A pocos llama la atención que las fuerzas de choque de los
grupos ultra-católicos jamás hagan
escraches a quienes pueden acceder a la interrupción del embarazo gracias a sus
abultadas billeteras. Tampoco que se dediquen a celebrar misas en las
clínicas privadas que se ocupan de realizar estas intervenciones de manera
clandestina. Lo que pasa que es más fácil y menos “conflictivo” re-victimizar a
una muchacha pobre que a alguien de clase media alta y con doble apellido. Y esto no es una solicitud para que redoblen
sus esfuerzos en su persecución ideológica. Al contrario, es una invitación para que dejen de hacerlo. No
tienen ningún derecho a emprender esta caza
de brujas para imponer su moral por
encima de la ley, olvidando el respeto por el otro y cualquier forma de
comprensión de los dramas ajenos. Aunque la Corte Suprema de Justicia realizó
en marzo de este año una interpretación un tanto forzada del artículo 86 del
Código Penal, sentó jurisprudencia para evitar la judicialización del acceso a
los abortos no punibles. Pero ciertos
sectores están habituados a pisotear las leyes cuando no satisfacen sus
intereses, antojos y ambiciones. En los últimos días hubo mucho de eso. Y
lo seguirá habiendo. Lo importante es que todos los ciudadanos –que no abarca a
todos los habitantes del país- comprendamos
que la única manera de construir el país soñado es a partir del fortalecimiento
de la legalidad y las instituciones en beneficio de las mayorías.
El famoso artículo 86 del Código Penal fue redactado hace
casi cien años. De ahí el vocabulario un tanto desactualizado que utiliza. Allí
dice que “el aborto practicado por un
médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta, no es punible si se
ha hecho con el fin de evitar un peligro
para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por
otros medios”. Aunque en su primer inciso no hay inconvenientes de
interpretación, a principios de año se frenó esa práctica en una joven que, al
cursar el tercer mes, es diagnosticada con cáncer. No podía someterse al
tratamiento porque, al estar embarazada,
corría peligro la vida del feto. Si
continuaba con la gestación, el cáncer se podría expandir y provocar la muerte
de la muchacha. El único medio para curar la enfermedad era practicar un
aborto. Un recurso de amparo presentado por uno de esos grupos de acérrimos
moralistas impidió la intervención, lo que provocó la muerte de la joven… y
también del feto. Eso que estas
agrupaciones se llaman Pro Vida. ¿O será que hay que desconfiar de algunas
cosas que comiencen con PRO?
El segundo inciso de este artículo tampoco presenta
dificultades en su exégesis: “si el
embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una
mujer idiota o demente”. La Corte interpretó el final de esta línea como
una enumeración: “…sobre una mujer, idiota
o demente”, es decir, tres sustantivos, cuando en realidad, sólo hay un
sustantivo con dos adjetivos. Aunque suene muy lingüístico este análisis, el
fallo del Supremo Tribunal parece despejar incertidumbre y poner fin a
criterios dispares en la lectura de ese inciso, aunque en realidad, está creando una norma nueva, pero
provisoria. Y endeble, pero sirve
para reforzar un pedido del Presidente de la Corte. Ricardo Lorenzetti,
aclaró, en aquellos días de marzo, que la decisión del Máximo Tribunal no
legaliza o despenaliza el aborto, porque “ese
tema está en el Congreso Nacional”. Para terminar con estos problemas, son
los Diputados y Senadores de la Nación los que tienen que tomar cartas en el
asunto, asumir que están legislando para
todos y no para los seguidores de un culto y debatir todos los proyectos
que descansan en los archivos. La Corte
Suprema de Justicia no puede estar corrigiendo los “errores” de la Política.
