Ya lo decían las abuelas: grita quien no tiene razón y miente el que
no encuentra argumentos. Podría
agregarse que busca la ayuda de Dios el que está muy desesperado. Y si Dios
está ocupado o renunció hace rato, siempre viene bien un papa. Las ya famosas
–por irresponsables- tapas de La Nación y Perfil del pasado domingo, en donde
informaban sobre una convocatoria de Francisco a funcionarios, sindicalistas y
empresarios para frenar la crisis
argentina, posibilitan varios puntos de análisis. El que más se destaca es el de la obscena, insensata, provocativa
mentira, que rompe cualquier pacto de confianza con un lector hartamente
estafado. Otro aspecto es el de la intencionalidad porque, junto a otros
medios, estas nocivas manipulaciones buscan pintar un irreal estado de calamidad
para horadar la legitimidad del Gobierno Nacional, con vistas a un adelantamiento de las elecciones. A esta estrategia neo-golpista se suman
algunos actores del Poder Económico que intentan sacudir la mesa de los
argentinos especulando con los productos de nuestra tierra. Pero no debemos
asustarnos: son los estertores de una oligarquía que se resiste a perder
privilegios, de la bestia que se rebela a la domesticación.
¿Qué sentirá el lector de estos
dos matutinos cuando se entera de que lo leído no es más que una mentira? ¿Se sentirá traicionado, burlado,
embaucado? ¿A quién le creerá más, a los autores de la fábula o al propio
Papa, que la desmiente? ¿O le importará medio pepino que sea una mentira, siempre y cuando su contenido alimente el
desprecio que siente hacia el kirchnerismo? ¿Qué le interesa más a ese
lector, informarse o nutrir sus prejuicios? ¿O pensará que el ex Bergoglio no
interviene porque ha sido cooptado por La Cámpora?
Cuando el Vaticano se vistió
con un papa argentino, la derecha
vernácula esperaba recuperar todo el poder por medio de un golpe divino.
Pero la ayuda papal no llegó como deseaban, porque desde hace casi un año
Francisco se fue despojando de Bergoglio. Los que saboreaban el triunfo por
contar con un opositor de buenas influencias celestiales, se habrán atragantado con la novedad de un pontífice con duros
conceptos hacia el capital globalizado, usurero y angurriento. Y que no
considera que la pobreza sea una epidemia o algo por el estilo, sino una
consecuencia de lo anterior. Para mayor sorpresa, sostiene que la propiedad
debe ser un bien social y no absolutamente privado. Por eso llamaron su atención con una noticia mentirosa. “Vaticano, tenemos problemas. Esta noticia
que inventamos sólo Usted puede convertirla en realidad”, parecían decir. Y
hacia el público: “vean, estamos tan pero
tan mal que sólo Dios nos puede ayudar y, como no nos atiende, debemos llamar a
Francisco”.
Pero tienen tanta mala suerte.
Los astros parecen favorecer a los malandras
de La Cámpora. Por intermedio de una
periodista de Crónica, Francisco desmintió: “no, eso no es cierto: es un disparate”. No sólo él salió a
desmentir esta patraña, sino todos los invitados
a esa reunión imaginaria. “Es motivo de
preocupación y de reflexión que medios de comunicación que atacan
sistemáticamente al Gobierno, a la Presidenta o al jefe de ministros, a quien le piden la renuncia cada día,
generen esta operación mediática, esta mentira que involucra a la máxima figura
de la Iglesia Católica”, declaró el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.
Todos
sabemos que para que una mentira sea creíble, debe ser verosímil, posible
dentro de las normas de lo real. Desde que Bergoglio se convirtió en Papa es el
mandatario de un Estado, El Vaticano, por lo que tiene el estatus de un presidente.
De haber existido una convocatoria de
esas características, podría haber desatado un conflicto diplomático por
entrometerse en los asuntos de otro país. Quizá esto no interese a los
asiduos lectores de estos libelos, pues
no buscan informarse sino justificar su desprecio. Si en unos días se
encuentran con titulares que demonicen a Francisco, seguramente comenzarán a sentir menos orgullo por el papa argentino.
