Quizás sean relajantes los
rodillos limpia trenes e inviten a poner la espalda para comprobarlo. Tal vez
sea tentadora la travesura y pueda
convertirse en un video chistoso para viralizar. Un momento de distracción
lo merece cualquiera, menos el presidente que nos está hundiendo en una crisis multidimensional sólo por el capricho
de hacerlo. Algunos dirán que no es para tanto, pero el tiempo para los
bailecitos burlones y las bromas de
playboy envejecido ya está de más. El triunfalismo canchero sobra cuando
estamos al borde del abismo y los dramas
reales de muchos argentinos desbordan por todos los rincones. Que lo diga Fernanda
Marsciano, la esposa de un despedido de la fábrica militar Fanazul, que estuvo varias horas detenida y tiene una
causa contravencional por destinar unos insultos a Macri. Merecidos
insultos que no deben ser condenables, sino
todo lo contrario.
A esta altura de las cosas, todo
lo que venga de Ellos cae mal, desde la obsecuencia con el Imperio que nos puede incrustar en un conflicto
internacional hasta la defensa absurda del servicio voluntario de Bullrich
que corona a Gendarmería como la institución más prestigiosa, a pesar del accionar represivo que provoca
muertos y heridos. Ambos episodios resultan peligrosos: el primero porque
los únicos atentados terroristas que hemos padecido fueron consecuencia del alineamiento con las políticas bélicas de EEUU y
el segundo porque pone la formación de jóvenes y adolescentes en manos de una fuerza
de seguridad que ha inventado una
pericia para apuntalar la incongruente hipótesis del asesinato de Nisman.
A 20 días de las PASO, todo
simulacro se descubre, como la dulzura fingida de Vidal cuando explica el desempleo desde el incremento
poblacional o alivia la certeza de una mesa vacía con la posibilidad de usar zapatillas blancas. Con el cinismo que
caracteriza a todos los PRO, la gobernadora bonaerense reconoce que “han sido años difíciles, pero no para los más pobres que fueron los más
protegidos”. ¿Protegidos? Si
casi todas las políticas apuntan a aniquilarlos. Los más pobres no
necesitan protección, sino que se los
saque de la pobreza. ¿Acaso estará convencida de que con pavimento y dádivas se alcanza la dignidad?
Una
vela en las sombras
El marketing hace que los
precandidatos del oficialismo digan que es maravilloso,
sorprendente, emocionante “lo que
estamos logrando juntos”. Los números indican que más que orgullo, deberían sentir vergüenza. Salvo que en lenguaje
PRO sea positivo llevar el salario del
primero al último puesto en la región o que la inflación –que Macri prometía
bajar en dos minutos- acumule un 200 por
ciento desde el fatídico día del Bailecito en el Balcón. Quizá para Ellos
sea maravilloso que la Pobreza Cero se
haya convertido en un crecimiento de la
cantidad de excluidos, que baje el consumo de energía, no por conciencia
ecológica sino por imposibilidad de
pagarla o que el desempleo se haya duplicado. Tal vez para Ellos sea
emocionante que la Revolución de la
Alegría se haya transformado en una epidemia de angustias.
Las superficiales expresiones de
estos gobernantes deberían exasperar a los
gobernados. Desde que desembarcaron en La Rosada SA, tildaron como revolucionario todo lo que propusieron. Una revolución todo terreno hacia el
medioevo, con caza de brujas y
una inquisición mediática que pide hoguera para los herejes y todo. Cada enunciado expresa lo contrario de lo
que han hecho. Pero lo más llamativo es que los que exigían autocrítica al
gobierno anterior no reconocen un solo error de los miles que han cometido. ‘Error’ como beneficio de la duda, pero muchos estamos convencidos de que todo
lo han hecho adrede. Hasta acá nos querían arrastrar. O más allá, también,
al punto de lograr que gran parte de los trabajadores acepte una reducción salarial a cambio de estabilidad laboral. Una
especie de vaquita para que los
angurrientos especuladores a los que Macri representa sigan llenando sus arcas en paraísos fiscales.
Y lo peor es que la estrategia de
campaña se basa en abstracciones que construyen una ficción negada por la realidad. El empresidente Macri afirma ante los amables micrófonos que nunca
hubo tanta libertad de expresión como en su gobierno, aunque sean ellos mismos los que censuran a los periodistas de los
medios públicos que han sobrevivido a la guadaña de Hernán Lombardi y amenacen a los críticos al punto de
ahogarlos económicamente para que no puedan subsistir. Y si no basta con la
cárcel a los empresarios, un oportuno allanamiento puede ser una eficaz medicina para silenciarlos.
