El discurso amarillo recrudece en
sus tácticas de distorsión en la opinión
pública a medida que el tobogán incrementa su inclinación. Poco importa si
los funcionarios deben apelar a yerros
conceptuales, contradicciones monstruosas o mentiras flagrantes. Ni que la
construcción del enemigo abarque un espectro tan amplio que tienda a casi todos; treta que –sin
querer- logrará concretar una de las más emotivas promesas de campaña, “unir a los argentinos”, pero en contra. Que el asesor Jaime
Durán Barba considere a Hitler “un tipo
espectacular” habilita que el empresidente
Macri utilice algunas ideas de Mi lucha para defender a dos pizzeros acosados en las redes sociales. En
medio de este embrollo verbal, subyace una intención malsana: naturalizar el ajuste, la represión y la
caída por venir.
Aunque el Ingeniero anunció su
candidatura a la reelección en el Imperio, la
campaña debemos padecerla acá. Primero, con la conversación telefónica del
Primer Mandatario con un heroico parrillero
que resistió un piquete con un
extinguidor. Después, el spot de la visita a una pizzería recién
inaugurada. Ambas escenas provocaron revuelo pero no por su calidad, sino por la insistencia en simular empatía con el
ciudadano de a pie con una espontaneidad prefabricada.
El buen Mauricio desciende del Nirvana para echar una mirada a los mortales e iluminarlos con su prédica de
autoayuda. Casi de parodia la exagerada simpatía que Verónica y Federico
desplegaron ante la inesperada visita
de Macri con Antonia. Visita tan
inesperada que las cámaras estaban dispuestas como para una súper producción.
Tan simpáticos que ni se inmutaron cuando el
Gerente habló de la recesión de los próximos meses. Después se descubrió
que estos jóvenes emprendedores maman
del ideario PRO y hasta son empleados públicos. También vieron la luz
algunos mensajes despectivos hacia CFK del tal Federico y los usuarios de las
redes apelaron al ojo por ojo, una forma antigua de justicia y una moderna
excusa para la catarsis.
Detrás de estos detalles que
hacen ‘más digerible’ la Revolución
de la Alegría, lo peligroso es el modelo
de ciudadano que plantea: el esforzado individuo que pone todo de sí para
trepar escalones y llegar lo más cerca de la cima, aunque tenga que pisar unas cuantas cabezas. El ser meritocrático que se inspira en el amo
para ser alguien en la vida y es
blanco de la envidia del resto. Un disciplinado personaje capaz de sortear todas las dificultades sin una queja para regocijo de
la clase dominante. Un servil competidor que ve como enemigos a sus pares y como modelo a sus explotadores. Si
logran imponer un prototipo así, la sociedad será como en esas distopías de
ficción, poblada de entes atomizados,
insolidarios, sumisos y neutros, que soportan cualquier prueba con tal de seguir perteneciendo.
Un
manojo de incongruencias
Para alcanzar semejante engendro,
el relato hegemónico debe convencer a los colonizados de que la vida es una carrera y sólo los más
sacrificados llegan a la meta. El que se distrae, será atropellado; el que se cansa, será tildado de vago; el que pide ayuda, será un parásito; el que tiende una mano, se convertirá en populista; el que protesta, será un violento y el que se resiste a esta lógica cruel, será un subversivo. Las etiquetas ya
están listas y se pegan desde los medios dominantes todos los días. Con la
demonización, persuaden sobre la necesidad de recorrer el camino más tortuoso posible, sin atajos, placeres ni atenuantes.
Mientras más exigente sea el tránsito, mayor será el premio. A mayor abnegación, mejor recompensa.
Los PRO vinieron a instaurar esa
atrocidad de la manera más bestial
posible. Esta intención está presente en
cada una de las explicaciones que vomitan ante cámaras y micrófonos. La
campaña construyó un escenario paradisíaco de fácil acceso, pero la gerencia aniquiló en pocos meses esos
sueños para volverlos una pesadilla. No por tormentas ni sequías; si pasaron cosas, fue porque el Gran Equipo quiso que pasaran; si gran parte de la
población siente que se está hundiendo es porque la ceocracia gobernante fabricó el pantano. Las idílicas promesas
se diluyeron para dar paso al shock, no
de confianza, sino de deterioro. Con cada una de sus medidas, el Gran
Equipo construyó un escenario de crisis tan traumático que cualquier mejora será un oasis.
