lunes, 1 de octubre de 2018

Las fisuras del cinismo


El discurso amarillo recrudece en sus tácticas de distorsión en la opinión pública a medida que el tobogán incrementa su inclinación. Poco importa si los funcionarios deben apelar a yerros conceptuales, contradicciones monstruosas o mentiras flagrantes. Ni que la construcción del enemigo abarque un espectro tan amplio que tienda a casi todos; treta que –sin querer- logrará concretar una de las más emotivas promesas de campaña, “unir a los argentinos”, pero en contra. Que el asesor Jaime Durán Barba considere a Hitler “un tipo espectacular” habilita que el empresidente Macri utilice algunas ideas de Mi lucha para defender a dos pizzeros acosados en las redes sociales. En medio de este embrollo verbal, subyace una intención malsana: naturalizar el ajuste, la represión y la caída por venir.
Aunque el Ingeniero anunció su candidatura a la reelección en el Imperio, la campaña debemos padecerla acá. Primero, con la conversación telefónica del Primer Mandatario con un heroico parrillero que resistió un piquete con un extinguidor. Después, el spot de la visita a una pizzería recién inaugurada. Ambas escenas provocaron revuelo pero no por su calidad, sino por la insistencia en simular empatía con el ciudadano de a pie con una espontaneidad prefabricada.
El buen Mauricio desciende del Nirvana para echar una mirada a los mortales e iluminarlos con su prédica de autoayuda. Casi de parodia la exagerada simpatía que Verónica y Federico desplegaron ante la inesperada visita de Macri con Antonia. Visita tan inesperada que las cámaras estaban dispuestas como para una súper producción. Tan simpáticos que ni se inmutaron cuando el Gerente habló de la recesión de los próximos meses. Después se descubrió que estos jóvenes emprendedores maman del ideario PRO y hasta son empleados públicos. También vieron la luz algunos mensajes despectivos hacia CFK del tal Federico y los usuarios de las redes apelaron al ojo por ojo, una forma antigua de justicia y una moderna excusa para la catarsis.
Detrás de estos detalles que hacen ‘más digerible’ la Revolución de la Alegría, lo peligroso es el modelo de ciudadano que plantea: el esforzado individuo que pone todo de sí para trepar escalones y llegar lo más cerca de la cima, aunque tenga que pisar unas cuantas cabezas. El ser meritocrático que se inspira en el amo para ser alguien en la vida y es blanco de la envidia del resto. Un disciplinado personaje capaz de sortear todas las dificultades sin una queja para regocijo de la clase dominante. Un servil competidor que ve como enemigos a sus pares y como modelo a sus explotadores. Si logran imponer un prototipo así, la sociedad será como en esas distopías de ficción, poblada de entes atomizados, insolidarios, sumisos y neutros, que soportan cualquier  prueba con tal de seguir perteneciendo.
Un manojo de incongruencias
Para alcanzar semejante engendro, el relato hegemónico debe convencer a los colonizados de que la vida es una carrera y sólo los más sacrificados llegan a la meta. El que se distrae, será atropellado; el que se cansa, será tildado de vago; el que pide ayuda, será un parásito; el que tiende una mano, se convertirá en populista; el que protesta, será un violento y el que se resiste a esta lógica cruel, será un subversivo. Las etiquetas ya están listas y se pegan desde los medios dominantes todos los días. Con la demonización, persuaden sobre la necesidad de recorrer el camino más tortuoso posible, sin atajos, placeres ni atenuantes. Mientras más exigente sea el tránsito, mayor será el premio. A mayor abnegación, mejor recompensa.
Los PRO vinieron a instaurar esa atrocidad de la manera más bestial posible. Esta intención está presente en cada una de las explicaciones que vomitan ante cámaras y micrófonos. La campaña construyó un escenario paradisíaco de fácil acceso, pero la gerencia aniquiló en pocos meses esos sueños para volverlos una pesadilla. No por tormentas ni sequías; si pasaron cosas, fue porque el Gran Equipo quiso que pasaran; si gran parte de la población siente que se está hundiendo es porque la ceocracia gobernante fabricó el pantano. Las idílicas promesas se diluyeron para dar paso al shock, no de confianza, sino de deterioro. Con cada una de sus medidas, el Gran Equipo construyó un escenario de crisis tan traumático que cualquier mejora será un oasis.
