Algunos
episodios aislados pueden sugerir que la famosa grieta se hace cada vez más evidente, no sólo en los vocingleros programas de debate pseudo político,
sino en la sociedad misma. Lo que durante tanto tiempo los voceros del
establishment han alimentado desde la pantalla, ahora detona por doquier. Escenas cotidianas –algunas trascendentes
y otras insignificantes- demuestran que el
versito de campaña de “unir a los argentinos” está lejos de
ser realidad. Los prejuicios con forma de sentencia ya no sólo titilan en
las portadas de los diarios o en los zócalos rimbombantes del canal
omnipresente: rebozan el discurso
oficial y se hacen carne en individuos que se sienten victoriosos. La K se
ha transformado en un estigma y se tatúa en la frente de todo aquel que ose suspirar una tímida protesta hacia el accionar
de la ceocracia gobernante. El republicanismo
hipócrita de los amarillos se replica en frases cotidianas como estoy a favor de que se escuchen todas las voces menos las que me molestan. De ahí a
un altercado en plena vía pública hay un solo paso.
La golpiza
recibida por Gregorio Dalbón –abogado defensor de CFK- es algo más que la locura de un taxista. Horas de escuchar fabuleros con micrófono
hicieron del chofer un vengador anónimo. ¡Cuántos habrá que atribuyen las
penurias del presente a los mitos sobre el pasado que periodistas, fiscales y candidatos tejen día tras día! Como el
Gerente de La Rosada SA no puede exhibir un solo logro, justifica los cuantiosos fracasos a la Pesada Herencia, excusa que,
después de un año y medio, mantiene su magra eficacia gracias al accionar perturbador de los medios
hegemónicos. Tan confundidor es el discurso oficial que impide hacer las
cuentas: el monto de la autoamnistía que intentó Macri con la deuda del Correo
Argentino equivale a más de 400 bolsos de López y, sin
embargo, no indigna tanto como aquel
sospechoso episodio.
Si los trabajadores notan que han perdido poder
adquisitivo no es por la inflación resultado de la devaluación y la quita de
las retenciones, sino porque antes “les hicieron creer” que su salario les
alcanzaba para vivir con holgura. Si el mercado interno está en caída libre
no es porque se puede consumir menos sino porque los argentinos estamos ahorrando en demasía. Si el empresidente y sus funcionarios son objeto de repulsa en los escenarios no
controlados no es porque las cosas marchen mal, sino porque los kirchneristas están por todos lados.
Kirchneristas infiltrados entre trabajadores, jubilados, discapacitados y
hasta víctimas de violencia de género. Kirchneristas en los medios
extranjeros, en los organismos de DDHH y hasta en la ONU, desde donde
cuestionan la política económica, la
prisión ilegal de Milagro Sala, el 2x1 para genocidas y la decisión de
convertir a Clarín en el multimedios más poderoso de América Latina.
El errorismo ataca de nuevo
Hasta los
kirchneristas deben tener la culpa de que Flavia Champa, funcionaria de DDHH,
haya tildado de “villeros”, “negros de mierda” o “mogólicos” a 300
trabajadores del área que protestaban porque sus sueldos están por debajo de la línea de la pobreza. Quizá sea
porque en los tiempos del kirchnerismo hemos aprendido que esos calificativos
–como muchos otros- denigran más al que
los pronuncia que al que los recibe. Aunque no está probado, también los K deben ser los responsables del
escrache al que convocó la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal
desde un exitoso programa televisivo un par de domingos atrás. Con su
histriónica entonación angelical, Vidal acusó a Jorge Candis, integrante del
Concejo de la Magistratura, por no
apoyar el juicio político al juez Eduardo Freiler, por un patrimonio hartamente
justificado.
Y los K deben
tener la culpa de que las palabras de
Macri suenen tan banales, torpes, inconsistentes, pueriles. El diálogo que
mantuvo con el tal Sergio y que se viralizó esta semana es una muestra cabal del escaso sustento intelectual de la cabeza del
gobierno. Un votante decepcionado envió una carta que tocó al Ingeniero, al punto
de darle la razón en muchos de sus planteos. “En este tiempo –contestó Mauricio- fuimos sacando la mugre debajo de la alfombra”. ¿Qué mugre, la de
los Panamá Papers, la deuda del Correo, los negociados con Shell, Avianca,
Clarín, Iecsa? No, por supuesto, eso no
es mugre, sino gestión. Lo que lo
“desespera es que los que hicieron estas cagadas (¿?), que encima se robaron el país, como tenemos jueces como los que tenemos,
los tipos siguen caminando por la calle”. Explicar esta frase, señalar los prejuicios y las manipulaciones
que encierra insumiría mucho más que un viaje en taxi y cualquiera que lo intente puede ser destinatario
de una feroz golpiza.