Y algo de eso ocurre con el culebrón en el Consejo de la
Magistratura. Como algunos de sus miembros cambiaron de idea y el proceso de
selección y evaluación de los candidatos que ellos avalaron y que llevó más de
dos años, ahora está “viciado”, los juzgados
que no tienen titulares deben cubrirse con suplentes que van rotando semana a
semana. Y quien elige a los subrogantes
es también miembro del Consejo: Ricardo Recondo. Mientras designa suplentes
a dedo, bloquea la designación de nuevos jueces a través del procedimiento
constitucional. Un juez que actúa contra
el funcionamiento del sistema previsto por la Constitución Nacional. Solo
no, porque tiene un cómplice: el senador Oscar Aguad, otro de los miembros del
Consejo. Extraño, porque hasta hace unos meses -o menos- había firmado un acta de consentimiento con la lista de los
postulantes. Algo hizo que cambie de idea. El 7D, tal vez. Como este nudo no lo puede desatar la Política, ya
están pidiendo a la Corte que intervenga. Ya tiene bastante con desanudar los
de la Justicia, que todavía cuenta con
muchos exponentes nombrados durante la Dictadura y actúan en consecuencia, con
eterno agradecimiento. Tanto hacia quienes los nombraron como a quienes hoy
continúan reivindicándola. Y extrañándola,
ya que estamos.
En estos días, la Corte también tuvo que desenredar el
conflicto en la CABA por un caso de aborto no punible. Conflicto ocasionado por actores que parecían perfectamente coordinados,
como ya se relató en el Apunte
anterior. Con la proximidad del 7D, también tendrá ocasión de frenar todos los
recursos a que apele el Grupo Clarín para evitar la desinversión. Que no serán
todos legales, por supuesto. También
recurrirán a estrategias no punibles, como la permanente distorsión
informativa, la mentira y la construcción del escándalo en todos los temas; la intención de sembrar desazón, miedo y
desconfianza en sus manipulados lectores; la patológica obsesión por
presentarse como víctimas de persecución de un inexistente gobierno autoritario.
En fin, lo de todos los días. Pero también tiene capacidad operativa para
generar conflictos a partir de rumores y contactos. Por supuesto que este accionar jamás ha sido cuestionado por parte de
algunos exponentes de la oposición política. Al contrario, la senadora
Norma Morandini, por ejemplo, señala que “hay
dos concepciones sobre la comunicación: una considera que es el Estado el que
distribuye la palabra y la libertad; mientras que nosotros creemos que hay que
constituir una cultura democrática de libertad de expresión, cuyo único límite
es la responsabilidad”. Responsabilidad
entendida como la posibilidad de hacer todo a su alcance para lograr fines
mezquinos.
Por eso resultó
interesante que el miércoles, al cumplirse tres años de la sanción de la Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual, La Presidenta dirigiera un discurso por
Cadena Nacional. No se difundió el acto
completo, lo que puede considerarse como un error, porque los dos cortos
proyectados y la presentación de Martín Sabbatella hubieran completado la
información de la que carece gran parte del público. CFK manifestó que la
llamada ley de medios “no fue un proyecto
del Poder Ejecutivo, no fue un proyecto de ningún legislador, fue una construcción
colectiva” y a eso le debe la
“fuerza” y la “inserción” que
tiene en la sociedad. Porque esta ley
distribuye la palabra en serio. Y lo que se ha hecho a partir de ella, con
la incorporación de nuevos productores de contenidos en todo el país, con los
nuevos medios otorgados a cooperativas, pueblos originarios, universidades y
municipalidades, entre otras medidas, es democratizar la palabra. En sentido
contrario a lo que afirma la senadora Morandini, con esta ley el Estado es quién garantiza la distribución de la
palabra y la libertad que tanto le preocupa, como debe ser y no, como ella
pretende, que la palabra esté en manos de los que la acaparan en su propio
beneficio. La libertad y todo lo que
ella abraza es responsabilidad del Estado y no un privilegio del mercado.
Porque de esto último ya hemos padecido bastante.
Duro e interesante...
ResponderBorrarhttp://adriancorbella.blogspot.com.ar/2012/10/vacaciones-para-la-corte-por-favor-por.html
Brillante la explicación sobre el Código Penal y el aborto no punible; el Código fue pergeñado hace casi cien años en un país que recién cumplió los 200 y eso que la declaración de la independencia es de 1816, por Carlos Tejedor, el mismo que se acuarteló en la provincia de Buenos Aires para no entregarla a la creación de la Capital Federal -buen trabajo de Julio Roca contra la ciudad/puerto para todo el país, aunque después terminó reluciendo al genocida que habia sido gobernando como un unitario y eso que era tucumano- y mandó a matar a cientos de porteños o bonanerenses.
ResponderBorrarMuy bueno el Apunte Gustavo, conoces el paño jurídico y ahora tenes que tratar de apuntar claramente que pasa si es que pasa algo el 7D