La dinámica informativa en la que estamos envueltos nos impide detenernos a analizar con calma cada uno de los temas. Y eso que algunos estamos entrenados para estas cosas. Esta situación, por supuesto, no es nueva: la información circula a una velocidad mayor que la capacidad de lectura que tenemos. Pero lo que más confunde son las tretas y patrañas de los medios hegemónicos que han perdido la vergüenza y la insistencia de una porción del público que –por distracción o convicción- sigue confiando en ellas. Si este virus sigue haciendo estragos en la población se debe, en gran medida, a la campaña opositora que algunos comunicadores –es un decir- orquestan desde los inmerecidos espacios mediáticos que explotan.
Aunque parezca mentira, siguen
vomitando falacias para sembrar miedo y
desconfianza en la población y los exponentes de Juntos por el Cambio se
suman a esta movida porque no tienen
nada interesante para proponer. Las tapas de Clarín y La Nación se
desmienten a media mañana y no sólo por los funcionarios del oficialismo, sino
también por algunos cambiemitas. Hasta los
directivos de Pfizer y de Covax se ven afectados por estas operaciones tan
rústicas.
Tan ensordecedor es el barullo para
horadar al Gobierno Nacional jugando con
el tema de las vacunas que el presidente de la cámara de Diputados, Sergio
Massa, convocará la semana que viene a los
representantes de todos los laboratorios para que brinden información certera.
Una buena intención que caerá en saco roto porque las mentiras seguirán circulando sin freno. Y si no es sobre este
tema, será con otro. El Poder Real –comandado por Héctor Magneto y sus aliados-
tiene como único horizonte gobernar el
país a su antojo para incrementar sus ganancias, aunque para ello deba
dejar en el camino a más de la mitad de la población. Y esa intención dañina no se reduce con diálogo, consenso y buenos
modos. A ese monstruo discursivo y económico que creció descomunalmente en
democracia se lo combate con coraje,
energía y convicciones.
Si queremos que los salarios
alcancen para vivir con comodidad hay
que distribuir el ingreso de manera más justa. ¿De qué sirve una paritaria
si las góndolas se devoran los
porcentajes conquistados? ¿Para qué crear puestos de trabajo si los sueldos no alcanzan a cubrir la canasta
básica? ¿Cuál es el sentido de ordenar la Economía si la angurria de los empresarios más grandotes no tiene límites? Ante
la suspensión de las exportaciones de carne por parte del gobierno nacional
para adecuar los precios, los agrogarcas organizaron un lockout, un cese de
comercialización, algo que les encanta
cuando hay un gobierno que no les obedece. Claro, los grandes productores
están acostumbrados a acumular sin límites para convertir el país en una versión 2.0 del Granero del Mundo y hacer
que sus productos sean el privilegio de
unos pocos en el mercado interno. Ya esta actitud tan mezquina los hace
merecedores de la expropiación de sus campos.
Pero, no conformes con las ganancias extraordinarias que obtienen en las tierras de todos, evaden, contrabandean y falsean sus declaraciones juradas. En estos
días, la Aduana denunció a 19 frigoríficos por operaciones fraudulentas en sus exportaciones para tributar menos.
Esta maniobra es muy habitual en
los exportadores y es hora de empezar a tomar
un mayor control de los puertos. Para que quede claro: nos roban en
impuestos y nos estafan con los precios… Y encima se hacen los santitos cuando los descubren y las víctimas cuando los
sancionan. En los papeles, exportaban carne no apta para el consumo humano;
en la realidad, la carne era para el consumo humano, pero con esta treta pagaban la mitad de impuestos. Si la ley se impone,
deberán pagar multas de más de cinco millones de dólares y si la Justicia fuera menos cómplice, deberían quedar fuera de juego por
ser tan tránsfugas.
Todo esto ocurre porque hay una
minoría que conquistó su posición en la
punta de la pirámide a fuerza de explotación, especulación, evasión y estafas
múltiples al Estado y, por extensión, a todos nosotros. A esa minoría y sus
apologistas no les importa el país, sino
las sumas que amontonan en paraísos fiscales. Para construir un país más
justo hay que limitar tanto egoísmo,
erradicar la mentira de los medios de comunicación y sancionar la complicidad
de algunos jueces y fiscales. Pero sobre todo nunca debemos olvidar que los
antidemocráticos son Ellos, que ejercen
la violencia de dejarnos cada vez con menos.
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