Los que sacuden la mesa
Que hayan
pergeñado una mentira con el papa como protagonista, es huella de que no tienen límites y, como adolescentes, los están
exigiendo. No son los únicos. De a poco, como la presión por una mayor
devaluación les estalló en la cara, los cereales son vomitados por los gusanos blancos: por ahora, el dólar
está bajando. Las grandes cadenas de
supermercados multiplican sus ganancias y se burlan del acuerdo que ellos
mismos habían firmado. Y también de sus clientes, vale recordar. Y los
matarifes de Liniers patean hacia el cielo el precio de la carne. Todos están provocando, están clamando por
regulaciones de las que, después, terminarán quejándose.
El caso del
Mercado de Hacienda es por demás de evidente. La institución, privatizada
apenas iniciado el gobierno del Infame Riojano, no opera con las reses que se
distribuirán por todo el país, pero
marca el precio al que se venderá la carne. De acuerdo a los principios de
sus responsables, todo fluye de acuerdo al libre
juego de la oferta y la demanda. Y
la oferta es tan libre que la manejan como quieren, al igual que los precios:
antes de la devaluación, los carniceros recibían la media res a 14 o 15 pesos
el kilo y ahora, a 30. Claro, en esta semana apenas entraron 50 camiones con
1400 cabezas cuando a mediados de enero
ingresaban 350 camiones. Y no hay motivos para tamaña reducción de oferta.
“Las
carnicerías venían trabajando bien, con precios bastante razonables. Habrá que
ver qué pasa con el mercado, porque todo
nació en el Mercado de Hacienda de Liniers, ahí fue donde aumentaron los
precios”, explicó Alberto Williams, vicepresidente de la Asociación de
Propietarios de Carnicerías de la CABA. Una clara maniobra de los ganaderos
para ganar más ofreciendo menos y de paso, una
manera de realizar un aporte al malestar de la mesa familiar. De esta
manera, abandonaron toda responsabilidad social para sumergirse en oscuras
aguas destituyentes.
A sabiendas de ser merecedores de alguna sanción
por parte de la Secretaría de Comercio, los dirigentes de la Sociedad Rural y
de Confederaciones Rurales desafiaron al Gobierno Nacional. Con su accionar especulativo están pidiendo
a gritos alguna forma de regulación, pero, a la vez, rechazaron cualquier
presencia del Estado para controlar y evitar los recientes aumentos en el
precio de la carne. Claro, ellos piensan que la libertad de mercado es un derecho constitucional cuando, en verdad,
es una excusa para especular a su antojo y ganar mucho más de lo que
corresponde. La libertad de mercado es
la opresión de los trabajadores.
Los integrantes del Círculo Rojo están tratando
de desbaratar nuestra vida desde todos los frentes posibles. Este movimiento de
pinzas –productores, vendedores y financistas- tiene como claro objetivo provocar la caída del gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner. Su angurrienta ansiedad le impide aguantar hasta
2015. Mientras ellos saquean nuestras
billeteras, los políticos de la oposición se prueban el disfraz de candidato.
No en vano, en estos días se ven tantos pases, alianzas, pactos. Mientras el
casting de presidenciables desfila ante los ojos del poder fáctico, los medios hegemónicos aportan dramatismo
para incrementar la angustia y la zozobra. Todos –que no son muchos-
atentan contra la democracia clamando que lo hacen en su defensa. Pero no defienden otra cosa más que sus
malsanos intereses. Ninguno de los que lloriquean tiene problemas reales.
Sobreactúan para conspirar. Los
Patricios –una clase minoritaria que se cree dueña del país- quieren retomar el mando y parecen
dispuestos a todo. Bueno, después de treinta años de continuidad democrática
ya deberíamos saber cómo funcionan las cosas y no hay máscara que esconda el
rostro bestial de los carroñeros, que, otra vez, pretenden vernos en el fango
para mordisquear nuestros despojos.
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