Hay muchas cosas del Régimen
Amarillo que pasan como si nada.
Pronósticos fallidos, contradicciones groseras, mafiosas amenazas, humillantes entregas,
cohechos evidentes y continuas burlas se
acumulan en la paciencia de los argentinos. Por supuesto, muchísimas
promesas incumplidas y atrocidades diversas. Y un sinfín de frases que
traspasan lo anecdótico para anclarse en
un catálogo del cinismo más vil. Macri tiene muchas, pero “la inflación es la demostración de tu
incapacidad para gobernar” debe
recordarse cada vez que el INDEC difunde sus números. En un candidato en campaña, esta oración pareció auspiciosa, pero
después de dos años y medio de gobierno debería
inspirar un reconocimiento de su incapacidad.
Lejos de eso, en cada una de sus
apariciones el Ingeniero recita un
rosario de excusas y justificaciones para la hecatombe que está desatando. Con
expectativas de tanque cinematográfico,
protagonizó una conferencia de prensa más parecida a un stand up de principiantes. Si quería tranquilizar
a la teleaudiencia, con sus evasivas, metáforas y tonterías, sólo logró potenciar la venta de
ansiolíticos. Hay que ser muy necio
o muy cómplice para seguir confiando en su Gran Equipo. O ser un candidato
de manual para padecer el síndrome de Estocolmo, con víctimas cada vez más
enamoradas de sus victimarios. O fanáticos embelesados con el peor cantante. En
realidad, todo junto y mucho más,
teniendo en cuenta los resultados obtenidos y lo propuesto para enfrentar lo
que se viene.
Mejor dicho, lo no propuesto porque los próximos pasos seguirán por este
tortuoso sendero de zarzas rumbo al
abismo, a pesar de que el sabio
Mauricio declaró que "esta
tormenta no puede terminar en una crisis similar a la del pasado". No,
claro, similar no, sino peor, dada la
impericia del capitán y sus tripulantes. Y la maldad: después de la
destrucción de miles de empleos –públicos y privados- como consecuencia de sus innecesarias medidas de ajuste, que declame "lamento cada argentino que pierda el
trabajo o pueda perderlo", suena
mucho a burla. Un presidente comprometido no debe tomar el desempleo con
resignación, sino destinar todos sus
esfuerzos para combatirlo. Sin embargo, este embaucador con banda lo incrementa para que el salario sea la principal variable del ajuste y se
convierta en una propina para los pocos que puedan mantenerse en
sus puestos.
Cuando un mandatario se presenta
como el protagonista de una tragedia griega, víctima del capricho de los dioses, hay que buscar los botes; los
salvavidas, no los bonos del tránsfuga
ministro de Finanzas, Luis Toto Caputo.
Después del chiste “la tormenta nos
sacudió cuando estábamos despegando”, Macri disparó un desopilante justificativo del desastre: "no dominamos las cosas que pasan en el mundo". Ante
semejante declaración de impotencia,
sólo nos queda mudarnos de planeta o dejar
que las cosas que pasan en el mundo nos dominen definitivamente.
Pavadas
para abandonar
Algo de esto se viene con las
condiciones del FMI para el préstamo de 50 mil millones de dólares que ya se está yendo por la canaleta de la timba financiera. Más
achicamiento del Estado para sentenciar su debilidad, con
liquidación de empresas públicas, despidos y el botín más esperado por los especuladores: el Fondo de Garantías
de Sustentabilidad de la ANSES, esas acciones que no sólo generan ganancias
para el sistema previsional sino que permiten
una participación estatal en las decisiones empresariales. La piedra en el
zapato del establishment; la osadía del
populacho de meterse en los asuntos de la oligarquía; Prometeo que roba el
fuego a los dioses para que lo usen los mortales.
Macri es el ejecutor de la
venganza; es el que despliega el castigo,
que no consiste en un pajarraco
come-hígados, sino en el desmantelamiento de derechos, el incremento de la
pobreza, la proliferación de carencias, todo
adornado con la promesa de un paraíso cada vez más lejano. Y mientras más
crezca la imagen positiva de CFK, más
enardecido será el escarmiento. Porque de eso se trata este capítulo
absurdo de nuestra historia, de alejarnos de lo que, con desprecio, tildan de populismo, que no es más que un proyecto en el que los números cierren
para alcanzar la felicidad de todos y no el empacho de algunos.
Por eso Macri celebra el éxito
del tarifazo, que ha generado ganancias
extraordinarias en las distribuidoras de sus amigotes: "estamos aprendiendo a
consumir menos energía y eso hace que las facturas no sean tan duras a fin
de mes". Lo que no dice es que muchos también están aprendiendo a comer menos. Para el “Con-tra-ban-dis-ta”, mientras menos consumamos, más deberá
incrementar el precio para que la
rentabilidad sea mayor con menos esfuerzo. El eje de la ambición de los
empresarios vernáculos -producir lo
mínimo para obtener lo máximo- potenciado porque quien comanda el país forma parte de esa banda de angurrientos.
Aunque el FMI y algunos aliados
disconformes sugieran que se detenga la reducción de las retenciones a la
exportación sojera, el Gerente de la Rosada SA decide mantener la única de sus promesas que ha cumplido.
No, como piensan algunos porque prefiera la disconformidad de los más antes que
el enojo de los menos, sino porque los
intereses de los agrogarcas son los suyos. Tanto él como sus secuaces están en todos los negocios que se
benefician con las decisiones de gobierno: sus medidas no buscan el bien de todos sino el rédito de un grupo.
A los malos resultados de esta
gestión destructiva, hay que agregar el
poco disimulo de sus trapisondas. Tan evidentes que hasta Clarín tiene que
mencionarlas. Nunca visto tanto
desenfado: cuando ya está demostrada la existencia de aportantes falsos en
las campañas electorales para lavar dinero o vender favores, siguen pregonando sobre honestidad y
transparencia. Y esto no es lo único, porque el listado es enorme; tan
extenso que la oscuridad salpica hasta a Laura Alonso, la militante macrista
que comanda la Oficina Anticorrupción, más
preocupada por acomodar familiares que por señalar incompatibilidades y
anomalías.
En este contexto, resulta auspiciosa la carta-advertencia
enviada a Christine Lagarde por referentes opositores políticos, gremiales y
sociales. En ella, expresan que la deuda con el Fondo es “odiosa o execrable” y, en
esto deberíamos comprometernos todos, harán lo imposible para desconocerla.
No sólo porque deberemos pagar por lo
que jamás mejorará nuestra vida, sino porque significa poner bandera de
remate al país. De alguna manera hay que frenar
a esta patota de entregadores, que no sólo regalan lo que es de todos sino también permiten que los marines
imperiales invadan la Patagonia.
Eso sí, a esta altura de las
cosas, rechazar el acuerdo con el FMI
incluye todo el paquete. Desde que comenzó el Cambio, el Fondo estaba en el horizonte, y en el camino, todo lo que estamos
padeciendo. Cada vez está más claro que la única forma de garantizar el
futuro es desterrar para siempre estos
personeros del despojo. El gastronómico que jamás sirvió ni un café, Luis
Barrionuevo, cuando era funcionario del menemismo, arrojó una frase que aún es
recordada por una de sus partes y no por
el resto: “hay que dejar de robar por
dos años –y los empresarios y
especuladores deben entender- sino no sacamos este país adelante”. Todo el establishment está en esta frase y
no sólo los políticos. ¿Está claro?
Me temo, Gustavo, que nos equivocamos en algo y es, tomar en serio los dichos del virrey y no reparar en lo obvio de cada puesta en escena... es complicado hacer análisis realistas a "propuestas" dirigidas a "públicos" de 4, 6, 10 años; más tarde o más temprano uno se va a quedar desfasado, el lenguaje no es el mismo, uno se quedó anclado en cosas densas, aburridas, pesadas y lo "moderno" es la tontería, la frasecita de poster, las apariencias y la sonrisa boba... el problema no somos los aburridos, el problema es que crecer, madurar, asumir que no se tienen 4 años cuesta... por suerte, parece, que éso le está pasando a unos cuantos (mire nomás el ejemplo flybondi, recién se avivan de que esa porquería de "aerolínea" es un peligro muy peligroso, antes del llanto por una tragedia).
ResponderBorrarUn largo y sinuoso camino, tomando un título de Los Beatles en el que, y no es poco, nos sentimos del lado del bien...
comparto gracias Gustavo siempre-abrazos
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