Para salir de esta espiral
decadente nada mejor que tomar las
mismas medidas que nos metieron en ella. O peor, porque ahora La Rosada SA
está comandada a distancia por la presidenta de facto Christine
Lagarde. Nunca antes el FMI le había prestado tanto dinero a un gobierno argentino.
Macri recibirá de ese organismo internacional más de lo que recibieron en conjunto Alfonsín, Menem, De la Rúa y
Duhalde. ¿No da un poco de miedo tanta generosidad hacia alguien tan poco fiable? Y más desconfianza da saber que todo
ese dinero va a alimentar la timba financiera, que no produce más que agujeros en nuestro futuro.
A medida que las calles y las
encuestas manifiestan con énfasis el descontento, los amarillos refuerzan el cinismo de sus actuaciones. Mientras
Macri habla de personas envilecidas y el “veneno
social”, Durán Barba tilda de
delincuentes a los votantes del kirchnerismo. Mientras el INDEC señala que
la desocupación alcanza casi el 10 por ciento, el ex alcalde declama que “no hubo un gobierno que haya peleado más por el trabajo y por los
trabajadores que éste”. Mientras Dujovne anuncia que los próximos meses
serán recesivos “como una situación que a veces los países tiene que atravesar”,
la ministra Carolina Stanley reconoce que el Gobierno trabaja “todos los días para la paz social y que no haya saqueos”.
Y encima Macri pone cara de
asombro y dolor cuando revela el crecimiento de la pobreza. ¿Qué esperaba, que transferir divisas de los más pobres a los
más ricos iba a reducir la pobreza? ¿Qué pensaba, que con el brutal incremento de los servicios y los
combustibles el poder adquisitivo iba a mejorar? ¿Qué creía, que los
empresarios invertirían en un país con un
mercado interno desecado por especuladores y saqueado por sus propios
gobernantes desde mucho antes de ganar las elecciones? ¿Qué calculaba, que con
aumentos mezquinos, reducción de prestaciones y eliminación de medicamentos
gratuitos los jubilados se iban a volver
más ricos?
Quizá por todo esto, el jueves pasado muchos se ilusionaron.
En vano: sólo fue a buscar a Antonia en helicóptero, como cualquier padre que
se precie de tal. Tan blindado que se
puede dar esos lujos de virrey. O de predicar que “tenemos que demostrar nuestra capacidad de sobreponernos a las dificultades”. O que prometa que va a
continuar “hasta el final, por ustedes”, sin aclarar el universo que abarca ese ‘ustedes’.
O puede apelar a la figura de héroe o mesías al prometer que “no nos va a abandonar”. Que no se preocupe por cumplir esta promesa:
a tan poco del abismo, podemos arreglarnos
solos para torcer el camino.
A primera vista, uno tiene la impresión de que el virreinato NO tiene fisuras, que más allá del lado que elijamos verlo y que sea un armado pegado con moco e imposturas, la solidez y profundidad del daño es enorme y diversificada a casi todo aspecto de la vida de quienes habitamos este país (o proyecto de colonia, mejor dicho).
ResponderBorrarEs complicado asumir que lo legal sea tan flexible como acomodaticio al interés virreinal y que, paralelamente, tal cosa parezca acontecer entre la indiferencia y el desinterés generalizado..... claro, las urgencias económicas tapan todo, lo importante visible y especialmente también lo no menos importante pero que está en segundo plano, ¿qué me importa el litio o el ARSAT si no me alcanza para comprar milanesas?, ¿qué me importa si era "mejor" el anterior virreinato que la presidencia de facto de ña lagarde?...
Pero bueno, como en el fondo somos unos optimistas incurables, me queda que no hay mal que dure 100 años, ni estúpido que lo soporte... se vuelve, claro.
comparto! gracias y abrazos estimado Gustavo
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