A la larga, le van a encontrar
la vuelta. Tanto que lo intentan, lo pueden lograr. Si alguien sospecha que
esto es paranoia, tal vez tenga razón. Es
posible que la mirada alarmista sobre los hechos de Venezuela esté teñida por
un corazoncito que todavía conserva latidos revolucionarios. Quizá los
opositores que marchan por las calles incendiando autos y edificios públicos,
con sus armas dispuestas a disparar a quien se cruce no tengan malas intenciones. En todo caso, destituir a un
presidente elegido democráticamente y pedir su cabeza a los gritos no sea algo tan grave para las instituciones. O tal
vez uno se confunde: que una cadena
internacional de noticias pida a gritos un golpe de estado en un país
latinoamericano no necesariamente vulnere la soberanía. Claro, para llegar
a estas conclusiones es necesario consustanciarse
con la mirada imperialista y justificar sus intromisiones cuando el curso
de los hechos no satisface su avidez hegemónica. Lo hemos visto: jamás han
escatimado recursos para torcer el rumbo de la historia. Bombas, atentados, conspiraciones son las herramientas a las que apelan
cuando alguna nación pretende escapar de su sombra. Y entonces, no importa
nada la vida, la democracia, la libertad ni los derechos.
Porque como Ellos son los
autores del discurso único que estamos intentando desterrar desde hace un
tiempo, pueden acomodar las cosas a su antojo. Que Leopoldo López esté preso por intentar derrocar un presidente es
un atropello propio de la peor de las
dictaduras. Está clara la paradoja: para
defender los privilegios de la minoría vale todo, pero para resguardar los
derechos de la mayoría, hasta un suspiro hiere la susceptibilidad de los gringos. Si el líder opositor
venezolano con poco respaldo en las urnas gozaba de la libertad para conspirar
y alentar la violencia fue gracias a un
indulto que el dictador Hugo
Chávez le concedió después del fallido intento de golpe de 2002. Si la revuelta
hubiera triunfado, sus promotores no
habrían dudado en fusilar a los funcionarios chavistas o, al menos, dejarlos
presos de por vida.
Para la visión hegemónica de
las cosas, cualquier recurso es válido a
la hora de destruir intentos transformadores. Sus exponentes torturan,
asesinan, censuran, saquean pero consideran como un atropello que un
conspirador esté preso. Ellos llaman disenso
convocar a una revuelta o pedir la cabeza de un mandatario. Ellos dicen que mentir, distorsionar o
manipular es libertad de expresión. Ellos llaman “democrático” a cualquier
gobierno que empobrezca a su pueblo en pos de intereses corporativos. Ellos catalogan como “violencia” la
reacción de los que intentan escapar de la opresión. Observar estas
cuestiones con claridad ayudará a frenar los intentos del Imperio por ordenar
su patio trasero. Los países suramericanos con proyectos
populares están en peligro porque el Norte quiere exportar su crisis.
Para que esto no ocurra, es necesario estar
atentos y neutralizarlos. Y, sobre todo, comprender de una vez por todas que no
desean el bien de todos. Detrás de sus airadas denuncias y su disfraz
republicano se esconden las peores intenciones. Si están desesperados es porque ven amenazados los privilegios que han
gozado durante décadas. Acá, allá y acullá. Y el Imperio está muy atento
porque el Sur se está transformando. La
equidad que se está construyendo es la refutación del modelo neoliberal que han
defendido todo este tiempo porque la
libertad de mercado que defienden es la mejor manera de condenar a los pueblos
a la pobreza.
A
civilizar la barbarie
Como cualquiera puede comprobar,
lo que insume una década construir, puede destruirse de un plumazo. De nada valen los logros si una consigna
agorera triunfa en la malversada opinión pública. Un candidato aséptico con
buena prensa puede conquistar voluntades con promesas pueriles. Sólo basta
asegurar que los cambios profundos se pueden hacer sin molestar a nadie. Aunque
parezca tentador, eso es imposible. El conflicto es inevitable para transformar
las cosas en serio. Para reducir la
inequidad, es necesario que los que más tienen renuncien a algunos de sus
cuantiosos privilegios. Para que la redistribución se convierta en
realidad, hace falta que los más ricos resignen una mínima parte de sus
ganancias.
