Hay algunas cosas que aclarar en la entrada de hoy. En primer lugar, el de la foto que aparece a la derecha de la pantalla no soy yo sino Oliver, mi gato. Unos seguidores pensaron que era un prodigio que un gato pensara las cosas que se vuelcan en este espacio, pero no. La dura realidad es que soy una persona que escribe en un blog y que adorna el inicio con la foto de su gato. Eso es todo.
Otra cosa que aclarar tiene que ver con el título de este texto. Voy a hablar de Tinelli. Y es necesario decir que no veo su programa, no me interesa, ni siquiera para criticarlo. Sólo veo fragmentos en programas de fragmentos y con eso basta. No me cae bien él ni cualquier cosa que haga. No lo vería ni con cuarenta grados de fiebre en una noche de invierno sin TV por cable. Es más, tampoco hablo de sus productos en mis clases de medios de comunicación. Es tan extremo el lugar que ocupa que ejercer la crítica es redundante.
Eso sí, no se puede negar que produce un impacto importante durante todo el ciclo y que da material para todos los programejos satélites y parásitos que perduran con las sobras de su rating.
Pero en esta semana se ha visto en algunos programas K, como TVR o en Duro de Domar que aparecen ciertas palabras conciliadoras hacia el fiel exponente de la banalidad de los noventa. Desde los números del rating (cuestionados y cuestionables) hasta los esfuerzos de producción realizados para la emisión de Show Match. También, y eso tiene que ver con “el espíritu de los tiempos”, desde la cantidad de gente que trabaja para su realización.
Por otro lado, aparece una especie de justificación que se relaciona con la capacidad de “Marcelo” para hacer lo que la gente quiere ver (¿?), con el carisma de su conductor, con el entretenimiento. Y el argumento más estúpido que puede presentar alguien que ejerce la crítica de medios que es que la gente, en definitiva, ve lo que quiere y si no le gusta puede cambiar de canal. Entonces, ¿para qué se aborda la crítica de productos mediáticos si se va a llegar a una conclusión tan sosa?
La crítica es el abordaje de un producto, la búsqueda del sentido, las condiciones de producción y de recepción, la lectura de su estructura interna, la función que cumple en el contexto mediático y el impacto y la necesariedad de sus contenidos. La crítica no significa censura ni prohibición, sino la construcción de un discurso nuevo. Además, la crítica es un derecho del espectador.
Entonces, abordemos la crítica de Tinelli y lo que eso significa. Hace años que viene haciendo lo mismo y la repetición año a año parece más la explotación meramente mercantil de un producto de éxito que la intención de aportar algo nuevo e interesante. No se propone otra cosa porque aprovecha económicamente un público en apariencia cautivo. Sus programas expresan lo más barato de las sensaciones humanas: el ojo masturbatorio del viejo baboso. En cada emisión hay una superficialidad exasperante, de music hall berreta, un griterío visual y sonoro que resulta humillante.
Cuando se habla de las condiciones de producción es cuando más me enojo. Con tantos recursos y tanta gente involucrada, la verdad que se podría hacer otra cosa, algo más jugado desde el punto de vista de la creatividad. Uno podría pensar que un programa así es necesario en la grilla televisiva porque aporta un entretenimiento cholulo para el televidente distraído, para ver en familia sin prestar demasiada atención. Pero, ¿todas las noches?¿No es un abuso?¿Un exceso?
Abordar la crítica desde el punto de vista del espectador produce más reparos, porque se teme ofender, insultar, coartar la libertad de elección y otros tantos prejuicios. Hay una especie de condescendencia demagógica a la hora de hablar de la persona que se sienta frente al televisor para ver Tinelli. Entonces, uno puede hacer una proyección e imaginarse viendo ese programa. La superficialidad que entorpece, la rutina casi laboral de lo que ocurre en la pantalla y lo poco que exige llega hasta extremos irrespetuosos. Entretener no es idiotizar. A la hora de elegir un producto televisivo lo importante es respetarse. Los momentos de ocio son una conquista del trabajador y al buscar la forma de ocuparlos deben ser valorados de esa manera. La explotación del ocio que significa Show Match es abusiva.
Cuando se habla de la nueva ley de ordenamiento de los medios audiovisuales se omite un aspecto importante. Generalmente se la llama ley de medios, pero en realidad es de servicios audiovisuales. Se deja de lado un sustantivo que es toda una definición. La palabra “servicio” pone en primer lugar el espíritu que debe primar en los medios de comunicación. Debe dejar de transformarse en un negocio para ser un servicio y todo servicio debe servir a la comunidad. Esos programas baratos que cuestan y recaudan mucho dinero no son un servicio, sino todo lo contrario. Muchos espectadores lo han entendido y castigan a los emisores que no se adaptan al momento que se está viviendo. Que Susana haya comenzado su ciclo con poco rating, que Mirtha no retorne con sus ya vencidos almuerzos, que Julián Weich traslade su “Justo a tiempo” a la hora de la siesta sugieren cambios interesantes. Todo esto demuestra que es el público el que quiere cambiar la televisión y que hay un sector de los televidentes que le quieren dar otro valor a su propio entretenimiento. Sueño con el día en que Tinelli y sus subproductos tengan que bajarse de la grilla televisiva o hacer sus negocios en un pequeño canal de cable. Soñar no cuesta nada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario