La alianza gobernante está a
punto de estallar, casi en sintonía con
el país. Esto no es un deseo, sino
un desenlace inevitable. Como ya sabemos, la diputada Elisa Carrió, además
de un personaje de oscuro pintoresquismo, es
el detonante de cada engendro que defeca para mantener su banca. Allí apoya
sus glúteos desde tiempos inmemorables para hacer de la política un escándalo perpetuo; allí muta su apariencia
cada temporada para seguir conquistando
a confundidos votantes; allí sigue simulando preocupación por la República
cuando en realidad sirve al Imperio de
las corporaciones internacionales. Irreverente de la peor manera, impúdica
verbal, incoherente con énfasis, incapaz a destajo, golpista encubierta y con un egocentrismo de trituradora. Impune
por su extravagancia, es capaz de ofrecer
su living para que un delincuente acuse de asesino a un candidato a
gobernador. Cuando su centralidad encandila, hay que buscar la salida de
emergencia: si ella es la luz al final
del túnel, no es exagerado decir que estaremos más que fritos.
Si Carrió entra en escena, los
analistas se deshacen en disculpas por tener que descifrar sus parlamentos.
Tanto apologistas como detractores necesitan tantas excusas que al final olvidan el núcleo de su
intervención. Algunos minimizan sus conceptos con la etiqueta de la locura;
otros toman su palabra como el soplo
sagrado de un oráculo; los demás sólo dicen “Carrió es Carrió”, y así cierran toda discusión. Eso sí: resulta difícil explicar el porqué de su
transcendencia, si jamás expresa nada sustancial, productivo, auspicioso;
sólo expele la bilis de la disolución,
la escoria del prejuicio y la sospecha multifocal con el autoritario trueno
de una deidad. Carrió está para que nadie la tome en serio ni crea en sus
dichos. En una sociedad madura, debería
estar condenada al ostracismo. Sin embargo, en una sociedad sometida a las
artimañas de los medios hegemónicos, monopoliza
el megáfono para enloquecer el ágora.
Como distracción o kamikaze, su destemplada vocinglería genera revuelo,
como si pateara un hormiguero para que sus habitantes se reacomoden, con la seguridad de que ninguno intentará
picarla. Si no tilda de K a los especuladores de la timba financiera,
propone paliar la crisis del Crecimiento
Invisible con “propinas y coimas”;
si no defenestra a los aliados para
terminar con un piquito, confiesa ser
una titiritera con los hilos enredados. Que con tamaña obscenidad Carrió se
convierta en centro resulta muy preocupante porque con tantas penurias que nos acosan, no estamos para distraernos con
alguien tan ponzoñoso.
La
oscuridad se amontona
El radicalismo, vapuleado en
estéreo, no cesa de cavar su fosa:
comenzó al sacrificar su estructura partidaria para facilitar la proyección del PRO a la escena nacional, luego de renunciar a sus históricas
banderas; lo hace al consentir el pillaje
amarillo; y da unas cuantas paladas más al responder a Carrió. Si la
diputada confiesa que “los maneja desde afuera”, ellos se definen como "un partido nacional, soberano en sus
decisiones y democrático hacia adentro". Nacional, porque son de acá y
no porque se alteren demasiado por
formar parte de un gobierno apátrida; soberano, pero muchos de sus
integrantes hacen lo imposible para
ingresar al casting de Clarín y evitan enojar al monopolio con sus empalidecidos
conceptos. Democrático hacia adentro, pero cómplices
y aplaudidores de las atrocidades institucionales, jurídicas y sociales de la
piara gobernante.
¿Qué otra cosa se puede esperar
de un partido radical aliado con otro conservador? Más que ‘conservador’ –amable
calificativo utilizado por Raúl Alfonsín al referirse a Macri- los amarillos son restauradores del régimen
oligárquico del siglo XIX, con una leve tendencia a la esclavitud del XVII,
las peores recetas económicas del XX,
cultura republicana de Billiken y toda
la parafernalia del mundo digital, fotoshop incluido. Por eso, resaltar el “compromiso con la coalición Cambiemos”, aunque
estén excluidos de las más cruciales
decisiones y hayan aportado impresentables funcionarios, es una muestra de sumisión. Pero
afirmar que lo hacen “por el futuro de la
Argentina”, ahora que sabemos que La Revolución de la Alegría es champaña para pocos y lágrimas para el
resto, denota, al menos, incomprensión. Esto leído con bastante ingenuidad.