Para salir de esta espiral decadente nada mejor que tomar las mismas medidas que nos metieron en ella. O peor, porque ahora La Rosada SA está comandada a distancia por la presidenta de facto Christine Lagarde. Nunca antes el FMI le había prestado tanto dinero a un gobierno argentino. Macri recibirá de ese organismo internacional más de lo que recibieron en conjunto Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. ¿No da un poco de miedo tanta generosidad hacia alguien tan poco fiable? Y más desconfianza da saber que todo ese dinero va a alimentar la timba financiera, que no produce más que agujeros en nuestro futuro.
A medida que las calles y las encuestas manifiestan con énfasis el descontento, los amarillos refuerzan el cinismo de sus actuaciones. Mientras Macri habla de personas envilecidas y el “veneno social”, Durán Barba tilda de delincuentes a los votantes del kirchnerismo. Mientras el INDEC señala que la desocupación alcanza casi el 10 por ciento, el ex alcalde declama que “no hubo un gobierno que haya peleado más por el trabajo y por los trabajadores que éste”. Mientras Dujovne anuncia que los próximos meses serán recesivos “como una situación que a veces los países tiene que atravesar”, la ministra Carolina Stanley reconoce que el Gobierno trabaja “todos los días para la paz social y que no haya saqueos”.
Y encima Macri pone cara de asombro y dolor cuando revela el crecimiento de la pobreza. ¿Qué esperaba, que transferir divisas de los más pobres a los más ricos iba a reducir la pobreza? ¿Qué pensaba, que con el brutal incremento de los servicios y los combustibles el poder adquisitivo iba a mejorar? ¿Qué creía, que los empresarios invertirían en un país con un mercado interno desecado por especuladores y saqueado por sus propios gobernantes desde mucho antes de ganar las elecciones? ¿Qué calculaba, que con aumentos mezquinos, reducción de prestaciones y eliminación de medicamentos gratuitos los jubilados se iban a volver más ricos?
Quizá por todo esto, el jueves pasado muchos se ilusionaron. En vano: sólo fue a buscar a Antonia en helicóptero, como cualquier padre que se precie de tal. Tan blindado que se puede dar esos lujos de virrey. O de predicar que “tenemos que demostrar nuestra capacidad de sobreponernos a las dificultades”. O que prometa que va a continuar “hasta el final, por ustedes”, sin aclarar el universo que abarca ese ‘ustedes’. O puede apelar a la figura de héroe o mesías al prometer que “no nos va a abandonar”. Que no se preocupe por cumplir esta promesa: a tan poco del abismo, podemos arreglarnos solos para torcer el camino.

2 comentarios:

  1. A primera vista, uno tiene la impresión de que el virreinato NO tiene fisuras, que más allá del lado que elijamos verlo y que sea un armado pegado con moco e imposturas, la solidez y profundidad del daño es enorme y diversificada a casi todo aspecto de la vida de quienes habitamos este país (o proyecto de colonia, mejor dicho).
    Es complicado asumir que lo legal sea tan flexible como acomodaticio al interés virreinal y que, paralelamente, tal cosa parezca acontecer entre la indiferencia y el desinterés generalizado..... claro, las urgencias económicas tapan todo, lo importante visible y especialmente también lo no menos importante pero que está en segundo plano, ¿qué me importa el litio o el ARSAT si no me alcanza para comprar milanesas?, ¿qué me importa si era "mejor" el anterior virreinato que la presidencia de facto de ña lagarde?...
    Pero bueno, como en el fondo somos unos optimistas incurables, me queda que no hay mal que dure 100 años, ni estúpido que lo soporte... se vuelve, claro.

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