar las restricciones
de circulación. Estos son los menos; los más aprovecharemos el encierro
para salir más fortalecidos y dispuestos
a diseñar un nuevo escenario donde los caprichos del mercado dejen de regir
nuestra vida.
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