Por desaforados, el episodio de las tarifas se está
convirtiendo en crítico, no sólo por el descontento que genera sino también
por las pavadas con que los funcionarios
intentan justificar los incrementos. Culpar a los usuarios, pagar las
facturas en cuotas y dejar la solución en manos de los gobernadores es lo único
que se les ocurre para poner paños fríos
al torbellino que desataron. Y la siempre disponible y cada vez más
tontuela excusa de la Pesada Herencia, que apenas
alcanza a aliviar las tensiones en los que creen -por ejemplo- que la ausencia de gente en los locales se
debe a la proliferación de las compras on
line. Si los funcionarios dicen pavadas es porque hay pavos que las disfrutan; si mienten en canon es porque hay crédulos que siguen la melodía de las
mentiras; si vierten de su boca las barbaridades más inimaginables es
porque hay sedientos de incongruencias.
Eso sí, cada vez menos, pero suficientes para asustar con la continuidad de esta pesadilla, con Macri o con lo
que sea parecido.
De ahí que Vidal sea la más
amparada, la más blindada, la más angelada. Un maquillaje que se desmonta con un soplido. En medio de este
entuerto del tarifazo, ella misma brindó algunos ejemplos. El primero,
anunciar, segundos después del spot presidencial, la quita de unos impuestos
que recién ahora están vigentes luego de
unos meses de suspensión y que representan sólo el 15,5 por ciento de lo
facturado. El segundo, al decir que “durante
muchos años estuvimos acostumbrados a pagar
tarifas irreales”. No eran irreales porque existían, aparecían en las
facturas y eran pagadas por los usuarios; sólo
eran baratas; accesibles para cualquiera. Si eso molesta, que lo diga con
claridad y no con eufemismos. Que sea sincera, como Javier González Fraga al
considerar que los derechos dependen de
los recursos. De ser así, no serían derechos, sino privilegios.
El último ejemplo -para no
espantar lectores con este personaje que amenaza
con tomar la posta de la destrucción- se relaciona con su disfraz de bruja bondadosa. Después de anunciar la
rebaja impositiva, declaró su compromiso de “acompañar a los argentinos en
sus dificultades”. Que el
des-gobierno haya decidido reducir el
déficit provocado por sus propias decisiones eliminando los subsidios y multiplicando
los precios de la energía no es una dificultad, sino un latrocinio. Ella y todos los funcionarios amarillos no
deben acompañarnos ante las dificultades, sino
atenuarlas. O cuanto mucho, dejar de fabricarlas. Ellos son los que ponen las piedras con que tropezamos en
este oscuro y tortuoso camino.
Un
aluvión de falacias
Los miembros del Gran Equipo son
tan mentirosos que deben jurar a cada
rato que no mienten. No pueden justificar nada de lo que deciden hacer sin
apelar a una falsedad. Y son tan burdas
que después deben pedir disculpas, como la ministra de Seguridad, Patricia
Bullrich al considerar a Holanda como narco-estado para cercenar todo debate sobre la despenalización de la tenencia y
consumo de drogas. Como cuando dicen que buscan el desarrollo, aunque el empleo
en las actividades manufactureras se
redujo a los valores de 2010, con la destrucción de casi 69000 puestos desde que asumió Macri. Como
cuando pontifican sobre la libertad de mercado y el cese del intervencionismo
estatal, aunque el Estado sólo opera
para garantizar negocios y ganancias a
los privados a costa de empobrecer a la población.
Con respecto al saqueo de
nuestros bolsillos con las tarifas, los
funcionarios amarillos han vomitado tantas mentiras que el hedor es
insoportable. En la sesión en Diputados de esta semana, Axel Kicillof
desmontó tres, pero hay muchas más.
La primera tiene que ver con lo más evidente: el sincero Mauricio prometió en
campaña no incrementar las tarifas de los servicios públicos. Por esto,
desde hace mucho tiempo, es necesario resaltar la estafa electoral del Cambio. La segunda es que el gobierno
anterior dejó al país en una crisis energética, pero “hoy se produce menos petróleo y
se importa más –explicó el ex ministro de Economía- Mintió al decir que era para hacer inversiones:
ahora hay menos que antes”. Y la
tercera se relaciona con el simulacro de preocupación por el impacto de los
descomunales incrementos. “Ya había sido pautado –aclaró Kicillof-
que un 25 por ciento de la tarifa del gas
podría pagarse en cuotas con un
interés anual del 20 por ciento”, aunque lo presentaron como una novedad ante el creciente rechazo.
Por supuesto, hay más mentiras. El
Gerente de La Rosada SA ha dicho un
par de veces que no queda otra salida porque “en ningún lugar del mundo se
subsidian las tarifas”. Hasta
en EEUU el Estado alivia los bolsillos
de los usuarios con subsidios porque la producción de energía es cara. Y si
subsidiar puede producir un déficit sólo
basta retornar al cobro de impuestos a los bienes personales y de importación y
exportación, para que sean los más ricos los que auxilien a los demás y no a la inversa. Otra mentira –quizá la
más insultante- es decir que los
argentinos somos derrochones. Hasta el Banco Mundial lo desmiente: los
argentinos tenemos un consumo eléctrico inferior
en un 22 por ciento respecto a Chile y más del uno, a Uruguay y usamos en
promedio de 3,5 metros cúbicos de gas
diarios. Ellos quieren que consumamos menos para que sus amigotes puedan exportar electricidad, gas y combustible produciendo
lo mismo.
Un modelo tan destructivo sólo
puede aplicarse con patrañas amplificadas por los medios cómplices y demasiada crueldad. Y mucha ingenuidad
de parte de los ciudadanos que siguen
esperando algo bueno de esta pandilla de atracadores. Tan ingenuos que
creen en la idea de que los amarillos abandonaron sus negocios para
sacrificarse por el bien del país. Al contrario, por el bien de sus negocios que nunca abandonan están sacrificando al
país. Y esto es tan evidente que hay que estar muy enceguecido para no
verlo o ser tan perversos como ellos.
gracias Gustavo, excelente!comparto-abrazos
ResponderBorrarA estas alturas, el saqueo, además de evidente, es algo que se sufre y lo sufre, también, buena parte de aquellos que eligieron esta porquería, sea por despecho, antiperonismo, ilusión o simple estupidez, ya casi no importa por qué eligieron así, su cuota parte de lo que, seguro, NO pensaron elegir les llegó, y al bosillo, así les duele.
ResponderBorrarUsted, Gustavo, enumera el sin fin de mentiras, matufias e imposturas de la gentuza amarilla y está bien, pero al final resulta redundante y, peor, lo que hoy es novedad, mañana o pasado es desgracia antigua porque aparecen nuevas y peores porquerías...
Un oscuro personaje secundario en este sainete penoso - el correligionario gonzález fracaso - suele distinguirse por sus declaraciones despectivas y, claro, deschavadoras de la realidad real del "ideario" amarillo, ahora se despachó sobre ésto de haberse (mal)acostumbrado a tener derechos sin recursos.... sí, un discurso garca y burro pero, más que indignarnos con lo que dijo, ¿qué tal si nos fijamos quién lo dice?, en el "mérito" del lenguaraz?, porque el coso éste es el mismo saltimbanqui que manejando una fábrica de dulce de leche (en el país del dulce de leche), sencillamente la fundió, pregunto ¿en base a qué recursos se cree con derecho a ponerse en juez de derechos ajenos? y peor, ¿cuál es el recurso de capacidad para que este tipo tenga derecho a manejar el banco Nación?, no sea mal pensado y no me diga que es el derecho a fundirlo....