Pero el horno
no está para nuevos bollos. Las
excusas desplegadas desde la guarida de
Balcarce 50 y amplificadas por la Cadena
Nacional de los medios hegemónicos se inoculan
en el público cautivo y se
convierten en un dogma que parece irreversible. Si 27 horas por día repiten falacias absorbidas sin chistar por autómatas acríticos resulta muy difícil
reconquistar la coherencia. Si las víctimas se abrazan con el victimario la
salida de este túnel es casi imposible. Si los nuevos pobres mantienen la esperanza en los mismos que los
sumergieron, si los trabajadores se
sienten cómplices de la inflación que no cesa, si los nuevos desocupados
aceptan estar demás en la Argentina
que se viene, el cieno de este pantano
sobrepasará nuestro cuello.
¿Cuánta
ingenuidad hace falta para creer que la baja de las pensiones a los
discapacitados forma parte de un plan de
transparencia? ¿O un error, como articuló la ministra de Desarrollo Social,
Carolina Stanley? ¿O pura “mala suerte”, como balbuceó la vice
Gabriela Michetti? ¿Ninguno de los que siguen caceroleando contra Cristina sospecha que los errores siempre se cometen con los más vulnerables? ¿Acaso no
les hace ruido que, mientras los jubilados padecen recortes en el cuidado de su
salud, los discapacitados deben luchar para recuperar derechos, las tarifas públicas amenazan con succionar
nuestros sueldos y llenar el changuito es una inalcanzable utopía, Macri sigue enriqueciendo a los que ya están
desbordados? ¿Tanto cuesta advertir que Ellos consideran ‘gasto’ lo que se destina a la base de la pirámide
social y no a la millonada que
dirigen hacia la punta? Macri no sólo perdona las deudas que sus empresas
tenían con el Estado, sino las de sus amigotes de Clarín y Techint por sumas que alcanzarían para convertir este
país en una potencia.
No es tan
difícil descubrir el engaño: sólo hay que empezar a atar cabos. Un país como el
nuestro se recupera enseguida de cualquier crisis, hasta del saqueo bestial que estamos padeciendo. Desde las
propaladoras de estiércol nos dicen que estamos mal porque Cristina se robó todo, pero es Macri
el que tiene cuentas off shore, el
que sigue beneficiando a sus empresas, el que ha vivido siempre multiplicando
su patrimonio empobreciendo al Estado. Para dejar de ser engañado, hay que
descubrirse como tal y cuestionar las
falsas premisas que siempre nos imponen los poderosos. En principio, eso de
tirar juntos para el mismo lado es un
poco difícil cuando unos pocos tienen la
ambición de quedarse con muchas más porciones de las que les corresponde y
dejan para el resto sólo algunas migajas. La ancha avenida del medio se
torna intransitable si la mayoría va a pie y los menos conducen autos de alta gama sin impuestos, ruedas como
aplanadoras y una aspiradora súper potente en lugar de caño de escape. Por
eso es difícil construir un país justo mientras algunos se dejan engañar por los que quieren todo lo contrario.
En general, uno no tiene más "influencia" en el panorama cotidiano que con aquellas gentes que tiene la suerte (o la desgracia) de cruzarse y/o vivir, parientes, trabajo, amistades y no mucho más.
ResponderBorrarA mí me pasa de creer cada vez menos en la teoría del "engaño", en todo caso más que engañados, los defensores (que los hay) de esta porquería, el principal problema que tienen es la imposibilidad de evitar admitir lo estúpido de sus prejuicios que los lleva incluso a negar la realidad aritmética de su situación, en tanto repiten al infinito el verso del "se robaron todo" e ignoran olímpicamente las cifras de su propio deterioro económico y de los escalofriantes montos de chanchullos, afanos, negocietes y "coimisiones" amarillas.
Supongo que es duro que, para empezar a ver la bendita luz al final del túnel, les sea condición suficiente y necesaria hasta lo imprescindible, arrancar con un navarresco, "fuí y me tomaron por boludo".
En fin, ocurrencia mía, que se "autocritiquen" los votantes (más lógico sería llamarlos damnificados u "opas útiles") de esta porquería.
pronto nos inducen al suicidio colectivo con la excusa de que es la única salida que nos queda "porque se robaron todo"-gracias Gustavo por tu brillante apunte, muy justo todo lo que decís-besos
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