El
ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne consideró que Macri es “un piloto de tormentas muy valiente”. Tanto
que es capaz de navegar en las tempestades que él mismo fabrica. Mauricio será muy valiente, pero los
números sugieren que no es un experto. Además, cualquiera ostenta valor cuando
los perjudicados son otros; cualquiera se arriesga cuando las pérdidas son
ajenas. A medida que nos acercamos al prefabricado abismo, los amarillos
prueban generar confianza apelando a un variado catálogo de zonzas metáforas
destinadas a fanáticos, crédulos y voluntarios. Total, cuentan con la
parafernalia mediática para blindar, distraer y confundir y con la
brigada judicial para hacer de los Tribunales mazmorras inquisitorias que
convierten en delito cualquier recorrido diferente al iniciado casi tres años
atrás.
El
Cambio es un combo que se torna cada vez más indigesto, que se refuerza a
pesar del vaciamiento que está provocando en la economía, tanto en la macro
como en la micro. A casi un año de las
elecciones presidenciales, muchos se preguntan cómo administrar el país con la
pesada herencia de verdad que Macri y sus secuaces van a dejar. La obsesión
por el déficit hace que los amarillos se despreocupen por el resto de las
variables, que son las que están provocando los mayores estragos. De
acuerdo a los informes del FMI, el 80 por ciento de los países tiene déficit
y eso no impide el crecimiento: los miembros del G7 y del G20 conviven con
ese índice que tanto desvela al Ingeniero.
Tanto,
que parece una excusa. Una más de las tantas patrañas que recitan a
diario. Con el verso de bajar el déficit, aplican recortes hasta en las
áreas más sensibles, como salud y educación. O lo más cruel, como las
pensiones por discapacidad. O las jubilaciones, que están en la mira, primero
para succionarlas hasta convertirlas en limosnas y después, para
devolver el botín al establishment angurriento con forma de sistema previsional
privado. Todo lo que hacen es para eso: para que la privatización del
país sea la única salida.
Si no
es así, será porque son muy brutos. Ellos insisten con que bajar el déficit
sirve para no endeudarnos, pero desde el primer día operaron para que la
toma de deuda sea inevitable. Y mientras suplican créditos, pontifican
sobre lo bueno que es vivir sin deudas. Claro, será porque los acreedores
golpearán nuestras puertas mientras a Ellos les dedicarán unas simpáticas
palmadas y los premiarán en foros empresariales. El Congreso –en donde
están nuestros representantes- en lugar de sumarse al circo del desafuero o
a la pantomima del presupuesto, debería rechazar el acuerdo con el FMI y
considerar ilegítimas las multimillonarias cifras que alimentaron la timba
financiera. Sólo así se podrá encarar el año electoral, con la tranquilidad
de que no tendremos que pagar las facturas de los que se enriquecieron con
la especulación.
Fanáticos del ajuste
La
treta que está utilizando el oficialismo es naturalizar lo que provocó.
Inflación, desempleo, precarización, recesión, devaluación son presentados
como fatalidades divinas. Si la Capital tiene 41 mil indigentes más que el
trimestre anterior será por una epidemia. Si la pobreza sube en lugar de
bajar será por malos vientos. Si la canasta de alimentos se incrementó más
de un 120 por ciento será por la sequía. Según Ellos, todo ocurre por mala
suerte. “Pasaron cosas”, se excusó
Macri, una frase que pasará a la Historia por su desborde de cinismo.
Ante la
desesperación de los que no pueden poner algo en la mesa, el ministro
Dujovne intenta superar a su jefe al pedir “a la gente que tenga paciencia”. Resignado, confirmó que “estamos
atravesando una recesión”. En lugar de tomar medidas para revertirla,
la califica como “inevitable”. Mentira:
nada que se pueda evitar es inevitable. Si siguen ajustando para sostener
la especulación financiera, que no derrama nada, la caída será más
abrupta. En lugar de tomar decisiones anti cíclicas, se dejan llevar por el
vendaval que ellos mismos desataron.
Embarrado
en el juego de la naturalización, Dujovne aclaró que “no está previsto un bono de fin de año para
los jubilados porque el presupuesto no es infinito”. Claro que no, pero
se puede distribuir de otra manera. En lugar de considerar esto, el
ministro se escudó en su hipocresía: “no
es que seamos insensibles pero hay prioridades y tenemos que ir viendo, paso a
paso”. Si fueran sensibles, establecerían las prioridades de otra manera.
Un gobierno democrático está para facilitar la vida de la mayoría, no para multiplicar
las ganancias de una minoría que no necesita nada.
En
sintonía con todo esto, las usinas mediáticas militan el ajuste aunque
tengan que inundar de estiércol las cabezas del público cautivo. Como
amortiguación de los tiempos por venir, nos enseñan a vestir a la moda con ropa usada, a comer cada vez menos, a
vacacionar en nuestro barrio, a ahorrar en transporte con una buena caminata, a
preparar un sándwich con fideos de ayer y a disfrazar el pan viejo de
recién horneado. Cómplices del saqueo, nos dan lecciones de supervivencia en
una inhóspita jungla fabricada desde La Rosada SA.
Y para
evitar que el deterioro fisure el ideario dominante, los voceros del
establishment no paran de hablar del gobierno anterior. La discusión
política se vuelve un cacaero en las pantallas y relatan los atropellos
judiciales como si fueran apasionantes partidos de fútbol. No sea cosa que
algún vecino active un par de neuronas y descubra “lo bien que estábamos cuando los K nos robaban todo”. O peor, que advierta que los que nos
han robado siempre son los que sentaron a Macri en el sillón presidencial, esos
que acumulan casi 300 mil millones de dólares en el exterior.
La
veracidad de las acusaciones y la legalidad de los procedimientos no importan
tanto como la satisfacción de estar castigando la osadía de distribuir mejor.
Por eso los monigotes mediáticos se indignan porque Cristina no va presa;
por eso los legisladores oficialistas están presionando para el desafuero;
por eso la diputada Carrió destila su veneno y amenaza a todos los
que se opongan a una condena exprés para la ex presidenta. Esa es la imagen
que les falta para someter al lado bueno de la Grieta. Si piensan que con
CFK tras las rejas lograrán enterrar para siempre el sueño de un país más
justo, las calles están sosteniendo lo contrario. Lo único que obtienen es
que se sean cada vez más los que piden a gritos el fin de esta pesadilla.
muchas gracias Gustavo! comparto y besos
ResponderBorrarUna de las mayores delicias del virreinato es que usted escribe algo, se desahoga y, mal que mal, los lectores hacemos catarsis, pero al rato, al ratito, aparecen nuevas maravillas sin estrenar, mire nomás hoy, sobre el aumento del gas - un afano - los usuarios debemos COMPENSAR a las pobrecitas empresas que sufren la devaluación, pero no se preocupe, será en cuotas, muchas y el interés seguramente también, otra, el virrey discurseando en su típico inglés (el idioma de su madre y tía patria, pero con fonética penosa, o sea, al cipayismo sumémosle la ignorancia deschavadora) sobre esos juegos destructores del tránsito..... la verdad, tantos que querían el "cambio", ¿estarán relajados y disfrutando?.
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