Y aunque en estos diez años han
ganado como nunca, los grandes empresarios quieren todavía más. El desenfreno
en su avaricia se pone en evidencia con los porcentajes con que remarcan los productos.
Ningún negocio garantiza porcentajes de
tres y hasta cuatro dígitos. Menos aún en la comercialización de alimentos.
Un productor recibe 50 centavos por cada kilo de cebollas, pero en el
supermercado se vende a más de seis pesos. Eso es un abuso, una estafa, un acto
de piratería que debería castigarse. Uno de los resultados positivos del
programa Precios Cuidados es que ha
puesto en debate la tasa de ganancia de productores y comerciantes, sobre
todo de aquellos que gozan de una posición dominante. Y esto, más que libertad
de mercado, exige mayor regulación por parte del Estado.
Por eso, ante las denuncias
presentadas en la Secretaría de Comercio por incumplimiento del acuerdo, La
Presidenta y su equipo ya se han puesto a analizar una serie de medidas para combatir la concentración y la
posición dominante en distintos sectores de la economía. El Jefe de
Gabinete, Jorge Capitanich señaló en estos días que “si la actitud de todos los sectores económicos fuera responsable y
seria, no se generarían remarcaciones alevosas que exigen una intervención del
Estado”. No son responsables ni serios, sino avaros, angurrientos,
miserables. Tampoco son confiables,
porque ni cumplen con un acuerdo firmado por ellos mismos. Con la impunidad
que caracteriza al poderoso, se burlan de las autoridades y de los consumidores.
En el Congreso, algunos
legisladores ya están preparando algunos proyectos de ley para que las multas no sean frenadas por la servil protección
que brindan algunos jueces. Otros están considerando la revisión de la ley
de abastecimiento, para neutralizar una herramienta de especulación y
desestabilización. En una semana, CFK inaugurará las sesiones ordinarias y
quizá en su discurso, presente todas las iniciativas para dejar a estos
conspiradores sin armas para alterar nuestra vida. A lo mejor incluye algún
proyecto para limitar los porcentajes de
ganancias o para impedir que con agregados mentirosos encarezcan los
productos tradicionales. Como no se
puede confiar en ellos, hay que limitar sus posibilidades tramposas.
Algunos se escandalizan porque
consideran que lo mejor para la economía es la libertad de mercado. Por eso llaman autoritario a todo gobierno
que esboce algún intento de regulación, como si esa libertad fuera un derecho
constitucional. No lo es, por supuesto: apenas significa una mirada sobre
el mundo económico. Esa libertad es una
hacedora de desigualdad; la única libertad que propaga la opresión. Asociar
‘libertad’ a ‘mercado’ debería estar prohibido en todas las constituciones. Y
hay otra libertad sobre la que habría que debatir en profundidad. La libertad
de expresión –patrimonio exclusivo de los medios dominantes- termina siendo libertinaje vociferante. También son
peligrosos, destituyentes, atroces. Si no fuera por ellos, todo sería más
fácil. Gracias a ellos, gobiernan los
que nunca son votados. Pero los hechos demuestran que estamos en el buen
camino y que ellos están equivocados. Por eso su desesperación. Por eso nuestra tranquilidad, la de la
segura victoria, la del mejor futuro.
