Mientras las denuncias amañadas se desmoronan, los amarillos se inmolan para decir lo que nunca han dicho.
En una reciente entrevista, el ex
empresidente Macri reconoció que la falaz denuncia contra Aníbal Fernández
contribuyó a su triunfo electoral y al de María Eugenia Vidal. Ninguno de
los creadores de la fábula de la Morsa
fueron sancionados por semejante
difamación en plena campaña electoral: el periodista Jorge Lanata sigue
decayendo en sus programas y la ex diputada Elisa Carrió está pensando en su
retorno. Tampoco pasó nada con los que convirtieron
el suicidio de Nisman en un magnicidio pergeñado por Cristina y esa patraña
influyó mucho en las urnas. Mintieron
para ganar y no les pasó nada; por eso lo siguen haciendo. A pesar de que
las causas inventadas por fiscales y jueces cómplices se desarman después de cuatro o cinco años de derroteros
institucionales, estos nefastos denunciadores seriales siguen apelando a
este recurso porque no tienen otra cosa
que proponer.
La más dolorosa de todas estas operaciones
es la del plan Qunitas, el kit destinado a los recién nacidos
diseñado por Tiago Ares, que falleció poco después de su lanzamiento. Como
esta banda de odiadores detesta que el Estado asista a los que menos tienen, no encuentran más salida que judicializar
cualquier iniciativa con la excusa de la corrupción. Claro, en aquel
entonces no se atrevían a confesar que toda
forma de redistribución y ascenso social les provoca escozor y nada mejor
que buscar magistrados adictos y tan despreciadores como ellos para que conviertan en delincuentes a los
funcionarios que se atrevan a algo así. Recién ahora, en el documento
presentado por los pseudo intelectuales PRO, se incineran para condenar el “altruismo
y la solidaridad”. Tan enorme
es el desprecio, que el fallecido juez Bonadío había ordenado quemar los kits con cunas, ropa y otros artículos
para bebés. Esa bestialidad no prosperó y el
que debe estar ardiendo es ese perjudicial funcionario. Ahora, la fiscal de
juicio Gabriela Baigún solicitó el
sobreseimiento de todos los imputados por inexistencia de delito. Después
de tanto tiempo, papeleo y estigmatizaciones, la acusación de Graciela Ocaña
era infundada y debería ser ella quien
pague los costos de este aberrante proceso judicial, junto con todos los que le
dieron curso en los Tribunales.
Como el law fare ya no tiene tanto rating, fiscales y jueces se amoldan a los nuevos tiempos y, en lugar de
dar entrada a las falacias que denuncian los peleles opositores, ponen el
hombro para convertirse en escudos de
los ricachones que se resisten a contribuir. Además, alteran la
institucionalidad dibujando un marco jurídico para resistir las regulaciones para
los grandes empresarios, sobre todo a Héctor Magneto. Tan serviles son
estos magistrados que renuncian a
obedecer las leyes emanadas por las autoridades constitucionales. Para
agradar al establishment, incumplen con
su principal función.
Mientras esperamos que estos
oscuros personajes sean apartados de los lugares que inmerecidamente ocupan, el gobierno nacional está decidido a
fortalecer el rol del Estado. La semana pasada, con la aprobación en el
Congreso de la ley de cupo laboral para travestis y trans, un paso trascendente para la inclusión que debe emanar hacia el sector
privado. En esta semana, la decisión de no renovar las concesiones del
sistema ferroviario de cargas coloca al
Estado como el principal promotor para el mejoramiento del servicio.
Además, ya está listo un decreto que recuperará
el control del Estado en la ruta fluvial del Paraná, lo que pondrá fin al
marketinero nombre de Hidrovía.
Si este tipo de iniciativas
molestan a los empresarios avarientos y sus defensores políticos es porque, seguramente, darán muy buenos
resultados. De una vez por todas se deben desmontar las falacias de neoliberales y libertarios que sostienen la
aniquilación del Estado. Ningún país del
mundo subsiste sin Estado, lo que varía es su función. Esas naciones que
siempre ponen como ejemplo ostentan un
Estado con fuertes regulaciones y alta tributación y es por eso que
garantizan un alto nivel de vida a sus habitantes. Ese es el Estado que
necesitamos: uno siempre presente,
no para garantizar las enormes ganancias de estafadores, contrabandistas y
evasores, sino para asegurar la dignidad
de todos los argentinos. Y si los ricachones y sus apologistas chillan y
patalean es porque estamos en el buen
camino.
"Y si los ricachones y sus apologistas chillan y patalean es porque estamos en el buen camino." Nunca falla ;)
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