Entre la paranoia descontrolada y
el “no pasa nada” hay una gama de actitudes a tomar ante el
severo Covid 19, el tan mentado coronavirus
que –contra todo lo que se recomienda- está
en boca de todos. Para bien o para mal, todos hablamos del tema, como expertos, súper informados o chamuyeros de
feria. En cualquier escenario, vemos a los que se bañan en alcohol en gel cada medio minuto y los que, como si nada, tosen o estornudan sobre sus manos,
saludan efusivamente y hablan hasta por los codos esparciendo microgotas infectadas a los cuatro vientos. También
están los que se encierran aunque no estén en riesgo y se sobre abrigan y
encienden las estufas porque escucharon
que el calor es el peor enemigo del diminuto invasor. Hay de todo: hasta
están los que piensan que éste es un
nuevo castigo divino por la IVE y los que se resisten a la cuarentena
porque es el gobierno K el que tomó la
decisión.
Más allá de estas cuestiones, lo
que más provoca pesadillas es imaginar qué
sería de nosotros si Macri estuviera en la presidencia. Un contrafáctico
que podría verificarse con sólo echar
una mirada a los países europeos más afectados por esta pandemia. Mientras
en China el virus está controlado y desde
Cuba puede provenir la vacuna, en Italia, Alemania e Inglaterra el número
de contagiados crece cada vez más. España demuestra que para enfrentar esta
crisis hay que abandonar las políticas
privatistas del neoliberalismo y es por eso que el Estado interviene en los
sanatorios para que la salud deje de ser
una mercancía. Estas decisiones
irritarían al Buen Mauricio
quien, pocos días atrás, esputó que el populismo es más peligroso que el
coronavirus.
Sin embargo, una pandemia como
ésta sólo se enfrenta cuando el Estado
se hace cargo de la situación y no sólo obliga a la población a evitar la
socialización, sino que la ayuda a
cumplir con el aislamiento. ¿Alguien se imagina a Macri pensando en licencias o ayudas económicas para los
que se ven obligados a la cuarentena? ¿Alguien podría esperar que él se ponga al frente de controlar el
precio de los barbijos o el alcohol en gel? ¿O que cuestione el desabastecimiento o la acumulación compulsiva de productos
por parte de los que creen que viene el apocalipsis? ¿Acaso lo imaginan a Macri
sugiriendo el fútbol televisado gratis
para suavizar el encierro? ¿O cerrando las fronteras, él, que es tan
enemigo del aislamiento del mundo o
usando Aerolíneas Argentinas para la repatriación y no las empresas aéreas de sus amigotes?
No. Precisamente este tipo de
crisis se resuelven con las medidas populistas que Macri y los que piensan
como él tanto denuestan. Este tipo de entuertos se resuelven con solidaridad, amor, empatía y no con el
egoísmo tan PRO que conocemos hace tiempo. Algo estamos aprendiendo: las
encuestas de los últimos días señalan una aceptación de más del 60 por ciento a las medidas tomadas por el gobierno de Les
Fernández. Quizá este peligro sanitario nos incite a tomar un camino
diferente; que nos haga comprender que no
puede haber un puñado de buitres que se quieran quedar con todo, mientras
los demás padecen hambre, enfermedad y despojo. Tal vez, el coronavirus es el empujón que nos falta para tomar las
riendas del mundo antes que los angurrientos terminen de destruirlo.
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