Parafraseando una célebre
frase, “un pequeño paso para el hombre,
un gran paso para la argentinidad”. En realidad, ninguno de los dos pasos
ha sido tan pequeño. Ni el de la Luna –si es que se dio- ni la aplicación de la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. El de la Tierra, es el primer paso para reducir al más grandote, al más
nocivo, al más ponzoñoso. A pesar de todas las pestes que arrojaron en el
ambiente, el Gobierno logró que la ley se aplique y cuando se cumplan cinco
años desde su aprobación, el monstruoso Grupo Clarín se convertirá en seis
unidades independientes entre sí. Una
memorable victoria de la democracia sobre una de las corporaciones que más ha
condicionado las instituciones. Uno de los más notables triunfos de esta
batalla simbólica –y no tanto- que deberá continuar hasta que todos comprendan
cómo actuar en el país que estamos construyendo.
Y no hay dudas de que los
grandes medios son los que más pisotean la libertad de expresión, con sus fotos
trucadas, mentiras, manipulaciones y arengas destituyentes. Ningún gigante acepta ser gobernado por los
pequeños. Pero la democracia es eso, el gobierno de los pequeños y si los
gigantes no lo aceptan, deberán buscar otros horizontes. Nuevos vientos soplan
en estas tierras, dispuestos a barrer con la inmundicia que nos ha dejado el
neoliberalismo. Todavía falta mucho, pero
ordenar el sistema de medios y acotar su poder de daño es un paso muy
auspicioso.
Para los que no entiendan, una
pequeña aclaración. Si uno de estos medios emite una crítica hacia el gobierno
de turno, no lo hace por proteger a los ciudadanos, sino para resguardar los privilegios del sector al que representa.
La inflación, los salarios, la pobreza, los haberes jubilatorios son sólo las
excusas a las que apelan para crear el clima de malestar. Si en otros tiempos no han dudado en apoyar los ajustes que afectaron a
gran parte de la población. Y esto no ocurrió hace dos siglos, sino a
comienzos de éste. Si han sido cómplices y beneficiarios de la dictadura, ¿qué de bueno pueden aportar en democracia?
Porque si alguno lo duda, no
les importa la forma de gobierno, siempre y cuando puedan gobernar desde las
sombras para acrecentar sus arcas. Y
cuando las autoridades no obedecen a sus caprichos –lo que ellos llaman diálogo y consenso-, no tienen reparos en pasar por encima. Los
dramáticos hechos de la convulsionada Venezuela constituyen un nuevo capítulo
de la desesperación de los que quieren retomar el control de la República
Bolivariana. No para beneficiar al
pueblo, sino para llenar sus bolsillos. La especulación con el precio de
los productos básicos y las consignas golpistas que difunden los medios son las
armas que esgrimen para socavar la legitimidad de un gobierno democrático.
Y, por supuesto, las mentiras.
Las fotos que difundieron las agencias informativas y los principales medios,
tomadas en momentos y geografías lejanas, ponen
en evidencia que la verdad no es lo que persiguen. La ministra de
Comunicación, Delcy Rodríguez, denunció estas anomalías: “hacemos un llamado a los medios nacionales, a los medios
internacionales, a que no se presten para este tipo de actividades, porque estas manipulaciones arteras, bajas,
están penalizadas, no solamente en la legislación nacional sino también en
la legislación internacional”. El prejuicio aporta lo
suyo para pintar a Maduro con los colores del autoritarismo. “Venezuela es víctima de
bandas fascistas de derecha que buscan crear
una crisis política que justifique un golpe de Estado, con una intervención
gringa –explicó el Presidente caribeño- El guión de estos hechos fue escrito por
quien paga y manda: el gobierno estadounidense”.
La antesala
del infierno
Lo ocurrido en Venezuela es el tráiler de lo que están preparando para todos los países que han
optado por gobiernos identificados con sus pueblos. Si cae uno, caerán todos. De ahí la importancia de sostener la estabilidad
del país caribeño. Y en eso no debe haber dudas: no son buenos los que intentan recuperar el poder. De lograrlo, el retroceso será irreversible y la restauración del
ideario neoliberal será cruenta. Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Brasil y Argentina son los blancos principales de los que nos
quieren vencidos. Por eso no paran de intentarlo sin escatimar esfuerzos.