Encima, la principal promesa de campaña es hacer
lo mismo pero más rápido y con mayor rigor, como lo demuestran las reformas
Laboral y Previsional que tienen en carpeta. Sólo los suicidas podrían adherir
a estas propuestas. Hay que ser masoquista
para votar por tanto deterioro. Hay que estar muy confundido para creer que
ajustando más, todos vamos a estar mejor.
Del otro lado se plantea otro
panorama. Un lado que está comprendiendo que la conciliación y la tibieza no construyen el camino necesario para
salir de este hediondo pantano. Un lado que espanta al establishment con una lógica diferente. El precandidato
a presidente, Alberto Fernández está calentando motores para conquistar a los
tibios. "El primer día vamos a poner dinero en los bolsillos de
los argentinos para que puedan volver a consumir", aseguró en una
de las tantas entrevistas. Nada revolucionario: tan sólo asegurar que la rueda del capitalismo funcione
adecuadamente. No existe mercado sin compradores ni oferta sin demanda.
Si el establishment se espanta es
por su propio egoísmo. Y si hay
nerviosismo en el Círculo Rojo es porque Fernández cuestiona el endeudamiento
bestial de estos años y promete una
renegociación que no será sometimiento. Que responsabilice al FMI del
estado de nuestra economía y denuncie la violación de su estatuto al silenciar
la fuga de divisas sugiere que se
revisarán las cuentas.
Las elecciones primarias están a
menos de veinte días. Aunque el menú se muestre variado, la polarización está servida. La bifurcación es tan marcada que ni Caperucita Roja puede errar el camino:
el lobo está desnudo y no hay piel de cordero
que lo cubra. El que se confunde es porque quiere o porque ya cruzó el charco
para estar en el peor lado.
compartiendo estimado Gustavo-abrazos
ResponderBorrarNo sé pero se me ocurre que al ver esas imágenes del monigote bailarín, son, somos, muuuuuuuchos los que preferiríamos que los rodillos fueran tan suavecitos como lija gruesa, no sé, digo, de puro contrera que soy, nomás. Tal vez y si es así en buena hora, el horno no esté para bollos, digo, travesuras.
ResponderBorrarLa verdad, insultar a un presidente queda feo, de mal gusto, claro que puede haber atenuantes como que ese presidente significa que tu vida se fue al carajo, al dejarte sin laburo, sin sostén.... la pregunta ahí sería dónde está el real mal gusto, el real insulto si ese presidente es el mismo tipo que usa el lenguaje almibarado de un disfraz insostenible y progresivamente insoportable. Las caretas se caen y sería interesante saber qué tanto se benefician con este tipo de medidas, porque siendo serios, cuántos al enterarse no le dieron la razón a la ’ofensora’, no son tan hábiles como se cree.
La pornográfica angurria de estos cosos, el como mataron a la gallina de los huevos de oro es, vaya parajoda, lo que nos hace vislumbrar que la porquería debe terminar como sea, es esencial que se termine; de haber sido un poquito inteligentes no se iban más. Pudrieron todo.
Antes que me olvide, sobre el final usted habla de Caperucita y usa un personaje que, me parce, merece ,mejor trato.... el lobo, que será feroz y atemorizante pero es un honesto depredador que devora por necesidad y no por gula, manteniendo estable el hábitat...nada que ver con la runfla de parásitos, el bicherío dañino que nos desgobierna.
Una duda que me queda es si alma platuda de la patria tiene una mirada egoísta del país, creo que no, es una mirada miope, si no tuerta y con cataratas..... una definición básica del capitalismo es que atiende necesidades SOLVENTES de la sociedad, entonces es ridículo, además de suicida, el amor que le profesan a la insolvencia generalizada. Quieren ser mercachifles sin clientela, dejen de joder...
A veces tengo dudas, no me decido si los que prefieren la porquería son masoquistas, sería una explicación demasiado sencilla y una disculpa.... y no tengo ganas de disculparlos., hay necedad, ganas de perjudicar y una negación del derecho ajeno que no hay que dejar pasar, porque justamente ésas son las virtudes que trato de NO tener.