Si estos dirigentes no advierten el daño
que está produciendo el Cambio, han perdido el olfato o son afectos a
protagonizar crisis.
El radicalismo se deja fagocitar,
mientras este régimen ceocrático nos
devora a todos. Cómplices en la destrucción, en el despojo, en el
empobrecimiento, en la entrega. Mientras aplauden la prisión de ex funcionarios
por delitos no demostrados, avalan el
saqueo, justifican las off shore y hacen la vista
gorda a los conflictos de intereses que reinan desde La Rosada SA. Mientras
dirigen su mirada al futuro, el nefasto
presente se ensaña con los que deberían preservar. Los radicales creen que
forman parte de una mayoría porque no perciben que la imagen de Macri está en
picada: la desaprobación se transforma
en bronca, la esperanza, en incertidumbre y el mañana, en miedo. Los
radicales no pueden sentirse satisfechos si
siete de cada diez argentinos ven deteriorada su vida, la desconfianza supera
el 60 por ciento y casi nadie espera que las cosas mejoren.
Si ellos se dejan embaucar por
las empalagadas promesas de la Banda de
Macri, el anti kirchnerismo
patológico ha trastornado su ideario. Fenómeno que no es exclusivo de
quienes se consideran herederos de don Hipólito. En las filas del peronismo
también hay personajes dispuestos a pisotear banderas y cantar “combatiendo al capital” a
la sombra del establishment. Figuras maquilladas para servir a los poderosos y engañar a los más débiles. Los cómplices
del oficialismo pululan en todos los rincones: algunos son apologistas y otros sobreactúan una oposición que no
ejercen. En conjunto, construyen esta demagogia
en estado puro, orquestada desde el peor lado de La Grieta, donde se acurrucan los succionadores de
nuestros esfuerzos, sus repulsivos adláteres y los más serviles apologistas.
Todos están a la vista y sus
planes son explícitos. El que se deja
engañar será adicto a las decepciones o masoquista incurable. El gobierno
de las corporaciones –con Clarín a la cabeza- no armoniza con la democracia y por eso es tan perjudicial para el
pueblo. Cuando comprendamos esto, será fácil amoldarlas al desarrollo de un país equitativo al servicio de todos.
Mientras tanto, hay que seguir poblando
las calles para predicar con el ejemplo.
en este triste dia patrio te envio mi agradecimiento por tus geniales apuntes discontinuos-besos
ResponderBorrarA veces, hasta el clima se ajusta al "clima" general, este 9 de julio hizo frío en Tucumán, lo que casi es raro porque suele haber buen tiempo, solcito, esas cosas que hacen más disfrutable un feriado, pero bueno, la naturaleza opina en los tiempos del virreinato de la alegría amarga.
ResponderBorrarCreo que más allá de lo certero de su post sobre la insigne diputada en el exilio vacacional carrió, termina omitiendo un aspecto fundamemntal de la susodicha; frente a tanta porquería desatada es, casi, la única faceta divertida del amarillismo desgobernante; claro que en este caso divertido no es sinónimo de agradable pero, es un alivio asistir a la infinita sucesión de disparates, trucherías y falsedades de esta señora, al fin y al cabo y en el marco del latrocinio, es la más barata....¿con qué se conforma?, con las luces mediáticas (y un "jazmín" sumiso, ya que está), la falta de repreguntas y no mucho más, bah!, aparte de lo elemental, un buen bulín, pasajes, viáticos, largo descanso (de no hacer nada) y por supuesto, multitud de cosas ricas para estimular el colesterol... poquita cosa los "panza papers" ante los de Panamá, no?.
Creo que, en el fondo, nos equivocamos al querer tomarla en serio, al preguntarnos si es loca o perversa o fifty-fifty, ¿para qué?, si con su sola aparición nos ahorra tener que definir cuanta porquería hay en la porquería, es voluminosa la doña... ¿se acuerda de Piero? y su "las cosas se cuentan solas, sólo hay que saber mirar".... bueno, es lo que vemos pasar estos días en que algunos están aprendiendo a mirar, al virreinato y al pintoresco (y carísimo) elenco de bufones.... algo es algo, vió?.