Como la zorra ante las uvas que
no podía alcanzar, la ex canciller Susana Malcorra justificó sus yerros diplomáticos con una frase, en principio,
controvertida: "los argentinos nos creemos muy cosmopolitas y somos en realidad muy
provincianos". El
cosmopolitismo es una pretensión de las capitales y algunas grandes ciudades,
no de la mayoría de la población. En las provincias somos muy provincianos y
eso no tiene nada de malo. El país abierto
y entregado como ofrenda al establishment global termina renunciando a
su destino soberano y sometiendo a sus habitantes a las más angustiosas
miserias. Cada vez que sucumbimos a los designios del mundo acabamos en
catástrofe. Cien años atrás, fuimos un granero que sólo disfrutaban unos
pocos y a finales del siglo pasado, el Infame Riojano aseguraba que
estábamos en el Primer Mundo pero estrenamos la nueva centuria con una
crisis insólita. Desde su asunción un año y medio atrás, el empresidente Macri propone integrarnos
como el Supermercado del Mundo y el resultado inmediato es hambre, exclusión
y endeudamiento.
El
gran dilema: ser para los demás o ser para nosotros. Lo primero lo hemos
probado muchas veces y terminamos despojados de lo más esencial. Lo
segundo, apenas en un par de ocasiones en que los votantes tuvieron la audacia
de soñar en serio y nos fue mucho mejor. Y mejor de lo que los narradores
de la Historia Oficial se atreven a reconocer, más allá de las falacias que
tejen en torno a los personajes que condujeron esos movimientos populares.
Ahora estamos enredados en un nuevo tejido, con hilos de confusión hilvanados
desde las propaladoras de estiércol que sólo sirven a intereses minoritarios.
Madejas de denuncias que, de tan embrolladas, jamás permiten encontrar la punta
porque ése es el objetivo: que jamás se descubra la falsedad que las inspira.
Denuncias que no buscan ninguna verdad sino mantener siempre vivas las
sospechas.
Con
la reaparición de CFK después de su gira por Europa se puede saborear algo de
eso. Los titulares de los medios hegemónicos desplazan la desocupación
creciente, la desindustrialización alarmante y la pobreza que pierde por
goleada con las medidas del gobierno que prometió llevarla a cero, para
destacar los estropicios judiciales más inadmisibles. Y si las hazañas de los magistrados obsecuentes
no son redituables para instalar agenda, prueban gambetear los más de 200
mil pibes que esperan una limosna en la Expo Empleo Joven con los
trastornos que provoca esa multitud para paseantes y corredores en los
alrededores del usurpado predio de La Rural.
Los espejitos de colores
El
cosmopolitismo es un ideario elitista, una tentadora cáscara para encubrir
el abandono de toda identidad. El cosmopolita desdeña su entorno para posar
su mirada en un más allá importado. Alguien
así vive camuflado con los más afamados tintes mundanos, al punto de que ni
los propios pueden reconocerlo. Un cosmopolita se siente como pez en los
híbridos acuarios que brindan los paraísos artificiales del Caribe pero se
ahoga en las postales más emblemáticas de la geografía regional. Tan
extraño es que se identifica más con las angurrias foráneas que con las
necesidades vernáculas. Tan extraviado está que se ufana por recibir
piropos políglotas, aunque en su lengua nativa sólo reciba insultos.
La
crisis que estamos comenzando a padecer es el resultado de esa nefasta
tendencia. Exportar para satisfacer al mercado internacional en lugar de
alimentar a los conciudadanos. Achicar a los más vulnerables para engrosar
las cuentas del parasitario rentista. Suprimir derechos para incrementar
privilegios. Acceder a los caprichos de los explotadores, aunque los explotados
estén a punto de estallar. Flexibilizar las leyes para tentar a los
especuladores. Ponderar la libertad de mercado, aunque siempre signifique opresión
para los consumidores. Estas nefastas acciones son las condiciones para
integrarnos al mundo, como siempre afirma el Gerente de La Rosada SA y sus
resultados, a mediano plazo, serán fatales.
Lo
bueno de esta etapa es su celeridad. La avidez vuelve ciegos a los integrantes
del Círculo Rojo y sus exigencias convierten al Gran Equipo en una pandilla
de vándalos que no saben qué más romper. En pos de disminuir un déficit que
ellos mismos incrementaron, apuntan la guadaña hacia lo más llano de la
sociedad. Los jubilados pierden medicamentos, anteojos y atención, los
trabajadores, su empleo y los demás hacen equilibrio sobre una piedra en medio
de la inundación. Sólo unos pocos ganan con la pulsión cosmopolita.
El
resto padece persecución y escasez. Las Madres vuelven a temer por el destino
de sus luchas y los jóvenes son destinatarios de los estigmas más desaparecedores. El cosmopolitismo es la Civilización de antaño que, de tanto
combatir a los bárbaros termina
siendo bestial. Malcorra nos reprocha no ser cosmopolitas porque los
amarillos quieren que lo seamos. Para ello, debemos abandonar el provincianismo, el escudo más
auténtico para defendernos de las fieras que, desde todas las latitudes, se
quieren apropiar de todo lo nuestro.
Bueno, hay que admitir que la eficaz susanita tiene razón, los provincianos tenemos la mala costumbre de pensar como provincianos y nos perdemos la maravillosa oportunidad de ser cosmopolitas, globales e integrados a las masas serviciales (como ella) del mundo que importa, o sea, el par de cuadras de wall street y paraísos anexos. Para hacerla corta, cuando la vemos a susanita nos mata la envidia, ella, bella como la chica ésa, la Jolie, y nosotros feos, sucios, malos y de alpargatas. Ni un mal intencionado como usted, Gustavo, puede ignorar esas difererncias.
ResponderBorrarClaro, nos duelen esas verdades y nos desquitamos con aquellos que nos cuentan las maravillas actuales, como el ministro de TN, el tal dujovne y su lengua mágica, el trovador de esta divina isla de la fantasía amarilla.... pensemos un poquito y saquemos las debidas conclusiones, ¿es o no es cierto que sólo un gran gobierno gran, símbolo absoluto de la sinceridad, es capaz de organizar una Expo Desempleo?
Admitámoslo, los nostálgico de la pasada diKtadura no podemos darnos esos lujos, empeñados en que esa cosa llamada "jóvenes" estudie, busque, consiga y conserve laburo, en fin, esas cosas sin importancia que , obviamente ahora brillan por su ausencia.... y tiene que ser el virreinato el que se anime a EXPOnerlo así, a la luz del día.... no hay caso, hay que ser menos provincianos.
La frontera no pasa entre cosmopolitas y provincianos, ni entre, ni entre blancos y negros o bosteros y gallinas; la verdadera grieta es entre explotadores y explotados. Los blancos en eeuu odian a los negros, si pero los blancos ricos, los patrones a los obreros y en definitiva los ricos a los pobres. Esto es así porque si no fuese así no podrían explotarlos, expoliarlos y en otras épocas esclavizarlos. recuerdo que en la colimba nos enseñaban que al enemigo hay que odiarlo. y por qué?. porque es la unica forma en que lo podemos matar.
ResponderBorrarPero no me haga caso, esto que digo es muy subversivo.
me olvide poner el nombre
ResponderBorraralberto baru
Cambiamos "Futuro por Pasado" ...
ResponderBorrarMuy buen artículo Gustavo !
muchas gracias Gustavo, uno se siente identificado por estos días con todo lo que decís, pura desolación, ya no se trata de una grieta parece mas bien que esta gente se encuentra en otra dimensión a la nuestra-besos
ResponderBorrar