A fines del año pasado probaron en estas
tierras. Como en Ecuador y Bolivia, las protestas policiales actuaron como
fuerzas de choque, con el agregado de los tradicionales saqueos, infaltables a
la hora de armar la escenografía del descontento social. El guión y la puesta en escena, se cocina en los grandes medios,
cuyos periodistas alcanzan el orgasmo cuando presentan malas noticias. No dejarán
de intentarlo para horadar los nuevos estados que se están construyendo. La angurria los guía y el caos los precede;
se muestran como salvadores del desastre que ellos se encargan de instalar.
Tretas ya ineficaces, por obvias, por reiteradas, por obscenas.
Los antojadizos y exorbitantes precios con que
adornan las góndolas no sólo buscan incrementar las ganancias de los
inescrupulosos. Tomar por asalto la
billetera del ciudadano es la mejor manera que encuentran para desestabilizar
la cotidianeidad. Nadie puede oponerse a que los empresarios ganen en
función de sus inversiones, pero los porcentajes con que remarcan los productos
alcanzan niveles escandalosos. Perdón,
ya sobrepasa el escándalo para entrar en el terreno de la piratería. Aunque
han ganado mucho en estos diez años, en tiempos de crisis es mucho más fácil.
La ruleta financiera y la importación desenfrenada multiplican sus fortunas,
aunque la mayoría de la población esté hundida en la pobreza. El proyecto K se está tornando intolerable
para los rapaces. Porque los que más protestan –tanto en Venezuela,
Argentina y en todos los países acosados por la rebelión- son los que más tienen. Y disfrazan su desprecio hacia los senderos populares con asépticos conceptos
republicanos.
Como si vivieran en la más bestial dictadura,
claman por la libertad, la democracia, la concordia. Como la heroína de un culebrón, lloran por la división que se ha
instalado en la Patria. Como portadores del sentido común, cuestionan la
ideologización de la vida. Como si fueran conquistadores, apelan a la violencia
para imponer la pacificación. Cínicos,
se muestran preocupados por el futuro y por eso quieren llevarnos al peor
pasado.
Claro que no podrían instalar estas oscuras
ideas sin la ponzoña inyectable y constante de los medios hegemónicos. Desde
que comenzó el debate por la nueva ley de medios, allá en el lejano 2009,
recrudecieron las operaciones para deslegitimar a casi todos los funcionarios
del Gobierno Nacional. Explotando a los
prejuicios de un sector del público, apelaron a sus más mugrosas argucias para
convertir en mala noticia cualquier iniciativa oficial. Ahora que el
monstruoso Grupo deberá adecuarse a la ley, algunos de sus voceros políticos
están reclamando el retorno de un Estado neutral. No hace falta aclarar que la neutralidad, para ellos, no significa otra
cosa más que la obediencia. El Estado ideal sería el servil, a falta de
complicidad.
No, señores. Desde mayo de 2003 el Estado no es
ni será neutral, sino todo lo contrario. Después de décadas de gobiernos
consustanciados o sometidos a los intereses de una minoría por demás de
enriquecida, ahora quieren un Estado neutral. Ahora, el país merece –necesita- un Estado comprometido con las mayorías y que
contenga las dentelladas de las corporaciones. Un gobierno que impulse
leyes para limitar las ganancias y disminuir el poder de daño de las grandes
empresas. Un gobierno que reduzca la desigualdad con el aporte de los que más
tienen, una forma justa de devolución
del despojo que hemos padecido desde mediados de los setenta. Después de
unas cuantas décadas de un Estado así, podemos sentarnos a conversar sobre esta
tontería de la neutralidad.
Excelente artículo Gustavo,coincido Absolutamente con vos! Y ése Estado del q hablás "un Estado comprometido con las mayorías y que contenga las dentelladas de las corporaciones" ,es el q está Gobernando #Ella La Jefa
ResponderBorrar