señor gustavo rosa, muy bueno su discurso. pero sucede, lamentablemente, que no pasa de ser el mismo discurso panfleatrio del eterno acomplejado tercermundista, "el pobrecito yo", que acompaña a los movimientos que bajo el supuesto del bienestar social no han hecho más que llevar miseria y opresión a los pueblos donde se instauran y que dicen defender del, otro "eterno", enemigo "el imperio". En aras de ese futuro, mejor futuro, se han cometido los más grandes crimenes de la historia (stanlin, pol pot, castro, kim il sung, mao, etc, etc,; obviaré los detalles por razones de espacio y asumiendo que conoce, aunque a todas luces ignora y justifica, lo que han hecho, hacen algunos aún, y como terminan). Le recuerdo, a manera de collage, que el muro que derribó el pueblo fue el de berlín, y que quien se desplomó fue el comunismo soviético y no el mundo occidental, que la economía de la china actual es el capitalismo más salvaje del planeta, que la correa del sur es la que progresa mientras que en la del norte la gente muere de hambre, que las balsas van de la habana a la florida y no al revés, los etc son, de nuevo, infinitos. En cuanto al gobierno venezolano, le informo, pues a todas luces carece usted del más elemental conocimiento sobre mi país, posee la inflación más elevada del planeta, solo para empezar, el gobierno se apropió de PDVSA y la arruinó, al punto de que debe importar gasolina para el mercado interior, expropió granjas, fincas y haciendas, empresas agroindustriales, y no hay producción para autoabastecernos, se deben importar los alimentos, lo mismo sucedió con el aparto industrial, se deben importar los bienes, como no han podido aumentar la producción petrolera que es de lo único que vive el gobierno y el país, no hay dolares, sin dolares el gobierno no puede importar lo que no se produce en el país, porque todo lo trastocó para mal, entonces, hay escasez. Logra, señor gustavo, seguir la secuencia? dígame, hay guerra económica o incapacidad para gestionar y gobernar? el país está en la ruina y no es a causa del imperio, el imperio no está en miraflores, está el chavismo ejecutando el socialismo del s.XXI, y está controlando todos, absolutamente todos los estamentos del estado venezolano, nada se le opone al gobierno, hace lo que quiere sin control ni medida, ¿va comprendiendo, señor gustavo? y que conste que no soy especialista, ni poeta como usted, soy un venezolano da a pié. y a pié voy a las marchas, sin que me manipulen, ni paguen, ni monten en un autobús, ni con vestimenta unicolor, voy solo por cuenta propia, sin ningún imperio en la cabeza, a reclamarle al gobierno para que deje de actuar irresponsablemente, y comience a brindarnos, al pueblo, las mínimas condiciones de bienestar, justicia y paz, para las cuales fue elegido. Igualmente, que cese la represión y se castigue a quienes han disparado y asesinado contra personas y residencias familiares durante las manifestaciones. aunque, vamos a estar claros, señor gustavo, este gobierno es el imperio de la corrupción, la miseria y la ruina. Aquí no hay futuro y no habrá tranquilidad en el pueblo mientras las condiciones actuales no cambien. Lo felicito de nuevo por su panfleto y lo invito a que marche con el pueblo que manifiesta pidiendo bienestar y justicia a un gobierno sordo, hablador de mentiras y que voltea hacia donde solo a él le interesa.
ResponderBorrarAunque no conozco Venezuela, a través de tus palabras escucho los mismos conceptos de los opositores de mi país y cuestionan lo actual sin memoria, como si todo lo anterior fuera un paraíso convertido en infierno por las actuales autoridades. Por supuesto, no creo en esa historieta. Creo que la Revolución Bolivariana ha recuperado derechos de la misma manera que el kirchnerismo ha hecho en Argentina. No hace falta pertenecer a la minoría privilegiada para adoptar sus argumentos. Conozco a muchas personas de mi misma clase -soy docente- que se quejan de las mejoras que han tenido los menos favorecidos, como si percibieran con asco su proximidad. Yo me enorgullezco de la inclusión, aunque no la necesite. Nuestros países han vivido las crisis más crueles por culpa de aristócratas y oligarcas que han expoliado los recursos de todos. Decís que mi texto es un panfleto; me parece más bien que el panfleto es el que acabás de escribir en mi blog. De cualquier modo, siempre es bueno escuchar una voz opuesta, para reafirmar conceptos y valores propios. Abrazo enorme y gracias por participar de este espacio.
Borrar